Aumento de salarios y desempleo
El gobierno decidió un aumento salarial general. En el sector privado el aumento del salario mínimo es de 20%, con aumentos de menor proporción en las escalas superiores. En el gobierno, al incluir los aumentos de los profesores y otros gremios, el incremento sobrepasa claramente el porcentaje de 20%. PDVSA había decidido el pago de un bono que aparentemente duplica el salario nominal de sus trabajadores. Tomando en cuenta estos aumentos y la inflación objetivo estimada por el ejecutivo; habría que concluir que se optó por el aumento administrativo de los salarios nominales con el objetivo de aumentar el salario real. La discusión que se plantea es si esta decisión puede ayudar al proceso de recuperación y a reducir el desempleo. Existe un primer aspecto negativo de carácter institucional: la interferencia generalizada en el mercado laboral, más allá de la fijación del salario mínimo y de las normas establecidas. Este tipo de intervención tiende a la deformación e ineficiencia.
Existirían básicamente dos motivaciones para la decisión del gobierno. En primer lugar, motivaciones de índole política, seguramente las que tienen el peso determinante. En segundo lugar, la idea de que el aumento de los salarios reales estimularía la reactivación por su efecto sobre la demanda agregada, en especial sobre el consumo. Esta última idea, que a veces se supone de Keynes, es compartida por parte de la clase política venezolana y la dirigencia sindical. Ha sido intentada en distintas ocasiones con resultados negativos.
La experiencia señala que en general los salarios reales son pro-cíclicos, aumentan como consecuencia del crecimiento del producto, lo cual obviamente no indica que el aumento administrativo de los salarios nominales sea un mecanismo reactivador. Existen distintas tesis para explicar este comportamiento, por ejemplo la tesis del ciclo real o las de los precios rígidos en el mercado de bienes. La constatación del carácter pro-cíclico del salario real tiene poco que ver con el pensamiento original de Keynes. En la Teoría General se suponen salarios nominales rígidos, especialmente a la baja, y se podría considerar que en el proceso de reactivación los salarios reales bajan.
Es en la llamada teoría del Desequilibrio (Clower, Benassy, Barro y Grossman, Malinvaud), de inspiración Keynesiana, donde puede existir algún soporte a la idea según la cual un aumento administrativo de los salarios puede ayudar, o al menos no obstaculizar, a la recuperación. Según esta teoría, si la economía se encuentra en un régimen peculiar, el llamado de “desempleo keynesiano”, donde existe exceso de oferta tanto en el mercado de bienes como en el mercado laboral, y el salario real es bajo respecto a su nivel de equilibrio Walrasiano; un impulso de demanda debería conducir al crecimiento y este podría estar acompañado de aumento limitado del salario nominal. Esta teoría tiene diversos problemas, por ejemplo, supone en forma ad hoc que los ajustes por cantidades preceden a los ajustes por precios. Sin embargo, la misma teoría indica que un aumento elevado del salario nominal, un shock de oferta, propicia un cambio de régimen, de “desempleo keynesiano” a “desempleo clásico”, una situación donde los salarios reales altos no permiten reducir el desempleo, y por tanto el aumento salarial es un obstáculo para estimular el crecimiento.
En Venezuela existe una altísima tasa de desempleo, básicamente consecuencia de la brusca caída del producto del 99, un proceso de recuperación que no termina de arrancar y normas inadecuadas en el mercado laboral. Además la participación de la economía informal es muy alta, el salario mínimo en dólares es relativamente alto, y se está “anclado” el tipo de cambio, lo que ayuda a que el tipo de cambio real (precio relativo de los transables vs. no transables) se aprecie y se pierda competitividad. En estas circunstancias, lo que podría esperarse es que el aumento administrativo tan alto del salario nominal tenga un efecto adverso sobre el empleo y la potencial recuperación.
Posiblemente la política coherente, sin hacer referencia a reformas estructurales (o políticas económicas de otras áreas), hubiese sido no tocar administrativamente los salarios nominales y con un impulso de demanda sensato (el actual aumento del gasto fiscal es excesivo y de mala calidad), esperar que la recuperación pudiese reducir la tasa de desempleo. Si no hubiese sido posible dejar los salarios nominales constantes, el incremento del salario mínimo no debería haber sido superior a la depreciación esperada, muy inferior al 20%. Lo presumible es que este tipo de política alterna hubiese tenido consecuencias económicas y sociales superiores que las decisiones de aumento salarial tomadas, sobre todo para la población de ingresos más bajos.