El grave problema identitario mundial
Uno de los graves problemas en el mundo actual es, sin lugar a dudas, la creciente tendencia a buscar en diversas poblaciones un toque identitario basado en la religión, el terruño, la civilización, la raza, o incluso una mezcla de todo ello, como bien lo explica en su último libro «El naufragio de las civilizaciones», el gran escritor Amin Maalouf.
Vemos lo que ocurre en Cataluña con la muy activa minoría conformada por los separatistas, que reclama una identidad histórica diferente a la española, la cual por cierto nadie les ha negado. O el caso de ese islam excluyente que pretende activar una jihad planetaria. O la reacción xenofóbica de personajes como Marie Le Pen en Francia, o Salvini y la liga norte, en Italia y Orban, en Hungría.
Pero no solo son esas las muestras más evidentes de búsqueda de identidades diferenciadoras. También hay otras signadas por residuos ideológicos de una época superada, como las contraposiciones entre los partidarios de nuevas expresiones del marxismo entre las que se encuentran aquellos que siguen aferrados a la revolución conservadora de Thatcher/ Reagan, o los de retorno a una supuesta civilización primitiva contra los adoradores de la tecnología.
En fin, nadie parece hoy en día satisfecho con el estado de las cosas y quisieran cambios sin saber de manera precisa en que consisten, salvo los que se preocupan por las posibles consecuencias del calentamiento global, aunque en este punto tampoco pareciera haber consenso sobre sus causas.
He leído hace algún tiempo en Le Monde Diplomatique el tema de la lucha por reducir las desigualdades, centrado en la distribución equitativa de la riqueza. Desde hace varias décadas un nuevo tipo de reivindicación admite la exigencia de redistribución respetando las diferencias, las identidades minoritarias y la lucha contra la discriminación. Cada vez más chocan en la relación entre estas dos concepciones, de forma que se refuercen recíprocamente. Teorías que se desvanecen para que todo permanezca igual.