Humboldt: Pueblos Pintados de las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente
Alexander von Humboldt (1769-1859) explorador, geógrafo, científico e historiador alemán, junto a Bonpland (1773-1858) llegan por azar a Venezuela a fines del siglo XVIII, a lo que era el Virreinato de Nueva Granada, viajan por la zona oriental, los llanos y el Orinoco. En un recorrido de sesenta días desde los llanos de Apure hasta la desembocadura del legendario río motivados por su pasión por la vida silvestre. Su vasta obra dio al mundo una mirada interior a lo que era continente, que hasta ese entonces era prácticamente desconocido. Y estas edénicas selvas tropicales y sus culturas, están siendo destruidas tres siglos después por la irresponsabilidad de un régimen genocida y ecocida por la monstruosa depredación del Arco Minero del Orinoco.
Por su formación científica y humanista, estaría alarmado por el destino del Amazonas, y sus culturas vinculadas íntimamente a la existencia de estos ecosistemas. Sorprende el acercamiento de los escritos del erudito a la estética aborigen, en el capítulo los “Pueblos Pintados”. Es el testimonio de un observador acucioso, y preciso, sobre una de las manifestaciones artísticas de las sociedades selváticas. Destaca que la desnudez de sus cuerpos afirma no era tal para ellos, pues los cubrían no con ropajes, sino a través de lo que el arte contemporáneo llamaría pinturas corporales, que aún siguen utilizando en el siglo XXI los Yekuana, Yanomami, Piaroa, Wayuu, son culturas que viven en y para la naturaleza. Y esto se evidencia en su cultura material y espiritual.
Alexander destaca con humor, que la miseria de un indígena, se podía percibir por la falta de su pintura corporal, adaptando un dicho europeo a lo que observaba: “Así pues, lo mismo que en los climas templados dicen de un hombre pobre: No tiene de que vestirse, oímos decir a los indios del Orinoco: Tan miserable está este hombre que no tiene con que embijarse, onotarse la mitad del cuerpo”.
Como científico le interesa identificar las especies de las que extraen los colores con que se pintan, y los procedimientos para elaborarlos, los cuales describe con detalle. Destacan dos plantas: El onoto y la chia, de donde extraen una pasta rojiza, por procedimientos de elaboración diferentes, unos extraídos de semillas y otros de hojas. Se extraña el explorador que existiendo el añil, en estado silvestre no usaran el azul en sus dibujos corporales como los galos. Gustaban a tal extremo el color rojizo, que los misioneros en vista del fracasó por hacerlos usar ropas, empezaron a comercial con el pigmento. Hace un comentario, que nos muestra la capacidad que tenían los españoles de ver la realidad a través de su quimérica imaginación:
“Es penoso decir que algunos misioneros especulan con ese estado de desnudez de los indígenas. No pudiendo vender ni las telas, ni vestidos, los frailes comercian con el pigmento rojo, que tan solicitado es de los naturales. He visto a menudo en sus cabañas llamadas fastuosamente conventos, depósitos de chia, que se venden hasta por el precio de 4 pesetas la torta, y un hombre gana por el trabajo de dos semanas los recursos necesarios para comprar la pasta y pintarse colorado”.
En los sitios que recorre, la pintura corporal estaba extendida, y dominaban los colores rojos y negros. La predilección por la rojez y los ocres podría estar vinculada a su relación con la sangre, ya que en diversos mitos indígenas, es la sustancia fertilizadora de las plantas; y el negro se asocia a la tierra, y al mundo nocturno de los espíritus que raptan las almas.
La descripción de los diseños que hace una hija a su madre, nos muestra la minuciosidad descriptiva del explorador: “Sorprendiéndonos ver en el campamento de Pararuma que las mujeres de edad muy avanzada estaban más diligentes en su adorno, que las mujeres jóvenes. Vimos una india de nación Otomaca, que se hacía frotar los cabellos con aceite de huevos de tortuga y pintar la espalda con onoto y caruto, operación en la que empleaban a sus hijas. La ornamentación consistía en una especie de enrejado de líneas cruzadas negras, sobre un fondo rojo, poniendo un punto negro en el centro de cada cuadrito. Era una obra de una paciencia increíble. Y más se admira esta afición a los adornos cuando se cae en la cuenta de que las figuras y los rasgos no son producidos por procedimiento de tatuaje, sino que unos dibujos hechos con tanto cuidado se borran si el indio se expone imprudentemente a fuertes aguaceros”. Evidencia de como la dimensión estético-simbólica, ocupa un lugar fundamental en estas sociedades. Es un arte efímero, muy apreciado que responde a los mitos que fundamentan su visión del mundo.
En el mismo lugar, el científico vio otro tipo de pintura corporal, que evidencia como asimila el aborigen de manera creativa la indumentaria occidental, y reacciona ante ella: “Vimos que se hacían pintar una chaqueta azul con botones negros”.
El hecho de simular el ropaje con pinturas, muestra una estrategia de igualación del rango social, el indígena sabe que el vestir adecuadamente transmite Poder; ante esto las imita, y se evidencia el manejo subversivo que hace de la acción creadora.
Escribe en su diario, la reveladora descripción de unas pinturas corporales que le relato un misionero: “De los guainaves del río Caura, quienes tienen la costumbre de teñirse de colorado con onoto, y hacerse a lo largo del cuerpo anchas estrías transversales sobre la cuales aplican pajitas de mica (mineral de brillo metálico)”.
Imaginar a un personaje cubierto completamente de rojo, con bandas anchas onduladas de color plateado, entre el verdor selvático, semeja la imagen de una ensoñación, más que la de un ser viviente. Implican estos colores un complejo simbólico, el rojo asociado a la sangre, la vida, la fertilidad y la madurez de los frutos; se vincularía el brillo metálico plateado al resplandor de las estrellas, a los reflejos acuáticos, o a las gotas de lluvia. Es un poema visual; del que solo podremos imaginar el significado y sorprendernos de la sublime belleza, de esa aparición selvática.
Alexander von Humboldt, a través de estas vivencias lleva al lector al terreno de la estética, con descripciones y relatos motivados por la búsqueda de la verdad, a través de la objetividad descriptiva de la ciencia, y cuando tiene algún prejuicio no lo oculta, sino lo explícita y lo afirma. Por eso seguirá siendo su obra, una referencia de primer orden para los investigadores que encontraran en ella nuevas lecturas, al leerlo e investigarlo.
Bibliografía:
Alexander von Humboldt. Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, introducción de Eduardo Röhl, traducción de Lisando Alvarado. Caracas, Ministerio de Educación, 1941-1942. Tomo II, pp.352-360