El 24 de noviembre de 1948
El 14 de diciembre de 1947 Rómulo Gallegos es electo Presidente de la República mediante el voto universal, directo y secreto de los venezolanos, que se había establecido por primera vez en Venezuela con el triunfo de la Revolución del 18 de octubre de 1945. El 15 de febrero del año siguiente se juramentó en sesión solemne del Congreso Nacional, en presencia de un importante número de escritores e intelectuales del continente.
Poco después, ante incitaciones al Ejército para que derrocase al Gobierno democrático, el Ministro de la Defensa, teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, respondió a esas incitaciones con un mensaje radial, que leyó el 24 de junio, Día del Ejército, en el cual ratificaba la lealtad del sector militar al Gobierno Constitucional, dijo entonces: “No son títeres los hombres de las Fuerzas Armadas. Son militares a carta cabal; hombres quie piensan, analizan, juzgan y concluyen repudiando toda tentativa de hacerles abandonar por intereses de hombres o de grupos el cumplimiento de sus oibligaciones. Bien sabemos los militares de todas las jerarquías cuáles obligaciones nos imponen la Constitución y las Leyes; bien sabemos que el interés nacional impone a todos el estricto cumplimiento de esa obligación. Interpretando el sentir de la Institución Armada, estoy en condiciones de declarar que ésta se encontrará en todo momento dispuesta a respaldar con toda lealtad y eficiencia las disposiciones del Supremo mando ejercido por el ciudadano Presidente de la República, con la colaboración decidida de todos aquellos que han sido designados por el ciudadano Presidente para desempeñar cargos directivos en las Fuerzas Armadas”.
Los días que precedieron al golpe del 24 de noviembre fueron reveladores de la insurrección militar en curso. El día 17 se alza el mayor Tomás Mendoza en la guarnición de La Guaira. El día 18, el presidente Gallegos pronunció un discurso en el cuartel Ambrosio Plaza, y allí dijo a los oficiales: “Una vez más nuestro país está sufriendo la vergüenza de ver cómo la ambición y la falta de disciplina y de honor militar están provocando inquietud en toda la Nación”. Lo acompañaba su Ministro de la Defensa, Carlos Delgado Chalbaud, quien, una vez que regresaron al Palacio de Miraflores, felicitó al Presidentes Gallegos con estas palabras: “Muy bien, Presidente. Así como usted les habló es como hay que hablarle a esa gente”.
Y es ese mismo Ministro de la Defensa, teniente coronel Carlos Delgado Chalbaud, quien, 24 horas después, en el despacho presidencial de Gallegos, el día 19 a las 11 de la mañana, acompañado de los Comandantes Pérez Jiménez y Llovera Páez, sacó de su guerrera un papel y leyó las demandas que hacía el Ejército, que, aunque muy conocidas, siempre es conveniente repetir y no olvidar: 1) expulsión del país de Rómulo Betancourt; 2) prohibición del regreso del Comandante Mario Vargas; 3) remoción del comandante Gámez Arellano, Jefe de la Guarnición de Maracay; 4) remociones y cambios entre los edecanes presidenciales; 5) desvinculación con el el partido Acción Democrática.
Las respuestas que, de inmediato, el Presidente Gallegos dio a esas peticiones, constitutivas de un verdadero ultimátum, han quedado escritas en letras de oro en las mejores páginas de la historia nacional como testimonios de la civilidad y de la dignidad republicana.
En su libro “Rómulo Gallegos, vida y obra”, Lowell Dunham, profesor norteamericano investigador de la Universidad de Oklahoma, cuenta que en una ocasión, Gallegos, al verse traicionado, pronunció estas palabras: “le dije unas cosas que hicieron llorar a Delgado” y que, poniendo una mano en la espalda de éste, añadió: “me agrada verte llorar porque eso quizás signifique que todavía haya en ti algo noble”.También dice Lowell Dunham en su libro que, en la casa del presidente Gallegos, “el Comandante de la Guarnición de Maracay (Gámez Arellano) se enfrentó al Ministro de la Defensa (Delgado Chalbaud) y le dijo al Presidente que no debía tener confianza en el Comandante Delgado”. Esto último también me lo contó personalmente el propio Gámez Arellano en 1957, en Madrid, donde compartíamos exilio.
En declaraciones al periodista Agustín Blanco Muñoz, Pérez Jiménez señala que al principio Delgado tenía dudas de sumarse al golpe, por lo que llegaron a decirle: “o usted asume la dirección o nos veremos obligados a apartarlo…finalmente se convenció y dijo: los acompaño, vamos a proceder”. Vale recordar que, después de la muerte del general Román Delgado Chalbaud en la expedición del Falke contra Juan Vicente Gómez en 1929, su hijo Carlos Delgado Chalbaud vivió durante un año en la casa de Rómulo Gallegos, tratándolo como un padre, que estaba residenciado en Barcelona, España; años después del golpe que lo derrocó de la Presidencia Constitucional el 24 de noviembre de 1948, el gran novelista vivía desterrado en la ciudad de México, y, cuando en 1956 presentó una crisis hipertensiva, su cardiólogo le ordenó reposo en cama por 15 días, en los que tuve el honor de tomarle la tensión (antes de graduarme de abogado, yo había estudiado medicina), y uno de esos días me dijo que Delgado (dos veces se le salió llamarlo Carlitos y tuvo que autocorregirse, tal era el afecto que le tenía) había tratado de impedir el golpe, pero que cuando vió que era inevitable “se plegó a Pérez Jiménez y se perdió para la historia” y añadió: “fue un traidor pasivo, no un traidor activo”.
En la mañana del 24 de noviembre se consuma el golpe, dándose cumplimiento a la orden emanada del Ministerio de la Defensa. El Palacio de Miraflores fue cercado militar y policialmente, siendo apresados los ministros que allí se encontraban, patrullas militares recorrían las calles de Caracas y otras custodiaban las radioemisoras y las oficinas de teléfonos y telégrafos. El presidente Gallegos es hecho prisionero en su quinta “Marisela” en Los Palos Grandes y en la tarde de ese mismo día 24 es lle- vado a la Academia Militar, donde permaneció prisionero hasta el día 5 de diciembre del año siguiente, 1949, cuando es expulsado al exilio, rumbo a La Habana.
En el orden constitucional, el sucesor de Gallegos era el Presidente del Senado, Valmore Rodríguez, quien, acompañado de varios dirigentes políticos, se había trasladado a Maracay, cuya importante guarnición y su Jefe el teniente coronel Jesús Manuel Gámez Arellano, permanecían leales al Gobierno Constitucional. En Maracay, Valmore Rodríguez lee una declaración manifestando que “una grave circunstancia histórica me coloca en el caso de asumir la Presidencia de la República, mientras su titular se halla impedido por hechos que la historia sancionará implacablemente”, y nombra su gabinete ministerial. Lamentablemente, la guarnición de Maracay se pliega después a los facciosos, y Valmore Rodríguez y sus ministros son apresados y trasladados a la Cárcel Modelo de Caracas.
En la noche del 24 de noviembre de 1948, se instaló el nuevo gobierno de la Junta Militar de los tres tenientes coroneles, y comienza el régimen, primero una especie de “dictablanda” que después se transformó en brutal dictadura, que desaparece con la vuelta de la democracia el 23 de enero de 1958.