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La Oposición Radical

«La política no es sólo el arte de lo posible,

sino que puede ser el arte de lo imposible»

Vaclav Havel

Ha empezado a circular un nuevo mote manipulador que habla de una «Oposición Radical» como señalamiento de quienes se sienten descompensados por los acontecimientos que van ocurriendo desde el 5 de enero, con el nombramiento de Juan Gerardo Guaidó Márquez para presidir la Asamblea Nacional. Los que manejan ese apelativo son aquellos que han promovido una «Conciliación con la hegemonía gobernante» (Fernando Egaña), el camino del falso y frustrante diálogo con los causantes de nuestra tragedia; la llamada «salida pacífica, electoral, constitucional y democrática», que no tiene, ni ha tenido, nada de salida y menos de pacífica, democrática o constitucional, por oposición a una real y digna a nuestra colonización castro cubana; los que ayer despectivamente llamaban a los que diferían de su extraña estrategia como «guerreros del teclado» o «managers de tribuna» en contraste con su realismo colaboracionista y ahora negociante. Con ese término compuesto se pretende acorralar lo logrado hasta ahora por la acción decidida, pacífica pero plena de energía y fuerza encabezada por Guaidó; un renacer de una nación que nació libre, gracias a los antecesores, Gual y España, del Precursor, el pardo Francisco de Miranda, de Simón de la Trinidad Bolívar, José Félix Ribas y otros jóvenes criollos, pero sobre todo del llanero José Antonio Páez, fundador de la República de Venezuela, así sin apellido, como volveremos a nombrarla cuando sea libre otra vez.

Los nuevos actores de nuestra gesta libertaria, a quienes se pretende encasillar como radicales, simplemente son faros humanos, no necesariamente jóvenes sino de espíritu, que harán la maravilla de la liberación de la que fuera la precursora de la libertad en América, Venezuela. Y renacerá una nación como nunca se ha visto en su historia; renacerá en lo social, deslastrada de resentimientos y odios inculcados por el invasor, en lo económico, de la mano de la empresa libre y constructora, en lo político, con instituciones al servicio de la dignidad de sus ciudadanos, y en lo militar, con unas fuerzas destinadas a rescatar y garantizar la soberanía ganada en Carabobo. No cabe duda. Eso sí, el conteo de cañones indispensable para la batalla final por Venezuela, requiere un dictamen ideológico: son democráticos o totalitarios, no hay otras opciones.

El pasado 30 de abril se decantó un proceso que no culmina ni culminará sino con la victoria libertaria. Requirió valor y decisión y Juan Guaidó los demostró, y con él los civiles y militares que, salidos de todos los rincones del país, aparecieron para dar la cara. El sátrapa Maduro se escondió durante 16 horas y su jefe militar sólo apareció 12 horas después que arrancó la jornada, sorpresiva para  todos. Desde ese amanecer, no han cesado las manifestaciones de rebeldía, prudentes pero definitivas, en los ámbitos civiles y militares, con especial contribución de los pastores de todas las iglesias venezolanas.

Se ha pretendido esbozar burlas y críticas a la gesta del 30 de abril; acusar a su jefe, como ya lo hicieron aquellos timoratos y tibios con el paso de Pedro Carmona, que de haber contado con el apoyo político partidista de los restos de partidos moribundos, nos hubiéramos evitado 17 años de destrucción nacional; pero para atrás ni para coger impulso, dicen en nuestro genial llano. Guaidó se distingue hoy por haber cuajado sus tres pasos certeros para la liberación, y de estricto orden y cumplimiento: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. No obstante, los autores del mote «oposición radical» pretenden volver  con su maniobra y replantean, con ocasión y sin ella, el camino electoral previo, que no es otra cosa que el empeño de la «conciliación con la hegemonía» que citamos al inicio de esta líneas y el caramelo de la impunidad, despreciando el anhelo de un pueblo que ya entendió que sin Justicia no habrá Paz. Guaidó no es mágico ni mago, le está echando pichón como nadie; ha hecho lo que ha podido y más, ha demostrado honestidad, coraje y acierto,  pero no podemos dejarlo solo; debemos imitar a muchos que lo están acompañando, desde el primer día.

Es cierto que no ha cesado la usurpación cubana, que está soportada por una brutal represión ejercida por el castrista Maduro y su compinche Padrino López, más fidelista que comunista, como hubo, y hay, franquistas no falangistas, enamorados de las figuras ciegamente más que de las ideologías que los adornaron, pero que cada día que pasa van más inseguros, desconfiados, solos y sin ánimos, silbando en su tránsito por los cementerios para espantar sus espantos. Ya llegará la libertad y la pesadilla quedará atrás, aunque pesará por un buen tiempo, así que recordemos lo antes dicho: la paz se impondrá con la justicia y serán sostenidas por la fuerza a su servicio, fuerza que nacerá de las armas al servicio de Venezuela y mediante el respeto a la ley. No hay duda que soy un radical.

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