Economía

¡Apareció el subdesarrollo!

En días recientes se dio el foro organizado por la Cámara de Comercio, Cedice y la embajada de los EE.UU., donde expuso sus ideas Lawrence Harrison, autor de El subdesarrollo está en la mente: el caso latinoamericano. !Válame Dios¡, como siempre decía Don Quijote. Exponemos, en esta nota, unos comentarios, teniendo la referencia de las paginas publicadas por (%=Link(«http://el-nacional.terra.com.ve»,»El Nacional»)%) el día 1-7-01 (H/4 y H/5) sobre el asunto de la pobreza, el subdesarrollo y las ideas de este ciudadano. Debe decirse que, es curioso que, tal intervención y sus pronunciamientos públicos, no hayan ameritado abundantes expresiones por parte de los «revolucionarios», tecnócratas o neoliberales extremistas, tratándose de que remitían a la economía, la sociedad y el desarrollo. Claro, siempre podrán excusarse por que han estado muy ocupados defendiendo al gobierno o buscando el último punto de equilibrio o desequilibrio del déficit fiscal.

En resumen, Harrison nos dice que el subdesarrollo esta en la mente y altamente determinado por los valores y la cultura -en nuestro caso, la cultura ibérica-. En las declaraciones de la entrevista publicada, claramente se le hecha la culpa a los españoles. ¿Sabrán ciertos «revolucionarios» que, el subdesarrollo, ha sido tema fundamental para la izquierda latinoamericana? ¿Habrán notado algunos neoliberales extremistas que, con todo lo valioso que han sido y son los análisis acumulados dentro de la economía del desarrollo y por autores como North, Nordhaus o algunos como Rodrik en la (%=Link(«http://www.harvard.edu/»,»Universidad de Harvard»)%), el exponente referido nos vino a citar a Francis Fukuyama o a Alvaro Vargas Llosa como expertos?

Una de las pocas opiniones serias expuestas sobre tales ideas de Harrison, la leí en las páginas de El Nacional ya referidas y fue pronunciada por Ramón Piñango, quien, refiriéndose a los planteamientos culturalistas señaló: «…Me irrita que gurues tan simplistas pretendan decir cuál es el problema. En un país como Venezuela, con una brecha tan inmensa entre clases sociales, una visión culturalista actúa como un bálsamo en el alma de las personas, pues se asume que el problema de la pobreza no obedece a una desigual distribución de la riqueza, sino a patrones culturales. …¿Que esperanza podemos tener si para progresar debemos cambiar la cultura? Mejor apagamos la luz y nos vamos…» Y -decimos de nuestra parte- obedece, además de lo de la distribución de la riqueza, a las gestiones de gobiernos tradicionales y «revolucionarios» que se han regodeado en la inercia, comodidad petrolera, poder concentrado en el Estado, complicidad, falta de exigencias mutuas entre Estado y ciudadanos y fijación de grandes y grandilocuentes metas que permiten desatender la no consecución de resultados específicos, entre otros tantos factores.

Entre lo años cincuenta y sesenta del siglo XX, fueron numerosos los planteamientos que se hicieron en diversos ambientes sobre el origen, causas y determinantes del subdesarrollo. Los elementos culturales e institucionales de variado tipo, fueron de los primeros en ser señalados en los ambientes académicos y de la sociología en el mundo anglosajón (una referencia puede tenerse Jacques Freyssinet. El concepto de subdesarrollo. (%=Link(«http://www.ucv.ve/»,»UCV»)%), Ediciones de la Biblioteca, Caracas ). Nada sustancial, nuevo o -mejor aún- trascendental, hay en los planteamientos de Harrison. Por otra parte -y mas de interés de nuestro lado-, la economía del desarrollo, aun con los traspiés tenidos, al buscar aplicar modelos que derivaban de lo observado en las sociedades más avanzadas, suministraba ámbitos que debían ser de interés. Uno siempre presente ha sido el de la Convergencia/Divergencia (puede verse por ejemplo Meier y Baldwin, Economic Development, 1957) en relación a que el crecimiento en el nivel de ingreso general y percapita es variable fundamental. Para las naciones ya avanzadas para los años cincuenta y sesenta el problema era cómo mantener el nivel de crecimiento y, para las naciones menos adelantadas, cómo acelerar el crecimiento del mismo. Se ha hecho común comparar unos y otros niveles, evaluando su cercanía o distanciamiento y, en el último medio siglo se ha apuntalado el viejo resultado resumido en la idea de la brecha que se ensancha -también, se ha extendido hacia otras áreas incluyendo el propio concepto de brecha digital, entre otros-.

De todo este contexto, surgieron reacciones diversas. Por un lado, la Teoría de la Dependencia, y la especie de visión sistémica del capitalismo -años sesenta y setenta-, que insistió en las iniquidades de este último a nivel mundial y le facilitó a algunos desatenderse del estudio de las realidades nacionales. Algunos extremistas, de posiciones contrarias, cada vez que percibían algún análisis relacionado con aquellas visiones lo catalogaban despectivamente de tercermundista o dependentista (entre otros, Carlos Rangel, que es referido por Harrison en identificación con sus posiciones y a quien, indudablemente, pueden reconocérsele análisis de interés en libros como El Tercermundismo). Los neoliberales y tecnócratas del campo de la economía de aquel tiempo llegaron, incluso, a satanizar la expresión subdesarrollo, por considerarla no acorde con sus preocupaciones técnicas. Por otro lado, se desarrollaron los llamados modelos de crecimiento desequilibrado que buscaron adaptar, inventar o ajustar la modelística tradicional a las naciones subdesarrolladas. Pero, también, las perspectivas estructuralistas de Cepal, satanizadas con ignorancia y voluntarismo por muchos, fueron y son de interés en la retrospectiva y en la elaboración de nuevas propuestas. También, en varias Universidades de Europa, desde distintas disciplinas se estructuraron escuelas para analizar la realidad del subdesarrollo latinoamericano creyendo sus integrantes, muchas veces, saber más que los analistas latinoamericanos o criollos (entre los que pueden mencionarse D.F. Maza Zavala o Armando Cordova y Hector Silva Michelena, con aquel libro de Aspectos teóricos del subdesarrollo).

Hoy día, las instituciones y los conflictos políticos, los flujos factoriales, las asimetrías en la economía y el comercio internacionales, los problemas generados por los planes de ajuste y estabilización y la necesidad de pensar y elaborar estrategias de crecimiento y desarrollo creíbles y sostenibles forman parte, entre otros elementos, de la agenda del desarrollo. Pues bien, después de todo esto -y de muchas cosas más-, alguien que dice haber «pasado mucho tiempo en los tugurios» de Perú, nos expresa que el subdesarrollo está en la mente. Es conocido que la hija de un magnate estadounidense se fue a vivir a las favelas brasileñas y allá le llegaban -seguramente era lo lógico- los recursos, para facilitarle su experiencia.

Podremos, ¡ahora si!, levantarnos mañana y repetirnos cien veces: We are winners/We are not losers. O, El subdesarrollo está en la mente, El sudesarrollo está en la mente, El subdesarrollo está en la mente…

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