Economía

El Costo de la ingobernabilidad e inestabilidad política

Detrás de toda crisis política se cobijan grandes malestares económicos, los cuales se expresan en caída de la actividad económica, por contracción del consumo e inversión, en desempleo, caída de las ganancias en los negocios- sangre que nutre la planta- y en alzas en las tasas de interés. Estos fenómenos en general siempre conforman la matriz de expectativas de la gente respecto del acontecer económico, porque se conoce por experiencia que ello constituye el prolegómeno de crisis fiscales y financieras provocadas no solo por caída en los ingresos fiscales y perdida de la liquidez bancaria, sino por inestabilidad política.

En términos económicos, esos componentes son característicos de una economía cuando entra a la parte baja del ciclo económico; es decir, en recesión. Sin embargo, los momentos depresivos en una economía, no necesariamente se identifican con esos fenómenos. Hay otras causas, mas allá de las económicas que generan el ciclo, como exacerbación del riesgo, crisis de gobernabilidad, inestabilidad política, colapso institucional. ¿Está Venezuela en la parte baja del ciclo – recesión- por la voluntad propia del ciclo?.

No realmente; porque la caída de la actividad económica ha sido un continuo proceso guiado por causales políticas e institucionales que ahora se expresan en inestabilidad política, destrucción de las reglas de juego de una economía de mercado normal, exacerbado intervensionismo del gobierno en asuntos económicos, lo que ha desplazado la inversión y el ahorro privado, esencialmente por razones políticas e ideológicas; todo lo cual, ha inducido eventualmente a la pérdida de la gobernabilidad, condicion esta basica, mas allá del propio ciclo, para que operen los negocios, haya empleo, prosperidad, crezca las ganancias de las empresas, haya inversión y consumo; en definitiva una mejora en la calidad de vida de la gente.

A estos factores políticos e institucionales se incorporan ahora importantes fundamentales económicos causados, en primer lugar, por el enorme endeudamiento público de estos años, el cual ha desplazado el escaso ahorro, el cual, en lugar de ir a la inversión productiva está financiando el gasto ineficiente del gobierno, y por la masiva salida de capitales, proceso este inducido por el elevado riesgo país y la propia inestabilidad política, y que en todo caso, marca un proceso de continua descapitalización de la economía..

La conjunción de estos factores políticos, institucionales y económicos va generando una causalidad circular viciosa, que no será desmontada por el ajuste cambiario -todo lo contrario- que impuso la devaluación inducida por el gobierno, independiente que la devaluación haya introducido algo de liquidez al sistema financiero y a las finanzas públicas; pero que eventualmente la inflación y la indexación de contratos que esa devaluación provocará volverán a secar la liquidez, y llevarnos de nuevo a una mayor depreciación del bolívar. No solo de ilusión monetaria vive el sistema, y la historia reciente de Venezuela tiene muchos ejemplos de estos, solo que el colectivo guarda poca memoria de ello.

El endeudamiento público, la salida continua de capitales, ahora anticipada perfectamente en la subasta de divisas, y la inflación que se retroalimenta en el sistema incrementarán aún más las tasas de interés, profundizando la contracción económica, el desempleo y informalización de la economía, generándose mayor pobreza no solo en los sectores más humildes, sino en los estratos medios con ingresos y salarios fijos. El fisco habrá caído en el circulo vicioso de promover más devaluación para recomponer el ingreso fiscal del gobierno; y un gobierno ingenuo, pensando que la gente no comprende que la devaluación tiene objetivos fiscalistas.

En este conflictivo entorno, la economía de la gente se hará más precaria porque la inestabilidad política que moviliza una viciosa circularidad reproduce más inestabilidad política y conflictos sociales por militancia sindical y desobediencia civil, y caída de la productividad, todo en un marco fiscal deprimido dada las astringentes condiciones fiscales que causa la caída en los precios y contracción de los volúmenes de exportación de petróleo.

Esas dificultades fiscales se verán agudizadas por la eventual caída de los ingresos no petroleros en virtud de la contracción económica en curso, lo que en conjunto con lo mencionado en el párrafo anterior, nos podrían conducir al escenario argentino que provocarían medidas heroicas de control de cambio, de depósitos bancarios y default de la deuda publica. Es un escenario extremo, pero perfectamente visible, causado por las inconsistencias fiscales de un gobierno que le dio palos a la piñata petrolera sin orden ni control, cuya ecuación de ahorro, no pasaría un examen de un curso elemental de finanzas, al endeudarse con tasas mayores a las del supuesto ahorro en el FIEM, lo que en el corto plazo contribuye a la creación de una matriz de insolvencia financiera del gobierno. Si el necesario recorte fiscal no tiene instituciones que lo definan y controlen su cumplimiento, no tendría credibilidad ninguna, variable esta por cierto por la que el gobierno no siente mayor respeto y responsabilidad.

En esas condiciones y por la escasa demanda de crédito que ha caracterizado la economía en estos años, la insolvencia financiera del gobierno podría colapsar un sistema financiero y bancario muy vulnerable, en virtud de que la liquidez disponible en bolívares, ha tenido que invertirse en la compra de bonos publicos en dólares y bolívares, elevándose así el grado de exposición de su balance en pasivos públicos, lo que en condiciones fiscales como las mencionada arriba lo hace muy similar al escenario ¿argentino?..

Salidas a esta angustiosa situación económica y política existen, pero pasan necesariamente por la reversión de la «revolución bolivariana» y vuelta a la normalidad institucional. ¿Estaría agotado el tiempo para revertir ese proceso? La sobrevivencia global, incluida la del mismo gobierno dependerá de la voluntad para retraer un cuadro de gobernabilidad, el cual, por cierto, tendría poca credibilidad en un principio, a juzgar por el ritmo violento de desmantelamiento institucional que hemos presenciado. Para negociar las salidas al colapso se necesitan instituciones en las cuales la gente pueda creer. Las corporaciones sindicales, empresariales y eclesiásticas le extienden al gobierno una salida, la aceptará el gobierno?. La evidencia empírica de estos últimos años de revolución dice que no, pero la bombona de oxigeno estará allí.

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