Gaviria, las Partes y la Nación
En la primera de las recientes visitas del Secretario General de la OEA al país, se nos perfiló, lavándose las manos, ante la compleja situación venezolana. Mas aún, cuando era muy poco, lo que se había avanzado, en medidas que debían tomarse por parte del gobierno nacional. Posteriormente, logró que se perfilara que, todas las partes, querían lo mismo -esto es, elecciones-. Gran avance, se piensa en los ámbitos donde se cultiva y aplica la diplomacia. Después, en la visita en curso, logró instalar -cosa positiva-, lo que él y la institución que representa, definen como mesa de negociación y que el “gobierno revolucionario” persiste en llamar, interesadamente, mesa de dialogo. Con esta posición de arranque, no es difícil prever por donde irán los intentos de tal gobierno para querer salirse con la suya, cuando la negociación debería concentrase en los tres puntos que remiten a elecciones, desarme y comisión de la verdad sobre los sucesos del 11 de abril.
Lo que Gaviria con elegancia y pertinencia llama las partes, remite a la postura del oficialismo que sobre asuntos como los del 11 de abril, sigue diciendo absolutamente lo mismo. Peor aun, persiste en hacer cosas similares -y en armar nuevos inventos- como quedó demostrado con su actitud -y la de los “incontrolables”- el día 4-11-02 en ocasión de la entrega de las firmas. Esto fue destacado, dentro de su estilo y posición – por Gaviria- dada la magnitud de heridos. La Constitución es, para esta parte la salvadora, aunque ella en sí misma haya sido violada numerosas veces, por quienes ahora se niegan a realizar un referendo consultivo, aunque digan que están abiertos a discutir todos los temas.
En contraposición se tiene la postura de la oposición a este gobierno que, democráticamente, desea el referéndum señalado y que no deberá ceder en este empeño. Es la parte que, en términos de la economía y el régimen socioeconómico presenta una posición diametralmente opuesta a los intentos del actual gobierno por alterar la economía de mercado y las libertades políticas y económicas. Por otro lado, con mayor amplitud y definición que el ejecutivo, ha planteado acuerdo con los puntos de negociación atinentes al desarme y la necesidad de estructurar una comisión de la verdad. No en balde -ni injustificadamente- y ante lo que no es difícil prever, esta parte se inclinará por un paro general indefinido.
Un gobierno deslegitimado y desesperado, reacciona creyendo que se la está comiendo. Es de ahí que el Presidente Chávez tiene el caradurismo de afirmar que -lo que Gaviria, con solemnidad, decimos de nuestra lado, llama la mesa de negociación y las partes- se trata de una mesa de dialogo más. Más aún, en la misma fecha – 10-11-02 – y expresando su grado de desconocimiento e ideologización de la compleja problemática que se tiene en la economía, ofreció mayor endeudamiento para cancelar deudas a sectores que, como el universitario, han sido afectados por una política mentirosa y de desfachatez; políticas de impuestos en asuntos que en relación a la inversión y la industria serán ineficaces; o, por último, evidencias de éxitos y avances en estados como Lara, que solo existen en su mente y en la de sus exegetas.
Es bueno pensar la actualidad, en base a estas expresiones de César Gaviria -22 de septiembre 1999-, en la sesión del Consejo Permanente para recibir al Presidente Chávez “…No hay duda de que en algunos de nuestros países, de manera creciente, las instituciones pierden su vigencia y poder vinculante por la dificultad para articular las necesidades, anhelos y esperanzas de los sectores sociales más débiles; por la ineptitud para encarar los complejos problemas de nuestro tiempo; por la incapacidad de ofrecer mejoramiento social o económico; por la imposibilidad de ofrecer estabilidad de precios; por la discriminación de que son objeto; por el creciente desempleo; o por el mayor número de los que viven en condiciones de pobreza extrema. O simplemente porque a veces la gente identifica la democracia con sus principales enemigos, creyendo que la corrupción, la terrible inseguridad de nuestras ciudades o la creciente desigualdad son parte del costo para sostenerla.”
Esperaba Gaviria que, del proceso constituyente en 1999 surgiese: “Una nueva Carta, una nueva democracia, una sala constitucional para hacer de la Carta de la quinta República un documento viviente, relevante para todos, sintonizado con la realidad del país, promotor del cambio y protector de los valores fundamentales de la democracia. Un Poder Judicial fuerte, ágil y autónomo en la que la justicia esté al alcance de cada ciudadano. Un Congreso habilitado para discutir, de cara a la Nación, cómo deben invertirse los recursos del Estado mediante un proceso democrático, transparente y deliberativo; un Congreso dotado de mecanismos para hacer más responsables a los funcionarios públicos y convertirse en la caja de resonancia de los grandes problemas nacionales.” www.oas.org