Francisco Massiani, arte y humanismo
El fallecimiento del escritor y dibujante Francisco Massiani (1944-2019) ha entristecido a la comunidad cultural venezolana y a sus múltiples amigos y paisanos que le quisieron y valoraron como un ser dotado de una honda sensibilidad humana. No fue prolífica su obra literaria; pero lo suficiente como para dejar una huella durable en la literatura venezolana de la segunda mitad del siglo XX, especialmente a partir del 23 de enero de 1958, cuando Venezuela rescató su libertad y su democracia luego del derrocamiento del dictador, General Marcos Pérez Jiménez.
Nació el año en que los Ejércitos Aliados de Occidente iniciaron la victoriosa campaña que daría al traste con las dictaduras totalitarias de Adolfo Hitler y Benito Mussollini, poniendo fin a la II Guerra Mundial. Parte de su infancia transcurrió en Chile e hizo vida juvenil en París. Descendiente de inmigrantes establecidos en Carúpano en el siglo XIX, tanto por su lado paterno como materno, Francisco Massiani Antonetti siempre tuvo presente la impronta fecunda de sus antepasados oriundos de la isla de Córcega, quienes tanto aportaron al desarrollo agropecuario, industrial y comercial de Venezuela y del oriente del país hasta las primeras décadas del siglo XX; impronta que se mantiene hasta nuestros días, tanto en las faenas de producción agroindustrial, como en los ámbitos del comercio y la exportación; pero también en la ingeniería, la medicina, el derecho, la economía, la banca, la cultura, las artes y las ciencias sociales.
Como decía mi padre, Héctor Grisanti Luciani (1926-2919), recientemente fallecido, catedrático y escritor de textos jurídicos: si no hubiera sido por el petróleo, seguramente estaríamos todavía, produciendo cacao, chocolate y ron en la península de Paria; balatá y ganado en Guayana; o café en Los Andes.
Y es que la obra literaria de Pancho Massiani refleja el vigor de una clase media urbana que busca su identidad en la próspera Venezuela que recibió con los brazos abiertos a tantos inmigrantes europeos y mediterráneos que facilitaron la modernización y el progreso socioeconómico del país. Las olas de inmigración de los siglos XIX y XX democratizaron el capital y crearon riqueza para la economía venezolana con sus destrezas productivas, técnicas y artísticas. Aquellos inmigrantes de los años 40, 50 y 60, como los del siglo XIX, si supieron sembrar el petróleo en obras de infraestructura hídrica, eléctrica, industrial, educacional y hospitalaria.
En 1968, fecha del Mayo Francés y de la invasión soviética a Checoeslovaquia, Massiani publicó su novela prima, Piedra de mar (Monte Ávila), la obra clásica de la juventud venezolana. Ese año Venezuela eligió en elecciones libres, por primera vez, a un presidente de un partido distinto del gobernante y fue un hito histórico el traspaso del poder del Dr. Raúl Leoni al Dr. Rafael Caldera. Pero fue también el año del asesinato de Martin Luther King y de Robert F. Kennedy en los Estados Unidos, quienes abogaban por los derechos civiles y por la paz en la guerra del Viet Nam. En palabras de José Balza (1988): “…tanto el joven como el adulto que recorran estas páginas hallarán en la inmediatez de su vida, o escondidos como dulce serpiente, el malestar y la gloria de ser adolescente…”
Monte Ávila recogió sus diversos cuentos desperdigados en Las primeras hojas de la noche (1970) y el Llanero Solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes (1975). De Un regalo para Julia y otros relatos (Monte Ávila, 2004), señala en el prólogo Carlos Noguera: “…No es la menor entre las singularidades de la adolescencia, el hecho a veces paradójico de que la búsqueda necesaria de la identidad yoica (que debe quedar estructurada al final del período, en el umbral mismo de la adultez), decreta una centración en la propia persona que propicia el tercer gran brote de egocentrismo, al lado de los de la infancia y la niñez inicial: el autocentrismo adolescente. Para acceder al estatus de madurez, la evolución personal debe pagar el precio de un avance reptante cuyos rasgos definitorios son la vacilación, la duda, la fragilidad…”
Ya esa vacilación, duda y fragilidad, Pancho, se disiparán ahora que estás al lado de Dios. Descansa en paz, paisano.
PD: este cronista no puede dejar de mencionar que Pancho Massiani nos aupó cuando fundamos, en 2007, la Asociación Cultural Corsos de Venezuela.
@lxgrisanti