El regreso del futuro: más impuestos,menos inversión y más desempleo
1. Un gobierno sin control público: el incentivo de la corrupción y la joya de la corona (FIEM)
El Presidente con su «revolución» concentró en manos del Poder Ejecutivo el diseño y el proceso de decisión de políticas públicas, eludiendo de esta manera la necesaria controlabilidad de las decisiones del Ejecutivo por parte de los otros poderes, el legislativo y el contralor. La Ley Habilitante fue un grueso ejemplo de esas distorsiones en la generación de reglas de juego para la economía.
Los extremos de esa concentración de poder se encuentran en el manejo de las finanzas públicas, por el insostenible crecimiento de la deuda pública y por obviar la exigida reestructuración de los pasivos financieros del Estado, en la administración de los fondos a depositar en el FIEM – la joya de la Corona- y en la ejecución del gasto público, particularmente el que atañe a las instituciones financieras y bancos del Estado, además de las cuentas de “gasto supernumerario” ajenos a los mecanismos de control y que han caracterizado el gasto de los planes Bolívar y otros fondos descentralizados del Estado y administrados directamente desde el Poder Ejecutivo.
En particular, es necesario para la buena salud de la República, que los poderes públicos – legislativo y contralor- se avoquen a una profunda investigación en relación a como se ha administrado el FIEM, de manera de establecer las responsabilidades fiscales y administrativas a que hubiere lugar, dado los hechos evidentes de manejo poco ortodoxo en relación al instrumento legal que lo constituye.
2. Carencia de controlabilidad: derroche e irresponsabilidad fiscal
Por esas razones – entre otras- el boom de ingresos fiscales petroleros de estos dos años se esfumaría rápidamente, sin que se haya atenuado la crisis estructural de las finanzas públicas, representada por el amplio déficit fiscal estructural y por la insostenible curva de vencimientos de los pasivos financieros del Estado que afecta la solvencia financiera del Estado en el mediano plazo. Por el contrario, en materia fiscal y financiera, la situación de hoy reviste mayor gravedad que la se tenía en 1998 cuando caen los precios del petróleo.
Con relación a las finanzas públicas y al gasto público, la «revolución» pervirtió los mecanismos de controlabilidad que definen el control de la Hacienda por parte de los poderes públicos. En el primero de los casos, por la acumulación de deuda pública que al violar las reglas de sostenibilidad financiera generó una curva de vencimiento y de pagos que amenaza con insolventar la República.
En el segundo caso, por las restricciones legales y políticas impuestas al proceso de descentralización y a los entes de controlabilidad fiscal del poder público, todo lo cual restó racionalidad y eficiencia al gasto, disminuyendo el efecto que sobre la economía podría haber tenido la expansión del gasto.
3. Cui bono: dónde están los reales?
Los efectos potenciales de ese compendio de irresponsabilidad fiscal se sienten en los mercados desde hace algún tiempo, y se expresan en la fuerte presión al alza en las tasas de interés y sobre la tasa de cambio, que en tiempos de estrechez de ingresos fiscales, la gente percibe que el gobierno a todo evento, prepara la escena para inducir mayor depreciación del bolívar, dado que su devaluación por vía de la inflación le daría recursos al gobierno para financiar el enorme desorden fiscal creado por la carencia de controlabilidad fiscal.
De esa manera, la «revolución bolivariana» se tragó el boom fiscal petrolero, sin que se realizara la tarea financiera exigida al gobierno en 1999 de reestructurar la deuda pública por un lado, y de ejecutar la reforma pensional y de salud por el otro – pese a disponer de instrumentos legales aprobados por la administración anterior- y que es materia obligante para dar viabilidad de largo plazo a las finanzas públicas. El conjunto refleja un extremo grado de irresponsabilidad fiscal cuyo resultado final seria la insolvencia financiera del Estado y un eventual y potencial camino al default.
4. Un retorno del futuro a paso de perdedores
Para evitar ese colapso financiero el gobierno requerirá de voluntad política y, lo que es más importante, de un consenso político, que permita un recorte fiscal de 10 % del PIB, y la creación de reglas e instituciones que generen la desconfianza perdida en estos años de desorden revolucionario de manera que permita un retorno a los mercados financieros para realizar las tareas pendientes que el decadente populismo bolivariano dejó en el estante.
El retorno a los mercados y a la eventual asistencia financiera de los multilaterales, incluido el FMI, requiere estabilidad política; sin embargo, a la luz de los acontecimientos en las últimas semanas y frente a la renuencia del gobierno para ejecutar una debida “corrección política”, las noticias no son buenas en el sentido que se vuelva a ver a Venezuela como un objetivo financiero viable.
Sin embargo, debe acotarse también que el mercado financiero internacional ha cambiado, en los últimos años, drásticamente la percepción de riesgo de los llamados mercados emergentes, lo que ha traído severas consecuencias a estos países por la reversión de los flujos de capitales que nuevamente fluyen hacia mercados menos riesgosos; nos hemos convertido nuevamente en exportadores netos de capitales.
En todo caso, las noticias financieras para Venezuela no serían buenas, inclusive en el caso de que se haga la tarea de gobernar normalmente disciplinando el gasto del Estado. Las finanzas públicas y la balanza de pagos descansarán sobre el hilo delgado de los entes multilaterales, hoy duramente criticados desde ambos lados. La crisis argentina y el rol de los multilaterales allí, nos da una idea del escaso espacio con que se cuenta para acceder a dinero fresco y asistencia financiera. Ganar credibilidad internacional para el gobierno será una tarea ciclópea, en virtud del penoso expediente de los últimos años.
5. Más y mayores impuestos: mayor será la contracción de la economía
Los anuncios de nuevos y mayores impuestos, redundara negativamente en la balanza de pagos y en la percepción de ganancias y riesgo a la inversión privada, la cual preferirá otros mercados hoy en recuperación, que mantenerse en un entorno de mayor presión tributaria dada la negativa del gobierno de ajustar su gasto a los ingresos.
Este anuncio de incremento de impuestos constituye una mala señal para los mercados que preferirían a un gobierno asumiendo su responsabilidad de ajustar su gasto. Así tenemos una cocktail mortal: más impuestos e ilusión tributaria y fiscal que traerá un fuerte impacto inflacionario y mayor contracción de la economía, todo ello en un entorno político descompuesto en lo institucional que derritió el piso político del gobierno del Presidente Chávez.
Dependerá entonces no solo de la actitud del Presidente, en este caso cuesta arriba por el enorme volúmen de desconfianza que emana, sino de la vocación de construcción que pueda quedar para armar un piso político estable que a todo evento conducirá al gobierno al consenso social o a la crisis total.
Desafortunadamente no todo termina allí, el éxito en las políticas dependerá de la calidad del diseño de las mismas que resuelvan el actual «conundrum» fiscal y financiero, en el sentido de reestablecer la credibilidad fiscal y financiera del Estado.
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» Most people may prefer a free government,
but if by momentary discouragement or
temporary panic, or a fit of enthusiasm for
an individual, they can be induced to lay
their liberties at the feet of even a great
man, or trust him with powers to subvert
their institutions, in all these cases they
are unfit for liberty». John Stuart Mill
«The existence of a state is essential for
economic growth; the state, however, is
the source of man-made decline……»
«…The economies of scale associated
with devising a system of law, justice, and
defense are the basic underlying source
of civilization.» Douglas North