Noruega
La última conversación entre la oposición y el desgobierno del usurpador tuvo lugar en República Dominicana en la cual hubo la intervención del expresidente de España, Zapatero, supuestamente como mediador.
Desde aquellas otras, perdidas en el tiempo, en las que intervinieron de mediadores los también expresidentes Carter y Gaviria, todas las reuniones orientadas a lograr un “entendimiento sobre el restablecimiento de la democracia en Venezuela” están signadas por aquello que en su extraordinario libro llamó Martínez Meucci “APACIGUAMIENTO”, que desde luego nada tiene que ver con la paz.
La paz no se puede obtener sino como resultado del imperio de la ley que comporta el respeto de los derechos de cada uno de sus ciudadanos y de las agrupaciones por ellos organizadas.
El apaciguamiento es la consecuencia, predecible, de la interrupción de una situación de conflicto dirigida a obtener el respeto de los derechos conculcados, que al interrumpirse provoca no solo dispersión, sino desánimo y pérdida de confianza hacia quienes han dirigido la acción de reclamo de los derechos conculcados.
El gobierno del usurpador ha sorteado en dos ocasiones la fuerza pacífica de la resistencia civil reprimida ferozmente con un uso indebido de la fuerza y un falso llamado al diálogo, para iniciar el proceso de apaciguamiento, que no es de paz.
Si en el pasado el llamado a un diálogo, es decir, a un proceso de entendimiento por la vía del uso de la razón, se mostraba como aceptable y a quien lo negara como un torpe, que a pesar de carecer de fuerza física (incluido el uso de armamento) se negaba a usar la única fuerza con la cual contaba: el derecho y la razón.
Hoy, el llamado a un diálogo con el usurpador está descartado porque aceptarlo es reconocer una cierta legitimidad en el usurpador, de la cual carece. Por eso doy la bienvenida a las palabras de Juan Guaidó reafirmando que el plan de recuperación de la democracia tiene como paso primero “el cese de la usurpación”. El diálogo pudiera tener cabida en la segunda etapa: el gobierno de transición que conducirá a unas elecciones libres, porque no lo son, ni lo podrán ser mientras la usurpación se mantenga, siendo parte de ella el TSJ, el CNE y la supuesta asamblea nacional constituyente. Maduro, ni quienes de él dependen son interlocutores para un diálogo que se inicia una vez cesada la usurpación.