Opinión Nacional

El odio en política

                        Científicos recientemente localizaron en una estructura cerebral denominada Núcleo Estriado ligada al procesamiento del placer, la sede de sensaciones  malsanas que despierta la desgracia o el sufrimiento de otros.

Desde el punto de vista evolutivo el ser humano primitivo en su lucha por sobrevivir se alegraba ante la desgracia del rival. En una sociedad primitiva donde literalmente se batalla por sobrevivir pues el mundo que rodea al individuo es amenazante, eso pudo tener sentido. En ese caso la mala fortuna de otro se convierte en oportunidad según los psicólogos sociales, aunque suene duro. Afortunadamente eso se ha dejado atrás en la medida en que el desarrollo humano ha conseguido formas más evolucionadas de convivencia y relación.

Quedan sin embargo vestigios en el humano actual  de esos sentimientos primitivos. La palabra alemana “Schadenfreude”  describe el sentimiento pocas veces confeso y vergonzoso de alegría que provoca el sufrimiento del otro, sobre todo si ese otro de alguna manera se percibe como adversario. Este sentimiento (nada de que sentirse orgulloso) existe en forma discreta, pero a veces  puede llegar a ser destructivo. Más aún en grupo pues tiende a  potenciarse ya que somos más fieramente competitivos en grupo que individualmente (esto está comprobado en ciencias sociales).

En escenarios políticos radicales es posible estimularlo en forma perversa para beneficio propio si se alienta la confrontación irracional. Un líder que con su verbo encendido utiliza palabras como “aniquilar”, “pulverizar” o similares está creando condiciones para que sus seguidores acaten sus palabras en forma literal por el efecto potenciador que tiene la “Schadenfreude” en grupo.

El psicólogo social Russel Spears destaca en sus estudios que este sentimiento que produce vergüenza cuando se siente individualmente, es legalizado, racionalizado (por ende justificado), cuando se comparte en grupo, y puede conducir a la violencia. La “schadenfreude” cuando es estimulada en grupos radicales, lejos de producir legaliza y se percibe con orgullo,  como manifestación de lealtad (aunque despreciable) con su líder o sus partidarios. La validación del líder abre las puertas a la legalización y permisividad de la violencia. Según los científicos sociales esto explica la tolerancia social que existió por parte de la población ante atrocidades como el genocidio de Ruanda en 1994 , y el Holocausto.  Resentimientos colectivos acumulados fueron perversamente manipulados y auspiciados hasta lograr despertar aún en los más pacíficos sentimientos horribles de placer ante la desgracia del otro que llevaron a justificar la brutalidad. La “Schadenfreude” lleva a la tácita aceptación de la discriminación y el odio. Ablanda la moral y predispone al exterminio. El estimulo de la “Schadenfreude” para beneficio político es repudiable, conlleva responsabilidad, y debe ser denunciado y rechazado.

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