Sobre la negociación, los Analistas del Teclado y otros extremistas
Richard Casanova
Una negociación política actualmente en Venezuela puede tener distintos significados dependiendo de la posición desde la cual se aprecie el proceso y para eso es necesario advertir que en el campo opositor hay al menos tres grupos. Para los «extremistas belicistas» cualquier negociación está descartada, hacerlo es traición, no ven otra salida sino una confrontación violenta o una intervención militar que arrase con el chavismo. No creen en salidas electorales pues el dictador “jamás entregará el poder”, como si tal cosa dependiera de su voluntad. Son una minoría que hace mucho ruido en las redes sociales pero tiene escasa capacidad de movilización. Su vanguardia son los llamados «Guerreros del Teclado».
Luego en la punta contraria están los «extremistas complacientes», otra minoría. Estos utilizan la posibilidad de una intervención militar para justificar una inmediata negociación, obviando el prontuario de este régimen truculento. Quieren negociar sin condiciones, ni garantías. Atendiendo a sus propios intereses, algunos de ellos vienen negociando tras bastidores desde hace tiempo. En este grupo conviven colaboracionistas y eternos fracasados con gente que ingenuamente creen que la oposición democrática no desea negociar sino una salida cruenta. Los «Analistas del Teclado» es su vanguardia, son parientes malqueridos de los «guerreros» pero con ínfulas de intelectuales. Como se creen más inteligentes, no son frontales: esconden su permanente crítica a Guaidó y a la oposición tras la supuesta intención de corregir errores, promover consensos o construir una política alternativa. Corriendo siempre a ese mismo burladero, sostienen la amenaza de “deslindar”, cosa que han hecho innumerables veces sin tener la fuerza para realmente dividir a la oposición.
Desconocen a la unidad opositora a pesar de que los resultados electorales en los últimos tiempos han dejado claro cuál es su peso en la sociedad venezolana, carecen de la humildad para reconocer que el liderazgo que le ha tocado conducir esta coyuntura tiene el apoyo de más de 60 países y sostiene una política con amplio respaldo popular. Ni siquiera son capaces de reconocer los avances y que -al margen de los errores- es gracias a ese liderazgo que hoy estamos a las puertas de una salida a esta tragedia. Al contrario, pasan el día sumergidos en la retórica del fracaso: nadie sirve y todos estamos equivocados, solo esa élite de iluminados es dueña de la verdad. Por eso siempre se sienten ofendidos por opiniones adversas, hablan de tolerancia y de tener el “cuero duro” pero cualquier roce les genera salpullidos. Sentirse irrespetados es no sólo otro burladero sino su contra-argumento principal.
Y lo más grave, en especial los extremistas complacientes siempre buscan cualquier excusa para aliviar las culpas al régimen y deslizarlas a la oposición. Son benevolentes y comprensivos con la narco-dictadura pero implacables con Guaidó, la Asamblea Nacional o el G4, por ejemplo. Ya han dicho que la crisis es consecuencia de las sanciones o que es Guaidó quien debe solucionar el drama hospitalario con los recursos (no disponibles) de CITGO, solo les falta reconocer que el fracaso del gobierno es consecuencia de la “guerra económica”, del imperio o del capitalismo. Insólito!
Pudiéramos decir que los Guerreros del Teclado son algo más honestos en sus planteamientos, aunque igual de lesivos e irresponsables. Sin dudas, hay muchas coincidencias entre éstos y sus arrogantes parientes, los Analistas del Teclado. Ambos exhiben odio y resentimiento contra los partidos mayoritarios, unos porque comparten la perniciosa anti política, otros por la frustración que genera militar en partidos prácticamente inexistentes o con un extenso historial de fracasos. Su obsesión destructiva oculta la pretensión de igualar por abajo a toda la oposición para hacerse ellos visibles y lograr protagonismo. En el país de los ciegos, el tuerto es rey… Quizás no vean otra vía pues francamente ambos extremos tienen enormes carencias políticas y escaso respaldo popular: difícilmente ganarían una primaria, podrían defender un voto o convocar a una marcha. Pero si son expertos en criticar, «managers de tribuna» que nunca arriesgan su pellejo y jamás son perseguidos por el régimen. ¡Que casualidad!
En fin, ambos extremos benefician a la dictadura. Los belicistas contribuyen a la polarización y le brindan excusas al gobierno para la manipulación de la violencia. Mientras los complacientes le abren la puerta a una cohabitación perversa e inmoral que a la postre facilita al régimen su permanencia en el poder. Que aparezcan opositores disparando contra la oposición ya es ganancia para Maduro. Consciente o inconscientemente, le hacen el trabajo.
Por fortuna, hay una oposición responsable y moderada que el gobierno y los extremistas siempre procuran descalificar. Es una coalición mayoritaria que puso en marcha una política consensuada con la comunidad internacional y apoyada por los venezolanos en Asambleas de Ciudadanos. Su principal vocero es Guaidó, agrupa a los partidos que tienen capacidad político-electoral y ostentan la mayor representación parlamentaria. Para este sector, una intervención militar no es lo deseable, ni mucho menos la única salida, sino una posibilidad cierta que puede obligar a una negociación política con un marcado arbitraje de la comunidad internacional, lo cual evitaría que ese esfuerzo se convierta en otra burla a los venezolanos. Habida cuenta de la vocación delictiva del régimen, una negociación que derive en elecciones libres solo es posible bajo una enorme presión social y política, nacional e internacional. Así que «todas las opciones están en la mesa», no es entonces una consigna bélica sino la expresión de quien evalúa todas las alternativas para alcanzar una salida pacífica y electoral.
Claro, es justo decir que entre los extremistas belicistas hay gente que honestamente piensa que no hay otra salida. Así como entre los extremistas complacientes debe haber muchos ingenuos o confundidos creyendo en pajaritos preñados. En el mejor de los casos, ninguno ha entendido que estamos ante un proceso sumamente complejo que exige plena confianza en el liderazgo que lo conduce. Ojalá reflexionen, no es tiempo de mezquindades y el país le pasará factura a quienes no aporten a la unidad en esta hora crucial.
Twitter: @RichCasanova