No hay en la economía razones para celebrar
El presidente, sus asociados ideológicos y revolucionarios de oficio celebran los golpes de estado de 1992, en un ambiente donde esa «conmemoración» no parece entusiasmar a la gente, que sospecha que esos golpes de estado no les ayudaron a mejorar su standard de vida, sino todo lo contrario, existe una percepción generalizada, al tenor de la experiencia y el performance económico de la administración Chavez en estos tres anos, que la revolución que comenzaría supuestamente con el golpe del 4 de febrero, no le ha traído buenas noticias en materia económica y de organización social; por lo que la celebración podría tener un efecto político perverso al deseado.
1.La sanción de la historia
La economía sanciona en la historia económica el comportamiento de sus dirigentes, quienes muchas veces no lo comprenden por el elevado grado de miopía que bordea muchas veces las decisiones en materia de políticas publicas. Los golpes de 1992, injustificables a todo evento, constituyeron los prolegómenos del masivo derrumbe institucional que subyace al ruinoso comportamiento de la economía venezolana en estos diez años.
En cualquier país normal y con operadores políticos actuando en una banda de lógica racional, la economía para su normal y estable funcionamiento debe descansar sobre reglas de juego que garanticen el estado de derecho y, particularmente en épocas de mercados globales, que la capaciten para competir eficientemente. Para ello se requieren instituciones que emulen aquellas que sostienen las economías estables y exitosas del mundo. En fin, el ejercicio de la política en este campo parece sencillo, ya que las políticas públicas se encaminan comparativamente sobre el éxito de otros, lo que en el tiempo se expresaría reduciendo los costos de transacción bajo los cuales opera la actividad económica.
2. El desmantelamiento institucional
De esta manera se tiene que para lograr un comportamiento económico que repercuta en todos –ricos y pobres- se requiere de instituciones de calidad, de un «buen gobierno» controlable en sus acciones y un entorno jurídico que proteja derechos de propiedad de los ciudadanos frente al estado.
Si bien es cierto que ese «buen gobierno» e instituciones de calidad no existían en la Venezuela pre-golpe, también es cierto que la economía venezolana iniciaba, aunque a los trancazos, una transición que exigía de sus elites –y los militares son parte de ella – responsabilidad civil y la creación de un piso institucional y político estable que garantizara que las transformaciones económicas y reformas, que caracterizan todo proceso de apertura económica y liberalización de mercados, fluyeran en medio del complejo de relaciones de intereses, aunque normales, con gobiernos arbitrando eficientemente para eliminar el rentismo y las apropiaciones de renta no compensadas, creando incentivos de mercado para permitir el acceso de todos a la riqueza que cada cual crea.
3. Estatismo y socialismo: la ideología de los golpes
Los golpes y sus secuelas posteriores reprodujeron todo lo contrario a lo que caracteriza un «buen gobierno», como lo mencionado arriba, trajeron mucho estatismo, del mismo que había fracasado durante décadas, opacidad en la gestión publica con eliminación de los mecanismos de controlabilidad necesarios para mantener a raya la corrupción, limitaron los derechos de propiedad restringiendo la eficiencia y acción de los mercados, en general, detuvieron el reloj del tiempo, todo lo cual arroja una escalofriante contabilidad económica y social por perdida de riqueza económica; la no creada y la destruida por la inestabilidad política e institucional que devino de los golpes en 1992. Era eso acaso lo que buscaban los golpistas, o era una acción colectiva inconsciente de quienes de alguna manera perderían en la apertura?.
Los acontecimientos posteriores parecen confirmarlo. Es la lógica de las revoluciones. Caldera primero y luego Chávez ganaron las elecciones con la plataforma económica e institucional de los golpes de 1992. Esos golpes fracturaron el debilitado andamiaje institucional que soportaba el proceso de modernización económica, desarticulando – como lo resumen los indicadores económicos desde 1992- y destruyendo la confianza institucional y credibilidad en el estado de derecho y régimen jurídico sobre los cuales debe descansar la actividad económica de la gente: el ahorro, la inversión y el consumo.
4. La economía envilecida y el crecimiento de la pobreza
La economía se envileció, la actividad económica cae bruscamente en un proceso de descapitalización que conduce eventualmente a la crisis financiera de 1994; cayó el ingreso per-capita a niveles no comprables en la historia económica venezolana del siglo XX; se incremento el desempleo, la informalidad y el desempleo estructural llego a la familia venezolana para quedarse, la deuda publica se multiplica unas cuantas veces, causando todo un enorme crecimiento de la pobreza.
En números, y que induce a sugerir que no hay mucho que celebrar, sino todo lo contrario; el ingreso percápita – un indicador global- del venezolano cayo aceleradamente desde los golpes de 1992. Ese año cae un 50% respecto del anterior, el crecimiento percapita es negativo en 1993 (-2%) y 1994 (-4.5%), se recupera ligeramente en 1995 (1.7%) para caer continuamente desde 1996 a un ritmo de -3.8% en promedio interanual!!
Finalmente es necesario que se comprenda que el ruinoso y mediocre performance económico de Venezuela en estos años después de los golpes de 1992, guarda una estrecha relación con el trasfondo político de esos golpes, en virtud de lo que hoy podemos ver como entorno socioeconómico de la celebración oficial de esos eventos. Lo que he querido resaltar en esta nota es el retroceso institucional y las fracturas de la economía y el regreso contra el tiempo de una trayectoria de políticas públicas de un socialismo que en materia económica y social ha puesto a Venezuela contra la modernidad.
5. El enemigo por dentro: una herencia reaccionaria y retrogada
Esta observación critica, no sólo se corresponde con estos tres años de la administración Chavez, sino con los años que siguieron a los golpes incluidos los de la administración Caldera, cuya ejecutoria económica – pese a la contradictoria corrección de 1996- se sustentó en esa visión socialista y estatista de la economía. Las reformas económicas e institucionales fueron detenidas, y cuando Caldera decide corregir, por razones de subsistencia, el tiempo transcurrido y consumido por la vocación populista y demagógica que se hereda de los golpes – donde por cierto participaron muchos civiles que después serian testigos de excepción- se pierde.
Los números de la economía y de la realidad social, del mercado laboral, del auge de la delincuencia, del incremento de los niños en el trabajo callejero, de la deserción escolar, del desmantelamiento de la salud publica y la educación, de la demolición de instituciones y del mal diseño de sus reemplazos, es muestra del impacto negativo que produjo el clima político que dejaron los golpes de estados de 1992; el país esta traumatizado, su recuperación económica pasa por la restauración de algunas instituciones perdidas y por reformas de otras siempre viendo la rosa de los vientos. No es tiempo de celebrar sino de corregir y restaurar.