Sobre los pronósticos del tipo de cambio de Cordiplan, presiones cambiarias,autonomía del BCV y viabilidad de la situación fiscal: ¿quién pagará la factura fiscal?
Las presiones sobre el tipo de cambio en el pasado reciente y en los actuales momentos contienen los efectos de una mezcla de factores institucionales, políticos y macroeconómicos.
De los primeros, institucionales, la debilidad en los derechos de propiedad, factor que hoy pende sobre el mercado de deuda pública y su desvalorización producida por efecto de la devaluación del tipo de cambio y el consiguiente impacto inflacionario, y el peligro inminente de completar el licuado de esos pasivos –activos de la banca y del público- bien por el descalce de la política monetaria por relajamiento de esta, como consecuencia de la propuesta del Ejecutivo para reducir el encaje legal de los bancos para expandir la liquidez monetaria donde colocar los títulos públicos; o por la imposición de una transacción o “swap” de títulos públicos –DPN- en un canje de bonos con distintas denominaciones con rendimientos efectivos menores al riesgo venezolano ejecutado fuera de los mecanismos de mercado.
Todo esto unido a la alteración de las reglas de juego de una economía de mercado y la debilidad del piso jurídico de los negocios han cesanteado la demanda agregada de inversión y consumo privado, lo cual tiene un impacto negativo sobre el fisco dada la esperada caída del ingreso fiscal de origen no petrolero.
Entre los segundos, los factores políticos; la inestabilidad política y el ritmo que sobre la economía ha impuesto el proceso revolucionario en términos de pérdida de gobernabilidad y la desconfianza en la negociación política como herramienta para el acuerdo social.
Entre los macroeconómicos, la sumatoria de los problemas financieros del fisco generados por el mediocre manejo y administración de las finanzas públicas del trío Giordani – Rojas – Merentes quienes «olvidaron» la curva de vencimiento de los pasivos o deuda del Estado y que debió ser atendida con urgencia, pero se fracasó en ello. Sobre esta situación financiera de la Republica se suma el propio desequilibrio fiscal estructural que muestra una situación fiscal inviable que amenaza seriamente las finanzas privadas y el ahorro de la gente. Este escenario, por cierto, muy similar al presentado en Argentina después de la devaluación del peso y del desbarajuste institucional y económico que causó el canje forzado de deuda interna y el secuestro de depósitos del público en el sistema financiero, además del licuado de los activos de los fondos de pensión.
El cambio de reglas de juego, en medio de un cuadro de incertidumbre cambiarias, producido con el desplazamiento del régimen cambiario de la banda-peg (bandas) forzó una maxidevaluación por razones fiscales – similar a las ocurridas durante las administraciones de Herrera, Pérez, Caldera- del tipo de cambio que introdujo en el sistema de formación de precios un shock inflacionario que se espera, triplicará la inflación del pasado ano (2001) para terminar por encima del 30%, lo cual se sabe reduce considerablemente el ingreso real de la gente, llevando en sus entrañas parte del proceso de contracción económica que se vive.
En conjunto, esos factores han incrementado la presión al alza en las tasas de interés, ya de por sí impulsadas por el masivo crawding out – efecto desplazamiento de la inversión privada de la economía real por adquisición de bonos públicos- generando el insostenible endeudamiento público de estos tres años, que fue catalizado por el “swap” de deuda de bajo costo financiero – la externa- por deuda de alto costo financiero –la interna, en lugar de invertirse en la economía real, los fondos se dirigen a satisfacer la voracidad del fisco.
La voluminosa deuda pública, en ese sentido, colocada en el mercado en estos tres años condujo la tenencia de DPN y letras del tesoro a niveles de saturación (cerca del 39% del total de las colocaciones bancarias se hace en deuda pública), lo cual, en sí, ha elevado los niveles de riesgo del sistema financiero por la fuerte exposición que este muestra en tenencia de deuda pública; todo lo cual, ha inducido al alza en las tasas de interés coadyuvando la contracción económica, activando los factores de riesgo en las finanzas privadas.
En agregado, la combinación de esos factores ha introducido en los mercados la percepción de que el tipo de cambio mantendrá su ritmo de rápida depreciación seguido por las expectativas del público de que el fisco buscaría devaluar para incrementar los ingresos fiscales producidos en las ganancias cambiarias y la tributación de PDVSA; es decir, con el impuesto inflacionario.
En ese entorno, lucen temerarias y poca escasa credibilidad las proyecciones del gobierno por boca del Ministro de Cordiplan acerca de un tipo de cambio de cierre de año en 1350 bolívares por dólar. Los mercados, conocedores de las debilidades fiscales, y al no darle credibilidad a las proyecciones cambiarias de Cordiplan, se ven empujados, precisamente por esas declaraciones del Ministro a demandar más divisas sobre el temor de que un tipo de cambio como el anunciado y mencionado arriba en este párrafo sólo seria producto de una medida de control de cambio. No debe olvidarse que la implementación de un control de cambio sólo podría venir por vía legislativa; no está claro que un control de cambio pueda ser impuesto por decreto de emergencia sin afectar la norma constitucional de garantía de la propiedad privada.
Los mercados guardan con buena memoria las ocurrencias financieras de 1994 en ocasión de e la crisis financiera cuando el tipo de cambio se disparó a 210 para después retroceder a 170 forzado por la implementación del control de cambio.
Moraleja: para elevar un grado de responsabilidad en la gestión pública es preferible y necesario que los altos voceros -ministros- eviten contaminar al mercado con proyecciones sin ningún sentido ni base de credibilidad alguna para evitar añadir presión en el mercado de cambio. Los mercados conocen que es el fisco precisamente quien más estaría interesado en una rápida depreciación del tipo de cambio por las razones apuntadas arriba. En caso contrario, los mercados podrían reaccionar frente a no muy desconocidos deseos de muchos en profundizar la intervención del gobierno en el sistema financiero privado hasta establecer el control de tasas de interés, el de cambios, buscando artificialmente reducir los primeros o controlar los depósitos, perversiones estas que suelen aparecer cuando los gobiernos se quedan sin real.