La enfermedad, no el enfermo
Un nuevo ajuste –devaluación, si usted quiere- del valor monetario, al menos de acuerdo al Dicom, no es lo que cuenta. Porque no estamos sumergidos en una tormenta que se resuelva pagando un poco más por cada dólar. El problema no es el enfermo de pobreza, sino la enfermedad, y esa se llama hiperinflación.
No es una enfermedad de la moneda, sino del sistema. La hiperinflación, como un cáncer generalizado, no se cura con inyecciones ni pastillas mientras se extiende por todo el cuerpo del enfermo. La hiperinflación es un proceso en rápido, diario, desarrollo, que impide calcular adecuadamente los precios, todos, que hace ridículos los controles, que convierte a los controladores en payasos mal vestidos y peor alimentados, con las amplias sonrisas borradas y las narices rojas y redondas cuarteadas y arrugadas.
Para curar la enfermedad se necesitan médicos expertos, es decir, economistas y gerentes que sean capaces de diseñar las medidas adecuadas y tengan el coraje y la firmeza de aplicarlas. Que es lo que el régimen de Nicolás Maduro parece empeñarse en no ver. Sigue nombrando ejecutivos sin capacidad ni experiencia, sigue decidiendo medidas sin análisis correctos, sigue utilizando la lealtad y la confianza personal como curricula deficientes.
Los ejemplos sobran y los resultados los seguimos padeciendo, dictadura o democracia socialista, chavismo o castrismo, éste es un régimen sólo competente en la ineficiencia, el de los apagones, las tuberías resecas, las fábricas quebradas y cerradas, la delincuencia desatada y el hartazgo popular como único elemento que crece.
Decía aquel que innovamos o fracasamos. Habría que decir ahora que somos un desastre por innovar con fórmulas que llevan décadas de fracasos. Ésa es la enfermedad, el enfermo es la consecuencia.