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“El cristal oscuro de la filosofía”: la unión de occidente y oriente

Cuando se ahonda en la filosofía se puede caer en el terrible desliz de confundir la postura Occidental con la postura Oriental; una se caracteriza por la racionalidad y el pensamiento estructural-abstracto; la otra está vinculada con la esencia de la naturaleza y sus acciones se circunscriben a ejercer influencia en el espíritu y no en la carne. El cuerpo humano es solamente una vía de tránsito hacia elementos de una realidad material que se asocia en intencionalidad hacia aspectos de la vida espiritual y mental que solamente el hombre reconoce y establece diferencias y coincidencias. En razón de buscar describir y explicar aspectos de la filosofía Occidental y la filosofía Oriental, ha surgido congregar estos ensayos dispersos que han salido de manera aislada desde el 2002, y hoy los reúno en este pequeño opúsculo titulado “El cristal oscuro de la filosofía”, haciendo alusión a lo difícil de comprender y entender la filosofía, pero a su vez lo simple y sencillo de observarla como tal, como pensamiento en ejercicio perenne de comprensión del papel del hombre en el Universo. En este aspecto, el texto presenta la filosofía como un asunto que vino del lenguaje, difundido con él y que se hizo parte del espíritu, con la necesidad de darle un sentido estructural a las ideas y reflexionar en torno a ellas en la dialógica relacional hombre-naturaleza.

Como expresa el sabio alemán Werner Jaeger, en su soberbia obra “Paideia” (publicada por vez primera en alemán en 1953): “Las formas literarias de los griegos, con su múltiple variedad y elaborada estructura, surgen orgánicamente de las formas naturales e ingenuas mediante las cuales el hombre expresa su vida y se elevan a la esfera ideal del arte y del estilo. También en el arte oratoria, su aptitud para dar forma a un plan complejo y articulado lúcidamente, procede simplemente del natural y maduro sentido de las leyes que gobiernan el sentido, el pensamiento y el lenguaje, el cual lleva finalmente a la creación abstracta y técnica de la lógica, la gramática y la retórica. En este respecto hemos aprendido mucho de los griegos. Hemos aprendido las formas férreas, válidas todavía para la oratoria, el pensamiento y el estilo. “Esto se explica, -exponeJaeger-, también a la creación más maravillosa del espíritu griego, el más elocuente testimonio de su estructura única: la filosofía. En ella se despliega de la manera más evidente la fuerza que se halla en la raíz del pensamiento y el arte griegos, la clara percepción del orden permanente que se halla en el fondo de todos los acaecimientos y cambios de la naturaleza y de la vida humana”.

Un poco más adelante en su escrito Jaeger se atreve a dar una definición aproximada a la idea de filosofía: “No es una simple suma de observaciones particulares y de abstracciones metódicas, sino algo que va mucho más allá, una interpretación  de los hechos particulares a partir de una imagen, que otorga una posición  y un sentido como partes de un todo. La matemática y la música griega, en la medida en que nos son conocidas, se distinguen también de las de los pueblos anteriores por esta forma ideal”.  En una palabra, la filosofía se constituye como la visión general, no superficial, de los elementos constitutivos del hombre y la naturaleza.

Acercándonos al término filosofía, desde la óptica concreta del valor epistemológico, se tiene que es un término que deriva del griego, y al mismo se le ha asignado el significado de “amor por la sabiduría”. Esta definición clásica convierte a la filosofía en una un destino que nunca concluye,  una búsqueda sin final conocido del verdadero conocimiento de la realidad, puesto que en la medida en que vamos adquiriendo información, la vamos profundizando hasta convertirla en conocimiento, y ese conocimiento en la medida que es reflexionado e interiorizado lo vamos haciendo imagen de algunas realidades, por ende pasa a ser sabiduría, y al llegar acá queremos seguir indagando, es entonces cuando volvemos a informarnos y por ende comienza de nuevo el ciclo; esa dialéctica cíclica de las ideas está motorizada por nuestras sensaciones y motivos, lo cual se  adquiere características de posesión y pertenencia, el amor simple y sencillo hace de la búsqueda de la sabiduría un camino infinito.

Es posible, sin embargo, ofrecer una descripción de la filosofía como saber racional totalizante, crítico de segundo grado. La filosofía es una forma de adquirir conocimiento ofreciendo explicaciones de los temas que analiza empleando la razón y los argumentos racionales, a diferencia de la fe o la autoridad.

La filosofía, como cristal desde donde el hombre observa la realidad y su comportamiento,  es sabiduría, en la medida que la información trasmutada en conocimiento se convierte en un saber de tipo general y totalizante, puesto que da respuesta a cuestiones de tipo general y mantiene siempre una perspectiva totalizante sobre las mismas.

La filosofía es un saber crítico, pues analiza los fundamentos de todo lo que considera y nunca se limita a aceptarlos de forma ingenua. Según Fernando Savater, “la filosofía es un saber de segundo grado”, que emplea los datos y contribuciones de las ciencias, que son siempre un conocimiento de primer grado sobre la realidad.

En acepción de otro pensador del siglo XX, italiano, Michele Federico Sciacca (, en su “Historia de la Filosofía”, 1950), todos los hombres tienen algo de poetas y algo de filósofos. Filosofía significa amor de la sabiduría. Este deseo es común a todos los seres racionales, ya que todos los seres racionales aman la sabiduría y desean saber. A todo esto Sciacca se pregunta: ¿qué es lo que el hombre desea saber? Y en una misma emisión e pensamiento se contesta: “La aspiración humana por conocer no tiene límite porque el hombre quiere saberlo todo. No hay saber que le sacie a no ser que llegue a un conocimiento total que encierre en sí los otros. Esta suprema aspiración es natural en el hombre y es la que le confiere dignidad”.

La filosofía es un saber eminentemente interdisciplinar, ya que emplea las aportaciones de diferentes disciplinas científicas y de distintos tipos de saber, sin limitarse a ninguno de ellos; en este sentido, la filosofía va más allá de las habituales especializaciones del saber científico. Posee, la filosofía, un valor la actitud interrogativa, y se ha dicho que en ella son más importantes las preguntas que plantea que aquellas respuestas que pueda ofrecer: tal consideración es consecuencia del carácter crítico que caracteriza a la filosofía.

La filosofía ha generado, en ese pensar metódico de las cosas, a lo largo de su historia un conjunto de elementos teoréticos que conforman una técnica y una sensibilidad conceptual muy determinada; de ahí que sea necesario destacar el carácter técnico que posee gran parte del trabajo filosófico. Es éste un rasgo que ha aumentado desde el siglo XIX, hasta nuestros días, modelando el análisis filosófico un cuerpo doctrinal que se ha visto enriquecido con un elevado nivel de complejidad, lo cual ha exigido un conocimiento especializado.

Los problemas filosóficos poseen un carácter general que sobrepasa el marco histórico y social en el que han surgido. Esto es lo que explica el carácter intemporal de algunas de las cuestiones filosóficas más relevantes, como es la pregunta por el ser, el sentido del cambio, el concepto de sujeto, la estructura de la trascendencia o el alcance del conocimiento.

Es posible distinguir varias áreas de investigación filosófica: ontología y metafísica (análisis crítico de la estructura de la realidad); teoría del conocimiento, epistemología o gnoseología (análisis del origen, estructura y alcance del conocimiento); lógica (estudio del razonamiento o argumento válido); ética (teoría de la acción humana y de sus valores); estética (teoría de la belleza y del arte); y, por supuesto, la historia de la filosofía, en cuanto ésta no se limita a una exposición de las distintas doctrinas filosóficas, sino que pretende reconstruir críticamente determinadas argumentaciones o sistemas filosóficos. ¿La filosofía, como cristal,  busca una verdad o la verdad? Quizás la respuesta más acertada tendría que oscilar entre: una verdad, lo que existe; y la verdad, marcada por el común del vulgo que, a fin de cuentas, implanta un punto de vista desde donde ver las cosas.

La verdad es la madre del filosofar, expresaba Sciacca, pero para poder ver esa verdad es necesario decantarla a través del pensamiento, es por ello que la filosofía no sólo se interesa por los elementos de la duda, sino por el aparato humano que evalúa la duda: el raciocinio de la mente.  Filosofar, prosigue Sciacca, es mirarnos a la cara a nosotros mismos, mirar a la cara a las cosas para leer en ellas y en nosotros… lo que significamos nosotros y lo que las cosas significan.

Ahora bien, no es posible desligarnos del pensamiento griego clásico, el cual en sus tres más insignes representantes dio forma a un concepto general acerca de la filosofía que hoy aún incide sobre la realidad. Estos representantes son Sócrates, Platón y Aristóteles. Para Sócrates la filosofía es reflexionar sobre la conciencia, partiendo de la reflexión; Platón se interna en el estudio de las ideas para apreciar los valores de la sabiduría, y para Aristóteles, la filosofía es un método, un punto de vista científico, desde donde apreciar al ser inmutable.

En una palabra, y amalgamando estas ideas, tenemos que la filosofía, en un primer concepto, es una doctrina que adecua es estudio de la vida y la naturaleza al ideal puro, dejando sólo que hable la voz de la razón. Ahora bien, acá se ha delimitado la filosofía en razón del punto de vista de Occidente, es decir, del legado de los Griegos del siglo IV antes de Cristo; esos pensadores de entonces construyeron un pensamiento que va de lo cosmológico a lo antropológico, respondiendo a elementos de la naturaleza que les permita entender mejor el papel del hombre en el Universo. Esa filosofía que llegará a los pueblos amerindios en 1492, después de Cristo, con la figura del “Descubrimiento de América”, de la voz de Cristóbal Colón y la fuerza alienante de la Iglesia Católica española, hizo posible difundir esta idea de filosofía y a imponer un subconsciente de vasallos, de figuras humanas dependientes siempre de un poder mayor que domine y controle placeres, necesidades y deseos. Nuestra dominación imperialista está anclada en el ADN de nuestros ancestros, sin saberlo quizás, nos lo transmitieron gota a gota y hoy nos hace seres dependientes y temerosos a la hora de enfrentar las grandes potencias modernas y sus planes segrecionistas y re-colonizadores.

Esta realidad no ocurrirá con la filosofía China, puesto que esta surge bajo otro concepto de búsqueda y significación del hombre; la filosofía Occidental se empecina en darle un sentido racional a la causa primera; la filosofía China, busca, afanosamente, romper con cualquier causa y efecto y concentrarse con la esencia, el “pulso sigiloso” del hombre en ese estatus de existencia que él reconoce como vida.  Lo mencionado es parte esencial del libro titulado “El Cristal oscuro de la filosofía” (disponible en el portal http://free.ebooks.net), el cual se presenta como una voz de muchas voces, buscando develar la idea vital que unifica la filosofía entorno al hombre.

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