Buenas Intenciones y Malas Señales
La gratuidad de créditos transgrede y viola su naturaleza y fin último, lo que obliga a sentarse y pensar el ¿para qué? de los mismos tanto por el lado del oferente como del demandante.
Si la intención del gobierno como oferente de créditos es dotar de fondos financieros a los agentes económicos familias u hogares, y así lograr que éstos se inserten en el aparato productivo nacional por medio de la compra de factores y herramientas productivas, fracasará en su intento.
Las familias u hogares buscan maximizar su utilidad por medio de la satisfacción de un gran número de necesidades. ¿Qué mejor incentivo que el cobrar unos intereses que obliguen y comprometan al prestatario a destinar los fondos a una actividad económica lo suficientemente creadora y que añada valor, para que no solo se garantice el pago o retorno del capital inicial adquirido, sino que también permita el pago de intereses así como un monto excedentario que se traduzca en una ganancia o remuneración obtenida por el esfuerzo de búsqueda, asignación y operación de la mencionada actividad económica?
Este tipo de subsidio que representa el no cobrar intereses, puede conducir a una asignación de los mismos hacia actividades productivas no muy eficientes, lo que sin duda terminará significando el desarrollo de una actividad poco competitiva de baja calidad.
Lo expuesto anteriormente, podría conducir al surgimiento de pequeños empresarios nada competitivos; poca competitividad que pagará el consumidor final, bien por la mala calidad de los bienes y servicios producidos o prestados (aun existiendo bajos precios producto del subsidio) o bien vía impuestos, inflación o por un mayor deterioro de los servicios públicos, quienes fungirán como fuente de financiamiento de esta «nueva» forma de intermediación.
Uno de los enfoques planteados a raíz del anuncio de los créditos sin intereses o gratuitos es que los agentes económicos y en particular el «soberano» identificará tales créditos como parte de la contraprestación que representa el haber apoyado al actual presidente de la república en las elecciones, así como por el sencillo hecho de formar parte del «pueblo» (quisiera acotar que todos formamos parte del pueblo venezolano y por lo tanto todos somos parte del «soberano»).
Por otro lado debe ser reconsiderado tal propuesta, porque aunque parezca sutil la diferencia, es preferible cobrar un muy bajo interés que no cobrar nada por el crédito ya que representan sistemas de incentivos radicalmente diferentes (al menos desde un punto de vista psicológico). Esto quiere decir que un bajo interés impactará de forma más que representativa como un sistema de incentivo o regulador económico, sobre la reactivación económico-productiva hacia actividades rentables y competitivas.
En este sentido y basándonos en las consideraciones anteriores, este tipo de créditos terminará significando y operando como un subsidio directo, sin conseguir su «objetivo final» de reactivación y dinamización de la economía nacional.
Economista. Profesor e Investigador UCV. Profesor UCAB y Especialista en Competencia. E-mail:
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