La Calina
Maritza Meszaros
La calina estuvo reinando en el valle de Caracas durante varios días. Los colores brillantes, el azul y el verde, parecían haberse opacado para dar cabida a un gris denso que parecía cubrirlo todo. Mis ojos buscaban El Ávila…¿Dónde estaba la silueta que me era tan familiar?…Ni siquiera eso lograba ver…El Norte de mi ciudad aparecía gris. No obstante, yo sabía que mi querida montana estaba ahí. No me cabía la menor duda…Estaría escondida a mis ojos…Estaría cubierta por un manto gris…Pero allí estaba y aunque no podía verla sabía que pronto reaparecería para seguir enamorando a quienes tienen la oportunidad de admirarla, de recorrerla y de conocer sus veredas.
Esa certeza…Esa seguridad de saber que lo que no se ve está…Ese convencimiento de que volveremos a disfrutarlo apenas se desvanezca lo que nos impide verlo…Eso es lo que nos permite avanzar cuando otros se paralizan. Eso es lo que nos permite entender que las circunstancias son justamente eso…”circunstanciales”. Bien lo dice el refrán…”No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Concentrémonos en lo positivo, en lo que sabemos, en lo que nos consta, en lo que nos es familiar y sigamos sembrando buena semilla mientras avanzamos por el camino, independientemente de si el día está soleado, nublado o lluvioso.