Opinión Nacional

Un año peligroso

Lo único “predecible” en Venezuela en cuanto a política se refiere es que Chávez debe ganar las elecciones de octubre con su eterno 60/40. Sin embargo, se abre un compás para los sectores democráticos, que pudiera ser utilizado y dar un vuelco republicano. Si los opositores alineados con la unidad votan por el candidato que resulte electo en esas innecesarias primarias y, defienden sus votos en octubre, se tornaría una situación interesante, y si aunado a ello, se incorporan los sectores indiferentes causándose un voto masivo opositor pudiera ocurrir un cambio episódicamente, recibiendo el respaldo institucional de la Fuerza Armada

Los disidentes que siguen las incidencias de la unidad constituyen los votos abiertos a favor de la oposición, pero hay una tendencia que empieza a despertar integrada por los indecisos inconformes con los hechos diarios que suceden en el país, disgustados por las largas colas en el Metro, en los bancos, la escasez y comida cara, y la fragosa e irreversible inseguridad. Esa gente está molesta,  en el día a día los oímos resistirse con voz calmosa, y el voto de ellos no pertenece a ninguno. Seguramente Chávez les “paga” pero no es suficiente para vivir en paz en una Venezuela polarizada y destruida. Ellos no tienen una militancia política precisa, aunque los obliguen a caminar en veces a favor del oficialismo, y en otras oportunidades les lancen flores a las menguadas marchas de la disidencia. Ellos saben que su voto es secreto y decisivo para encauzar al país, para su cambio y regreso a la prosperidad. Los escollos económicos del oficialismo serán devastadores,  podrán ir desde un cese de pagos, hasta una quiebra estruendosa del Estado. Estamos sometidos a las importaciones, cuales pueden sufrir alteraciones en sus lugares de origen, y a una devaluación que ronda las mentes persuasivas del chavismo, pero saben que estamos en un año electoral y que para esto hay tiempo, difiriéndola.

La ley de costos y salarios será la espada de Damocles para la economía; por mucho que lo deseen nuestros empresarios, difícilmente el gobierno la derogará. Actuará contra la libre empresa. Y si el régimen llegara a asfixiar tanto a los empresarios también dañaría a sus mismos partidarios, creando el caos en la producción de bienes y servicios, en la comercialización de alimentos, y las consecuencias serán impredecibles aunque la gente cargue dinero en los bolsillos. La escasez e inflación desolarán cualquier intención hegemónica del oficialismo.

Quienes aspiran una transición deben tener una maquinaría; hasta el presente quienes han demostrado tenerla es el partido Primero Justicia, y sus candidatos se ven enrumbados a prevalecer en las postulaciones, advirtiendo sus movilizaciones organizadas. Si continuamos improvisando y esperando milagros que nunca llegarán, sobrevendrá indefectiblemente el escenario descrito al comienzo con el 60/40 a favor del oficialismo, sin que nadie al final sepa si en realidad se concierne con las votaciones. Entonces no habrá pasado nada en este país que merezca un cambio ni una transición, y seguirán las cosas igual o peor. El período es breve para concretar estas reflexiones en caso de originarse un voto masivo de la disidencia, y definir un triunfo democrático. Sin una maquinaria no se ganan elecciones,  con timoratos que no defiendan  su voto no se cobra, y de experiencias adyacentes estamos repletos. Creemos que octubre es una oportunidad señera y la tarea es votar sin miedo y con las trenzas bien amarradas, de lo  contrario las efusiones que vemos en algunos de nuestros políticos bufones habrán fracasado, como las esperanzas de un pueblo sojuzgado que quiere recobrar su libertad ¡Feliz Año!

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