Venezuela y el “efecto mariposa”
En la situación de caos en que se encuentra, Venezuela ha comenzado a producir efectos en el continente que empezaron como el sutil e imperceptible aleteo de una mariposa, pero que están contribuyendo a desestabilizar la región. Si no se enfrenta de manera definitiva y contundente el asunto y solo se intenta contener el problema, la crisis se agravará.
La semana pasada el exembajador Diego Arria nos recordó la teoría presentada por Edward Norton Lorenz sobre el papel detonador del “aleteo de una mariposa”. La postulación es que en sistemas complejos o inestables, pequeños cambios pueden generar grandes transformaciones.
Esto lo afirma Arria en relación al “aleteo desestabilizador del régimen de Maduro en la frontera con Colombia”, en referencia a la presencia del ELN y las FARC en nuestro territorio. Y señala la falta de responsabilidad del Secretario General de las Naciones Unidas quien debería llevar este caso ante el Consejo de Seguridad, pues puede poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Dar refugio a las guerrillas colombianas viola la Resolución 1373 de ese Consejo. Coincido con él en que es justamente en esa frontera donde se puede encender un conflicto, el cual, añado, Maduro debería evitar a toda costa si quiere mantenerse en el poder.
Frente al aleteo en la frontera o el aleteo originalmente inadvertido de una Venezuela que ha entrado en una crisis que está afectando seriamente a los países del continente -pues exporta millones de seres humanos, drogas, inseguridad, crimen organizado transnacional y terrorismo entre otras cosas-, los gobiernos han asumido más una estrategia de contención que una de resolución.
Esto es lamentable. Los americanos del norte y del sur tenemos una experiencia muy vívida con el caso de Cuba. Esa pequeña mariposita roja ha venido agitando sus alas desde que los Castro sometieron al pueblo cubano en nombre de otra fallida revolución socialista. Además, ese aleteo no ha sido espasmódico, sino una estrategia para multiplicar su influencia en el continente a través del caos – y la teoría de Lorenz está fuertemente ligada a la del caos.
Únicamente EE.UU. ha medianamente entendido el problema de la Cuba castrista, pero solo se dedicó a apaciguar y contener. Los demás países del continente, o apoyaron en mayor o menor grado a los Castro, o simplemente creyeron a la isla muy débil para preocuparse de ello – para no hablar del antiamericanismo y el fidelismo de muchos líderes regionales. Al final, el efecto de la mariposa cubana se expandió por el continente y ya se ha instalado en Venezuela, Nicaragua y Bolivia, ante los incrédulos ojos del mundo. Y de allí nuevas mariposas aletean.
El castro comunismo devenido en castro chavismo, cuando comenzó a hacer metástasis en el último quinquenio, fue rápidamente percibido por muchos como un peligro. En algunos de los países que se alineaban con él, sus pueblos lograron sacarlos del poder. En nuestro caso la comunidad internacional reaccionó duramente a comienzos de 2017 cuando desde la OEA se señaló al régimen como dictatorial y luego cuando a principios de este año, 60 países no reconocieron al régimen de Maduro, sino al interino de Guaidó. Poco a poco se han ido tomando medidas y sanciones para aislarlo y debilitarlo. Incluso, como sabemos, se han creado grupos ad hoc para dar seguimiento y actuar coordinadamente a fin de promover la vuelta de la democracia y las libertades fundamentales a Venezuela, como es el Grupo de Lima. Otro grupo que se creará es el previsto en el TIAR. Este último pretende endurecer más las sanciones al régimen a fin de provocar el cambio esperado.
Empero, aun cuando el aleteo venezolano ya está provocando el caos en otros países, muchos no se han convencido o apenas comienzan a verlo como un peligro directo y colectivo en términos de desestabilizar el continente.
En una especie de introspección pudiéramos aplicar el “efecto mariposa” ante el caos que existe en nuestro país, las divisiones internas y los diversos tableros en que se está dando esta confrontación con el régimen, para entender que no es inteligente descartar opción alguna para salir del usurpador, cuando sabemos que un suave e imperceptible aleteo en un momento y lugar determinado – que no sabemos a ciencia cierta- también puede inducir el cambio esperado. Pero ojo, esto no quiere decir que la acción colectiva, organizada y dirigida no tenga ninguna importancia. Al final será esa fuerza organizada la que se impondrá, aun cuando la chispa pueda haber surgido en otra parte.
No sesguemos en la lucha: agitemos nuestras alas y no perdamos las esperanzas que nuestro pequeño esfuerzo puede coadyuvar a dar al traste con el régimen. Eso sí: “hay que arrimar pa’l mingo” y no bochar las bolas del equipo.