¿Cómo Afecta el TIAR a Venezuela?
El TIAR es el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca también llamado Tratado de Río. Consiste en un Pacto Interamericano de Defensa Mutua que fue firmado el 2 de septiembre de 1947 en Río de Janeiro, y que, según el Artículo 3.1 del alcance del Tratado, en caso de producirse un ataque armado por cualquier Estado contra un país Americano, será considerado como un ataque contra todos los países integrantes del grupo. Pero, además, consecuencialmente, todos los países integrantes del mismo se comprometen a ayudar y defender al agredido.
Como referencia, podemos citar el caso de la Guerra de Las Malvinas. Entonces, el TIAR fue invocado, pero no se pudo aplicar. Y todo debido a que Argentina fue considerado país agresor, al invadir Las Malvinas anticipadamente. Ante ese hecho, como se recordará, Inglaterra reaccionó en su defensa, y Estados Unidos y la mayoría de los países integrantes no actuaron. Sin embargo, los Estados Unidos se vio obligado a apoyar a Inglaterra. Lo hizo cumpliendo con su compromiso adquirido en el Tratado de la OTAN.
Es importante señalar que el TIAR ha sido invocado, por lo menos, un poco más de 20 veces, si bien nunca fue puesto en acción, desde que se firmó el Pacto. Siempre ha habido alguna traba o alguna cierta razón de “gran peso” para no poder activarlo.
El 11 del mes y año en curso el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó, con la mayoría necesaria, la activación del TIAR ante el caso que hoy vive Venezuela. El país, como ha sido considerado por Miembros de dicha 0rganización, se ha convertido en una amenaza para la paz y seguridad de la región. En esta ocasión, la Resolución fue aprobada con 12 votos a favor, 5 abstenciones y 1 voto ausente.
Ahora bien, para la mayoría de los venezolanos esta aprobación de la OEA despierta una cantidad de interrogantes, con relación a la muy difícil y precaria situación socioeconómica por la que atraviesa la Nación; también por las consecuencias que esto acarrearía en el corto plazo. El Tratado prevé una gama de opciones, que van desde: la negociación; la ruptura de relaciones diplomáticas; la desaparición de relaciones consulares; la suspensión de comunicaciones económicas, de transporte terrestre, marítimo, aéreo, comunicaciones radioeléctricas, radiofónicas. Inclusive, hasta la opción de acciones coercitivas de carácter militar.
Para Venezuela, la situación es hoy sumamente compleja. Todo por haber sido acusada no sólo por una sola causa, sino también por múltiples razones. Entre algunas de las de mayor peso, figura, sin duda alguna, la de Colombia. Este vecino país acusa a Venezuela de darle albergue a la guerrilla agresora colombiana.
Adicionalmente, la Declaración de Violación de Derechos Humanos elaborada por la institución que lidera la Doctora Michele Bachelet, la desesperada diáspora de más de 4 millones de venezolanos regados por el mundo y, especialmente, entre los países vecinos, que se traduce en la causa de grandes problemas de orden social, se suma, de igual manera, al hecho de ser acusada de estar implicada en el narcotráfico y blanqueo de capitales e incluso. Es una acusación que, como ya se sabe, contempla señalamientos a personeros del Gobierno de Venezuela.
Independientemente del gran ruido que ha provocado la aprobación del TIAR, es importante destacar que, difícilmente, se trata de un episodio que provocará la activación los tambores de guerra. En cambio, sí pudiera convertirse en un motivo para que pudieran otras sanciones, como es el caso de la profundización de Venezuela en su ya actual aislamiento de Venezuela. De igual manera, incrementarse el hambre y la miseria, además de la inflación que, junto con el colapso económico convertido ya en una excesiva contracción, pudiera agravar la ya anunciada explosión social de impredecibles consecuencias. Pero, en principio, no debería trascender dicho cuatro.
Mientras tanto, y el caso hay que citarlo y reseñarlo por el alcance de su proyección dentro y fuera del país, el partido de Gobierno se desgrana cada día más y más. Y se trata de un hecho inevitable, porque la deserción se ha convertido en un problema incontenible. Es un hecho que se ha estado dando entre sus seguidores civiles y el ámbito militar.
En este último caso, el cuerpo de hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas lo conforman padres y madres de familias. Todos tienen hijos, nietos, padres y abuelos, y todos ellos están sufriendo lo mismo que el resto de los venezolanos. Es un verdadero auto engaño creer en una lealtad, cuando el hambre y las necesidades terminan convirtiéndose en un dedo acusador de ineficiencias, incompetencias y de discursos movidos por fundamentaciones frágiles, sin fundamentaciones serias. Son relativamente pocos los que se han enriquecido o beneficiado a nivel personal, mientras que aquellos que sí lo han hecho están poniendo sus barbas en remojo, además de bajándose de la carreta ya destartalada.
La gran mayoría de los venezolanos ya no tiene posibilidad de conseguir trabajo. Y los pocos hombres y mujeres que todavía no han podido acceder a una fuente remuneradora de ingresos decentes, no pueden subsistir ganando en bolívares unos míseros salarios que no les permiten compensarlo con monedas duras, bien sea en dólares, euros, inclusive pesos colombianos.
El TIAR, desde luego, no provocara una invasión, ni tampoco será la solución de los incuantificables problemas que agobian a los venezolanos. Pero nadie que hoy está en su sano juicio, puede atreverse a apostar de que dicho Tratado y su implementación no pudiera traducirse en la precipitación de una reacción. Cada día el odio y el resentimiento social reflejan y describen alcances del severo predominio de la negativa a superar el cuadro de dificultades que tocan la puerta del hogar de cada venezolano.
Además, tampoco se puede negar que, a diario, será más complicado para los responsables evadir las consecuencias de la torpe conducción de la Nación. Ya no es asunto de señalar. Cada ciudadano sabe quién es; qué ha hecho y cuál es su grado de responsabilidad. Llegó la hora de reflexionar. También, quizás, esa sabia recomendación de los abogados litigantes: “es mejor un mal arreglo, antes que un buen pleito”.