Capitalizamos la gira de Guaidó
La gira de Juan Guaidó por Europa y Estados Unidos constituyó un éxito rotundo. Tanto, que el régimen de Nicolás Maduro tuvo que aceptar que el líder de la oposición venezolana ingresara, a plena luz del día, por Maiquetía, el aeropuerto más importante del país.
A diferencia de Delcy Rodríguez, convertida en motivo de discordia, pues nadie quiere aceptar si, a la media noche de un día de enero, estuvo o no en territorio español, habló o no por teléfono con Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, o dialogó durante veinte minutos con José Luis Ábalos, el operador político de Sánchez en el Gabinete Ejecutivo.
Todo lo que rodea el arribo de Delcy Rodríguez a España resulta misterioso y clandestino. En cambio, Guaidó aterrizó en medio de periodistas, diputados y cámaras que lo enfocaban. A pesar de las ganas que le tienen, la camarilla de Nicolás Maduro sólo se atrevió a bloquear la autopista Caracas-La Guaira, torpedear el acceso al aeropuerto de los diputados que bajaban a recibir a Guaidó, y agredir salvajemente a periodistas y diputados con sus tropas civiles de choque: los colectivos. Guaidó no fue encarcelado porque llegó bajo el manto protector tendido por la comunidad internacional.
Las preguntas, cuyas respuestas no son sencillas, apuntan en la siguiente dirección: ¿qué hacer ahora?; ¿cómo capitalizar el respaldo internacional?; ¿cómo obligar al gobierno a que admita que la descomunal crisis nacional sólo comenzará a resolverse cuando Nicolás Maduro salga de Miraflores, preferiblemente de forma pacífica y electoral?
El apoyo internacional recibido por Juan Guaidó no fue para que promoviera un golpe de Estado o una invasión militar de los países afectados por la ingente migración de venezolanos, o que se sienten amenazados por las conexiones que supuestamente existen entre el régimen y grupos terroristas del Medio Oriente, o por sus vínculos con el narcotráfico o el contrabando de minerales utilizados para enriquecer el uranio. Ese respaldo no fue para que subvirtiera el precario orden constitucional existente con un movimiento insurgente. Fue para que promoviera con todos los factores que quieran incorporarse en esa cruzada, un movimiento que conduzca a acuerdos para realizar elecciones presidenciales en el menor plazo posible.
Por supuesto, la comunidad internacional no es tan ingenua para creer que Maduro y su grupo de apoyo accederán con facilidad a realizar esos comicios, previa designación de un CNE confiable para el gobierno y la oposición, y la aceptación de un conjunto de condiciones que garanticen un proceso transparente y confiable. Debido a que desconfía de Maduro, y los rusos y cubanos que lo respaldan, es que los Estados Unidos y cada vez más países democráticos, consideran que el mecanismo de presión fundamental reside en el incremento sostenido de las sanciones contra los funcionarios del gobierno y sus allegados. Esos castigos actúan como un endiablado mecanismo de presión que seguirá elevando hasta el infinito el costo de mantener a Maduro engrapado al poder. Ya ni los llamados de un sector de la oposición serviían para reducir los castigos. Entre los países democráticos y Maduro se produjo una ruptura irreconciliable, que sólo se saldará si el jefe del Estado da muestras inequívocas de querer convocar unos comicios presidenciales competitivos.
Aquí se encuentra el núcleo de las tensiones. Los aliados internacionales de la democracia exigen elecciones transparentes. Aumentarán el costo de no convocarlas. En la brecha entre Maduro y esos factores de poder debe colocarse Guaidó y la oposición, con el fin de que el régimen termine aceptando el llamado a las elecciones presidenciales. Maduro sabe que un giro de Rusia. Un acuerdo con míster Trump será suficiente para que él quede completamente aislado y sin base de apoyo internacional. Este escenario no puede descartarlo. Venezuela es una pieza importante del panorama latinoamericano, pero al camarada Putin no le interesa que la nación siga deslizándose por el barranco. Su punta de lanza en América Latina no puede ser un país arruinado y sin posibilidades de salir del foso. Recuperar la nación. Llevarla al mismo nivel que tenía hace veinte años, requiere unas inversiones que los rusos no pueden realizar; los chinos no quieren; y el capital privado de los países democráticos no puede debido a las sancione tan férreas que seguirán aplicándose.
El enorme triunfo obtenido por Guaidó fuera de nuestras fronteras habría convertirlo en un poderoso movimiento nacional que, junto a nuestros aliados internacionales, obligue a Maduro a entender que su futuro depende de que en Venezuela se realicen en el menor lapso posible unas elecciones presidenciales confiables para todo el mundo democrático. Esto puede ocurrir junto a las elecciones parlamentarias, o poco después de los comicios legislativos. Lo que no sucederá, sin incurrir en un costo gigantesco para Maduro, su gente y el país, es que esa consulta no se realice.
@trinomarquezc