La literatura venezolana sumergida en la crisis
Una novela de terror, o quizás de suspenso, sería el género literario que más se ajusta a la situación actual del negocio del libro en Venezuela, un sector que no se salva de los efectos de la crisis económica y cuyos actores exploran opciones para mantenerse operativos.
Aunque la caída de las ventas de libros impresos no es un fenómeno exclusivo de Venezuela, el mundo editorial del país caribeño pasa por un período de vacas flacas que parece no tener fin en el corto plazo.
La Crisis, el mayordomo
«El mundo editorial está en estado de coma», resumió, durante una conversación con Efe, el director de AB Ediciones de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Marcelino Bisbal.
Como víctimas de un asesino en serie, o del mayordomo de las historias clásicas, varios de los actores del mundo editorial venezolano han desaparecido de la escena en los últimos años arrastrados por la recesión.
Por su parte, Sergio Dahbar, propietario de la Editorial Dahbar, lamentó las pérdidas del sector desde hace ya tiempo.
«Hemos perdido ferias, hemos perdido librerías, hemos perdido gente, hemos perdido muchos lectores», explicó el editor.
El país, que cuenta con el mayor volumen de reservas probadas de petróleo en el mundo, atraviesa una crisis económica y social que ha provocado la migración de más de 4 millones de personas y que mantiene a un grueso de la población con ingresos promedio menores a 1,20 dólares diarios, por debajo del umbral de la miseria.
Los consultados coincidieron en que bajo la situación actual, los libros no están entre las prioridades de los consumidores.
Reinventarse para no desaparecer
En 2019, al igual que en los años precedentes, el volumen de libros facturados ha disminuido en todas las categorías, aunque los porcentajes varían según el nicho de mercado.
En el caso de los libros escolares, por ejemplo, las seis editoriales que todavía operan -después de que unas 20 cerraron-, vendieron un 60 % menos de ejemplares en comparación con 2018, reveló a Efe la presidenta de la Cámara Venezolana de Editores (CAVE), Yolanda Cajide de Fernández.
Un sello local de tamaño mediano, como es el caso de Editorial Dahbar, vendía alrededor de 1.500 libros por mes y ahora si «es mucho» vende 100 libros mensuales, menos del 10 %.
Una realidad que, advierte su editor, «desestimula una industria que acá era muy activa».
En las librerías corroboran que el pésimo desempeño del negocio editorial -con caídas del 50 % en la facturación y cierres continuos de tiendas-, les ha obligado a explorar opciones.
«Estamos vendiendo otros rubros, ya estamos vendiendo papelería, juguetería, tenemos morrales», relató Antonio Hanawi, responsable de El Mundo del Libro, una cadena que se especializaba en libros técnicos, dada su cercanía a la Universidad Central (UCV) en Caracas. «Nos hemos mantenido porque nos hemos reinventado», detalló.
Más vendidos de ayer
Uno de los daños colaterales del adiós de grandes editoriales como Planeta, Santillana, Oceáno y Random House es que los títulos más recientes no están en los catálogos a disposición de los lectores.
«No recibimos novedades desde hace dos años», refirió Hanawi, al tiempo que señaló que los libros que ofrecen en sus anaqueles provienen de los inventarios de las editoriales que siguen activas.
Por ello, es una rareza la publicación, bajo el sello AB Ediciones, de «La hija de la española» («Una noche en Caracas», en otros mercados), de la venezolana Karina Sainz Borgo, una novela que Lumen publicó a principios de 2019 y que se ha vendido en una veintena de países.
Bisbal explicó que la publicación ha sido posible porque se da la coincidencia de que él fue tutor de la tesis de grado de Sainz Borgo, a lo que se sumaron las gestiones de la autora para que su editorial cediera los derechos al sello universitario venezolano.
Los pocos libros del «año» que llegan lo hacen gracias a que algunos libreros importan por su cuenta o son traídos por particulares que tienen la posibilidad de viajar al exterior.
Larga vida al papel
Menos títulos y menos ejemplares. Esta es la estrategia de las editoriales. Bisbal advirtió que para garantizar la recuperación de la inversión en la actualidad se imprime una media de 500 ejemplares por edición, una cantidad que puede llegar hasta 2.000 libros si se trata de una novela de un autor de éxito.
Con unos costos por las nubes y un poder adquisitivo por el suelo, la producción de libros en papel sigue primando sobre la versión digital.
Dahbar y Bisbal indicaron que sus editoriales consideran el formato digital como una ventana para llegar a sus lectores, aunque estos prefieren todavía el papel.
Mientras la historia de terror suma capítulos sin un final feliz a la vista, los actores del sector editorial se mantienen en pie, con la esperanza de no convertirse en la próxima víctima.