Opinión Nacional

La picada de los mosquitos

Y es que, como si los demás venezolanos fallecidos o heridos jamás hubiesen existido, la estrategia ha sido la de una crónica y radical victimización de Chávez Frías. E, interesadamente correlativa, ahora, la satanización de Capriles Radonski que, a falta de argumentos, sobrando las ofensas, forma parte de los “mariconsones”, “sifrinos” y “asesinos” que se apersonaron en la sede de la embajada cubana en Caracas, de acuerdo a la elevadísima opinión del canciller Maduro.

Precisamente, la semana aniversario de los tristes acontecimientos fue ocasión para que el chavezato se afincara aún más en la intensa campaña contra el candidato presidencial de la oposición, dibujando una situación semejante a La Habana que explica todos sus fracasos por el recurrente recuerdo del batistato. No hay pasado, por remoto o próximo, que no sirva para el espectáculo de distracción respecto a los más urgentes, actuales y evidentes problemas de los que pretenden irresponsabilizarse.

Desde antes de la Semana Santa, el libreto ha sido el mismo a través de todos los actos oficiales u oficiosos, conversatorios y movilizaciones, programas radiales y televisivos. Modificando el Orden del Día, armados de los consabidos videos, banalizando aquella tragedia, los parlamentarios del gobierno redundaron en la estrategia fascista de inculpar y ridiculizar a la oposición, aunque fracasaron estrepitosamente en esa sesión. Sin embargo, ya les es tarde para enderezar la morbosa estafa propagandística y publicitaria que los castiga en los sondeos de opinión.

Castigo lógico porque ya Chávez Frías es el pasado que se resiste inútilmente a dejar de serlo, frente a un presente distinto que le demanda responsabilidad por el estruendoso fracaso. No por casualidad, diez años después, es el mismo que ocupa la Presidencia de la República, creyéndose propietario de Miraflores hasta el fin de los días.

Hemos retrocedido, incluso, en términos sociales y económicos y, de ello, habla la tremendísima inseguridad personal, la adulteración de las cifras de viviendas que simplemente no se construyen, la masiva desatención médico-hospitalaria, la demoledora cota de las importaciones de alimentos que también se pudren por miles de toneladas, el insoportable costo de la vida, el desempleo disfrazado. Por cierto, recientemente, el ex – alcalde inenjuiciable y aerostático Juan Barreto, ha calificado nada más y nada menos que de burguesa una ley de desarme, porque no son ellos precisamente las víctimas predilectas del hampa, por siempre custodiados o guardaespaldados como no lo estamos ninguno del pueblo venezolano.

Inservible esfuerzo de satanizar a Capriles que representa esa otra Venezuela posible de seguridad y tranquilidad, aspirante a trabajar dignamente y no a mendigar por una beca irregular que, a la postre, se convierte en negocio para los que están en el gobierno. Se está revirtiendo la tarea de defender a capa y espada el pasado que representan, porque es el pueblo mismo el que los interpela en el presente, esperando por el 7-O para inaugurar un futuro diferente: nada hará la picada de mosquitos.

 

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