Para salir de la recesión: más mercado y menos Estado
Más un problema de la economía política que de política económica. Recordemos. Desde la campaña electoral de 1993 y con la inauguración del Presidente Caldera la economía venezolana, en términos de reglas de juego que la rigen se hace más vulnerable a la intervención del Estado y del gobierno. La crisis financiera fue el entorno ideal del nuevo capitalismo de Estado que recién se inauguraba.
Una crisis financiera mal atendida – monetizada – por el gobierno aceleró el desenlace dramático que todos conocen con perdidas al patrimonio publico superiores a 10 mil millones de dólares, además de los costos por impuestos, devaluación de la moneda e inflación que aun pagamos los venezolanos, envío la economía a una recesión por dos anos consecutivos (1994-1995). La reacción de la clase política fue estrechar aun más el capitalismo de Estado, lo que se reflejó en las legislaciones que resultaron de la crisis y las políticas de control de cambio y de precios establecida en 1994. Allí caímos en una recurrencia histórica venezolana, comprobada además en otras economías, de una relación inversa entre intervención del Estado y gobierno y crecimiento económico; es decir, a mayor intervención menor crecimiento.
Esa relación que hoy se repite, emerge no por una crisis financiera, sino por la caída de los precios del petróleo que apunto a una fuerte caída de los ingresos fiscales colocando al país ante una crisis fiscal de envergadura. El ajuste fiscal, la brusca contracción de la producción petrolera y la contracción del gasto acordado en 1999, unido a un entorno de incertidumbre por los cambios políticos del proceso constituyente «reforzó» la intervención del Estado y el gobierno en la economía, en la conversión – y por vía constitucional- a un capitalismo de Estado dirigista contenido además en el discurso político de juicio a la economía de mercado.
Hoy, como ayer, las reglas de juego se invirtieron, lo que unido a los ruidos y riesgos políticos aprendidos, envío la economía a una recesión de mayor intensidad, coadyuvada por un proceso de desinversion y descapitalización que aun no comprenden ni el cuerpo legislativo interino ni el mismo gobierno, asi como tampoco ciertos estamentos rentistas dispuestos a la captura de renta que promueve el capitalismo de Estado. La mayor intensidad de esta recesión en esta oportunidad, está apuntalada por el corte de la producción que convirtió a la industria petrolera mas en un contribuyente fiscal, que en una industria con raíces aguas abajo.
Esta conjunción de aspectos político – institucionales y económicos al ritmo de los cambios políticos, empujan la economía hacia un capitalismo de Estado cuyo efecto en el corto plazo dado ha sido una fuerte contracción del aparato productivo y que tiene como muestra la creación de un nivel de desempleo de capital y trabajo inédito.
Como superar ese síndrome de contracción y capitalismo de Estado?. Fácil desde el punto de vista del diseño de las políticas publicas, pero probablemente muy complicado desde el punto de vista político. Este ultimo requiere una buenas dosis de pragmatismo que permita al mercado y sus reglas retomar las reglas de juego, se elimine la incertidumbre causada por el intervencionismo y dirigismo de toda clase, de manera que los mercados, es decir, tanto inversionistas como consumidores comprendan que la rigidez que el Estado y el gobierno imponen en la asignación de recursos se desvanecería, dando paso a reglas transparentes en ese proceso de asignación de recursos y, que por su parte, el gobierno se dedicaría a estabilizar el entorno macroeconómico y político. Ello por supuesto no significa apartar a las instituciones del Estado para la regulación y supervisión de lo económico, rol fundamental para evitar malformaciones monopólicas y enajenación de esquemas competitivos, sin los cuales, no habrá ni creación de empleos ni crecimiento económico.
La economía mundial vive en continuo cambio determinado por el enorme impulso de la productividad. La dinámica, y al mismo tiempo, la escasez de capitales a nivel mundial, ha creado un ambiente competitivo, esta vez, por parte de los países que demandan capital y tecnología. Nuevos mercados se abren; la competencia por capital y tecnología se estrecha en un entorno donde la movilidad del capital es total. De hecho, los costos por mantenerse en ciertos entornos, y él nuestro es uno de ellos, son elevados, por lo que cerrar constituye una opción de bajo costo para emigrar a otros mercados. Ese camino, peligroso desde el punto de vista de la creación de riqueza, empleo y ahorro es seguido por capitales nacionales, los cuales, en este entorno global, también emigran. Durante 1999 y lo que va de año la salida de capitales registrada por balanza de pagos se deglutió el excedente de exportación petrolera (mas de 5 mil millones de US dólares). Muchas empresas nacionales con capitales locales han emigrado, y el éxodo continua. Para que ello ocurra hemos hecho todo lo posible en eternizar la inestabilidad macroeconomica y política, con el consiguiente deterioro de las ventajas competitivas, todo lo cual ha impedido la necesaria madurez institucional que se requiere en economías globales, particularmente en mercados tan pequeños como el nuestro, donde quiérase o no, si no lo tomamos, lo perdemos. De allí que no queda otro camino y la corta campaña electoral es una plataforma ideal para decirle a los venezolanos que las cosas no se harán como ayer.