De papelón en papelón
Si pretendemos ganarnos el respeto del prójimo,
estamos obligados a dar muestras de manifestar respeto por él.
Definitivamente esta bolivariana patria no es de azúcar blanca, dulce y refinada, sino de papelón grosero, malcriado y montaraz.
De papelón en papelón va nuestro notorio – pero nada notable – Cabecilla Designado, el Jefe de la Pandilla, el Guapetón del Barrio, exasperándole la vida a todos y a todo, en vez de otorgarle, sabio y generoso como dice ser, un poco del ansiado sosiego que demanda la comunidad nacional y la forastera ante tantos desastre juntos: muertes innecesarias, derechos humanos violados, inflación incomparable, país derruido, en fin, ante tanta juventud decepcionada, reprimida, encarcelada y golpeada por defender su inalienable futuro.
El dedo en la llaga, la uña en la roncha, la pata en el pescuezo ajeno, en cadena radio televisiva o en rueda de prensa convocada, es la consigna de un gobierno ineficiente y hablachento que platica del amor, pero ejerce el odio y la represión como base de una cada vez más cuestionada legitimidad.
De faroleros y ostentosos nos acusan, con renovada razón, los otrora aliados de ultramar y del continente; de vanos y presumidos, de parlanchines y chismosos – de no respetar la suprema y sacrosanta palabra empeñada – somos señalados. ¡Dime que te respondo!, ¡Confíame que lo cuento!, ¡Susúrramelo que lo comunicaré de voz en cuello! Son las evidentes señales de las pueriles sagacidades en discusión, de las astucias torpes, de las prudencias inexistentes en un pretendido dialogo que deviene en aburrido soliloquio del poder siempre pasajero; olvida el Pandillero Mayor que la tolerancia suele encerrar la incómoda sensación de asumir que la razón cae de la otra parte.
La burla, la chacota y el descrédito se constituyen en bumerán de nuestras acciones exteriores sustentadas en el petróleo regalado, en los dólares dispendiados; la argucia infantil y la juvenil pajita en el hombro, ¡el fue quien pisó la rayita primero!, se erigen en valederas políticas del Estado bolivariano, asumidas por nuestros arrojados y presumidos dirigentes continentales, tan inmaduros e irresponsables como los adolescentes que se retan a pelear en el patio del liceo o cuando en el sanitario se jactan de mostrar quien tiene la lengua más larga.
¡Amargo, muy amargo, se anuncia el futuro para aquellos gobernantes que no respetan a los demás: simplemente son indignos de respeto y consideración!