Enfoque monetario, al estilo venezolano
Algunos sostienen que la política económica del Gobierno está basada en el “enfoque monetario de la balanza de pagos”. Aunque ello parece dudoso, es conveniente comparar las políticas del Gobierno con las que sugiere este enfoque. La visión monetaria de la balanza de pagos se desarrolló en los cincuenta y sesenta, ligado a economistas de la Universidad de Chicago y el FMI, como R. Mundell, H. Johnson, J. Polack y M. Mussa; y en los 70’s sirvió de base para “programación financiera” auspiciada por el FMI. Sus orígenes se remontan a los escritos monetarios de Hume. Según la evaluación ideológica de las políticas económicas que acostumbra a realizar el Gobierno, se trataría de una con raigambre fuertemente neoliberal.
Un aspecto central de este enfoque es el vínculo estrecho que establece entre la balanza de pagos y el mercado monetario. La idea es que cuando existe desequilibrio en la balanza de pagos, ya bien superávit o déficit, el ajuste hacia el equilibrio se realiza automáticamente a través del mercado de dinero, lo cual fue uno de sus aspectos interesantes.
Por ejemplo, ¿qué se haría ante una reducción de las exportaciones que pueden provocar déficit en la cuenta corriente y balanza de pagos? Dentro de un régimen de tipo de cambio fijo lo que sugiere el enfoque es que hay que reducir la “absorción”, es decir los gastos de los residentes, y que ello se hace automáticamente a través del ajuste monetario: los residentes se desprenden de activos monetarios, reduciendo la cantidad de dinero, lo cual reduce la absorción. La prescripción de política económica sería coadyuvar la reducción de la oferta de dinero a través de la política del Banco Central sin cambiar el anclaje cambiario, y posiblemente acciones fiscales. Algunos le añaden al ajuste monetario el supuesto de la “neutralidad” del dinero (la idea de que este no tiene efecto sobre la actividad real) y el de la flexibilidad de precios a la baja, incluyendo los salarios; por lo que las reducciones monetarias y de la absorción no tendrían en efectos negativos. No existirían alzas significativas en el desempleo y la reducción de la absorción sería sólo la recuperación del equilibrio. Algo de todo esto, ¿estará en las cabezas económicas del Gobierno?
En el mundo real, la flexibilidad de los precios hacia la baja no existe o es muy limitada, y el dinero no es “neutral”. En consecuencia, el ajuste monetario hacia la baja puede profundizar el efecto recesivo de la caída de la demanda externa a través del canal del alza de las tasas de interés y su repercusión en el gasto. Claro, sí se supone alta o movilidad “perfecta”de capitales, ello no sería un problema. El alza de la tasa de interés sobre la condición de paridad internacional provocaría entrada de capitales para restaurar el equilibrio. Sin embargo, en el mundo empírico la movilidad de capitales no es “perfecta” y un conjunto de países de los mercados emergentes tienen asociado un alto riesgo. En estas circunstancias, no se puede descartar una caída muy pronunciada de la demanda de dinero acompañada de compras de divisas y ataques cambiarios, dependiendo de la magnitud del choque externo y la posición fiscal. Las políticas del Gobierno tienen algunas semejanzas con la interpretación simplista del enfoque monetario de la balanza de pagos que hemos esbozado. Desde el punto de vista práctico, frente a la baja de los ingresos petroleros, los costos y riesgos de la política económica del Gobierno habría que compararlos con una política alterna global, uno de cuyos elementos podría ser la flexibilización cambiaria para obtener un cambio en la composición del gasto (“expenditure switching”) que mejoraría la posición externa, daría cierta holgura para la política monetaria y podría contribuir a reducir la pronunciada apreciación del tipo de cambio real. Veremos lo que pasa en la práctica.