La moral y la economía
Una de las principales razones por las cuales la utopía marxista no puede ser llevada a la práctica, es su empeño en supeditar la economía a la moral, muchas veces poniendo poca atención a los costos de sus ideas.
¡Una vida humana no tiene precio!.
Gritan los socialistas, y difícilmente hallemos a individuos -socialistas y liberales por igual- que contradigan esa vehemente afirmación. Pero esa afirmación es engañosa.
Si usted posee una empresa, una vivienda, o un automóvil, que tienen un valor determinado por el mercado, muy probablemente usted estaría dispuesto a adquirir pólizas de seguro contra incendio, robo u otros daños, que en caso de materializarse un siniestro, le permita -una vez cobrada la póliza- reemplazar el bien perdido. Esto significa, que usted estaría dispuesto a pagar gustosamente las primas mensuales o anuales que las empresas de seguro le cobrarían para extenderle las pólizas que estime necesarias.
¿Cuán grande sería entonces la prima mensual que usted estaría dispuesto a pagar para asegurar la vida de un ser querido?. Esto lo hacen muchísimas personas todos los días cuando adquieren seguros de vida, de hospitalización, cirugía y maternidad. Pero también muchas otras personas se rehúsan a adquirir dichas pólizas para evitar que en su sobre de pago, les aparezca un «descuento» semanal, quincenal o mensual para pagar las primas del seguro. Esas dos actitudes, nos dan una indicación de cómo realmente, valoran la vida las personas.
Supuestamente, cada persona estaría dispuesta a pagar la prima más costosa disponible en el mercado, para asegurarse de que sus seres queridos tengan la posibilidad cierta de ser atendidos por los mejores especialistas en caso de que su vida corra peligro. Teóricamente, esto no ocurre masivamente, porque muchas personas no cuentan con los recursos suficientes para costear la póliza. Tal vez, si los tuviesen, gustosamente pagarían sin chistar.
Esto lleva a los socialistas a estatizar la asistencia médica, para que todos tengan acceso a los mejores especialistas, aunque sus ingresos personales no se lo permitan: «el estado» corre con los gastos. Lo mismo hacen con la educación y las pensiones de vejez, invalidez, e intentan hacerlo con los salarios.
Esta predominancia de lo ético y lo moral sobre lo económico, es lo que ha llevado a todos los países socialistas a la quiebra. O a algo peor: a deteriorar progresivamente la calidad de los servicios de educación, salud y previsión social, ante su imposibilidad de costearlos. Venezuela es un digno ejemplo de ello, y en América Latina, se utiliza el término «Uruguayización» para describir el mismo fenómeno: los políticos socialistas convirtieron con sus políticas moralistas, a la «Suiza de América» en otro más de los empobrecidos países del Tercer Mundo.
Por razones éticas y morales, los socialistas masifican la educación haciéndola fácilmente asequible a todo el mundo, pero lejos de lograr sus objetivos, de equidad y justicia, progresivamente van reduciendo los estándares de calidad, tanto de maestros como de educandos, finalizando en la generalización de la mediocridad y la incompetencia; fundamentalmente por razones económicas, porque al estado se le hace cada vez más cuesta arriba financiar la calidad, tanto de la planta de educadores como de los instrumentos y locales de enseñanza.
La concepción socialista, al otorgar mucho más valor a lo ético y moral, tiende a restarle valor a lo material, creando una enorme presión hacia los gastos superfluos y el despilfarro de los dineros públicos. Al concentrar el dinero en manos públicas, a las que nada les ha costado producirlo, también crea sin proponérselo un gran estímulo a la corrupción generalizada.
No lo hacen por ignorancia de las leyes de la Economía, lo hacen porque no les gustan las implicaciones morales de la realidad, como lo reconoció hasta el mismo Che Guevara.
«La forma en que los gringos… tratan a América ha estado produciendo en mí una creciente indignación, pero al mismo tiempo he estudiado las teorías detrás de las razones de sus acciones y he encontrado que son científicas».
Ernesto «Che» Guevara
[Che Guevara, Una Vida Revolucionaria, Jon Lee Anderson, 1997, pág. 165].