¿Renovar todos los poderes soluciona la crisis?
El anuncio ante un inexistente consejo de seguridad de la nación hecho por Maduro, de que debe procederse a la renovación de todos los poderes salvo, claro está, el suyo, es una pantomima más a lo que nos tiene ya acostumbrados y mareados el régimen actual.
Es evidente que el país necesita una renovación, pero no de los hombres sino del sistema. De nada servirá cambiar las figuras del CNE, de la Fiscalía, de la Contraloría, del Tribunal Supremo si el que manda y dispone es el mismo creador de la crisis. Toda esta farsa cosmética no tiene otro propósito que tratar de imponer unas elecciones parlamentarias anticipadas para que con los “ nuevos hombres en los poderes públicos ” asegurar el control hegemónico del Estado bajo la conducción del factótum.
La única salida viable a la crisis pasa por un proceso secuencial de renovación y de reestructuración del país. Lo primero es que cese la usurpación como señala el mantra, porque mientras esta persista no hay posibilidad alguna de recuperación ya que los ingentes recursos económicos y financieros requeridos para poner de nuevo en marcha a nuestra nación no estarán disponibles. Por eso, se debe constituir un gobierno de transición amplio que siga una hoja de ruta que permita, en primer lugar, la entrada masiva de la tan necesaria ayuda humanitaria e inicie los cambios necesarios para preparar las elecciones progresivas no solo de la presidencia de la República, sino de todos los poderes del Estado.
Para que Venezuela sea de nuevo una nación viable, el cambio fundamental no es de hombres en el poder, sino de la concepción misma de lo que debe ser la conducción de un país en el siglo XXI. No es posible una recuperación y un crecimiento sostenido aplicando criterios políticos que tienen sus orígenes en el siglo XIX, y mucho menos aplicando los métodos fracasados de los totalitarismos del siglo XX.
El 90% del país quiere cambio, pero ese cambio que añora es el de vivir en paz, con oportunidades de trabajo cuya remuneración permita una vida digna, que los servicios públicos de transporte, luz, electricidad, agua y gas estén permanentemente disponibles. Que los hijos y nietos puedan retornar a Venezuela porque el gobierno que esté en el poder asegure las condiciones mínimas de seguridad que faciliten la convivencia social.
Eso, después de 20 años de polarización, de destrucción del aparato productivo, de corrupción rampante y de sembrar la anomia y el caos no es posible con la misma nomenclatura controlando los diversos poderes del Estado.
Hay que perseverar y seguir apoyando lo que ha reiterado hasta el infinito Guaidó lo que necesitamos para superar la crisis que está desmembrado a Venezuela es: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Todo lo que no vaya en esa dirección son pañitos calientes para seguir con más de lo mismo.