Niños migrantes son más propensos de sufrir depresión
En los últimos dos años ascendió la cantidad de venezolanos que ha emigrado hacia otros países de la región huyendo de la crisis. Familias enteras están afrontando esta situación que, en la mayoría de los casos, no es bajo las mejores condiciones, pues la dinámica de la crisis del país los ha obligado a abandonar sus hogares sin documentos, sin hacer un estudio previo del lugar al que se dirigen e, inclusive, sin dinero suficiente para costear su estadía.
Según el último reporte de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) 3,4 millones de venezolanos han salido del país a causa de la crisis política y económica, de los cuales 2,7 millones se encuentran en naciones de América Latina.
Las cifras vislumbran a superar otros casos de migraciones masivas como ocurre en Siria, un país del medio oriente arrasado por la guerra. Sin embargo, aunque Venezuela parezca lejana de enfrentar un escenario bélico, sus ciudadanos se han visto en la necesidad de plantearse la migración como un escape al deterioro social y económico del país petrolero.
Especialistas han alertado que este movimiento forzado ha puesto en riesgo a las personas de quedar a merced de cuadros depresivos, a causa de los cambios y pérdidas que enfrentan: una nueva casa, amigos, costumbres, idiomas, entre otros.
Tristeza, poco ánimo, autoestima baja y pérdida de interés son algunas de las características de este trastorno mental que afecta a todos sin distinción de edades y que puede causar gran impacto en los niños.
El médico psiquiatra, José Enrique Zamora, asegura que entre los 5, 6, 7 y 8 años es más probable que sufran de depresión y lo manifiestan a través del silencio o el rechazo a la adaptación en el nuevo lugar que residen. «Toda la familia es sensible a presentar una depresión, sin embargo, los más vulnerables son los niños, pues están en condiciones más inferiores que los adultos a la hora de enfrentar sus cambios afectivos», dijo.
Zamora recomienda a los padres tener una mejor comunicación y tratar de buscar apoyo en los adultos que le rodean, por ejemplo: sus maestros, además de ofrecerles comprensión, amor y objetividad.
Tener una buena preparación antes de este gran cambio puede ayudar a que la adaptación de toda la familia sea mucho más sencilla. Según Tibisay Oliveros, doctora en Psicología Cognitiva Conductual, con una maestría en Familia, «comenzar con suficiente antelación a hablarle de esta nueva realidad puede generarle al niño tranquilidad, esperanza, bienestar y comprensión».
Mathías López tiene cinco años y vive desde hace dos en Estados Unidos, a pesar de su corta edad, constantemente le resalta a quienes le rodean que es venezolano, que su familia está lejos, cuando se siente abrumado le pide a sus padres que le traigan de regreso y espera con ansiedad que sus familiares le hagan una visita.
«Tenemos que trabajar la emoción, lo cognitivo y la conducta de una manera acertiva para que el niño logre entender que esto es parte de un cambio que puede traerle muchos beneficios y hablarle de los beneficios que esto le puede traer, nuevo idioma, nuevos amigos, una nueva vivienda, una calidad de vida que le va a generar mayores bienestares», asegura Oliveros.
Otra manera de contrarrestar la depresión en ellos es tener una mayor demostración de afecto, tanto físico como emocional, para que el rompimiento de su realidad no sea tan traumático.
Para aliviar el estrés que le causa la separación de sus seres queridos, su madre, Jéssica Uzcátegui lo mantiene en contacto con su familia en Venezuela a través de redes sociales y le ha explicado en reiteradas ocasiones las razones por las que viven lejos de su lugar de origen.
A pesar de que extraña a su familia, Mathías es un niño feliz y mantiene buenas relaciones en su entorno pero mantiene muy presente su deseo de volver alguna vez a su país.