Auge, caida y reactivación de la inversión petrolera
La formación de capital fijo es un factor clave del crecimiento y el desarrollo. Consumir y endeudarse sin invertir sólo conduce a la descapitalización y Venezuela se descapitaliza desde hace 25 años. Entre los años 50 y 70, la inversión -contraparte del ahorro- alcanzó en promedio un 25% del producto nacional. Venezuela fue entonces lo que hoy son Singapur, Corea del Sur y Chile, que en los últimos 20 a 30 años han alcanzado los niveles de inversión que una vez tuvo Venezuela. En los años 80, la formación de capital bajó al 20% del producto nacional y durante los últimos quince años la inversión promedió menos del 15%. En 2003, la formación de capital fijo se desplomó hasta 8,5%, con su secuela de pobreza y exclusión. Es imposible combatir la pobreza sin invertir. Sin inversión no hay desarrollo sustentable.
Hubo entre los años 50 y 70 períodos durante los cuales la inversión privada llegó a alcanzar el 20% del PIB, más del doble de la inversión pública. Durante el último cuarto de siglo la inversión privada ha disminuido sostenidamente; hecho preocupante por cuanto el sector privado, nacional e internacional, genera más del 75% de los empleos del país. La caída de la inversión privada hubiera sido aún más pronunciada si desde 1992 no hubiera tenido lugar la apertura al capital privado nacional e internacional de la industria de los hidrocarburos, que desde entonces ha realizado inversiones de hasta un 6% del PIB por año.
Durante las décadas de mayor prosperidad de Venezuela (hasta los años 70) la inversión pública se orientó fundamentalmente al desarrollo de infraestructuras y la inversión privada a las actividades productivas. Salvo en los casos de PDVSA y Edelca, la distorsión productiva comenzó cuando el sector público dejó de invertir en el desarrollo infraestructural para producir bienes y servicios que el sector privado es capaz de elaborar más eficientemente. Esta distorsión no se ha corregido y las políticas públicas deben centrarse ahora en fomentar vigorosamente la inversión pública y privada bajo condiciones de seguridad jurídica, rentabilidad razonable y equidad social.
El ciclo de inversión petrolera de los años 90, sin embargo, está llegando a su fin natural, lo cual agrava el proceso de descapitalización que sufre Venezuela desde hace 25 años. Este novedoso ciclo de inversión, abierto por primera vez al capital nacional e internacional desde la nacionalización en 1975, atrajo ingentes capitales y avanzadas tecnologías por medio de los convenios operativos, las asociaciones estratégicas de la Faja del Orinoco y los convenios de exploración a riesgo, firmados por empresas nacionales e internacionales con el MEM y PDVSA. La descapitalización que Venezuela traía desde los 80 pudo ser amortiguada por la nueva inversión petrolera, que en algunos años durante la pasada y presente década alcanzó ser casi la mitad de la inversión pública y privada total del país.
Entre 1992 y 2003, la inversión en los convenios operativos ascendió a la cuantiosa suma de $13.000 millones, con la cual fue posible recuperar la producción de yacimientos maduros de 120 mil a 500 mil barriles diarios (MBD), con un incremento de reservas probadas de 5.500 millones de barriles (12% más que las reservas de Ecuador). La inversión en las asociaciones estratégicas se ubicó en $12.000 millones, con la cual Venezuela pudo convertir los crudos extrapesados de la Faja en crudos medianos y livianos de alto valor comercial, capaces de alimentar las exigentes refinerías mundiales. Su producción actual es mayor a 500 MBD. Todo ello bajo las más estrictas normas de higiene, seguridad y protección ambiental.
Este ciclo de inversión, ya en su fase final, contribuyó a la generación de un centenar de miles de empleos directos e indirectos, a la contratación del 65% de bienes y servicios a empresas nacionales, a la formación –por primera vez desde 1975- de empresas venezolanas productoras de petróleo y gas y a la ejecución de un centenar de proyectos de inversión social que hoy benefician a 105 mil ciudadanos en comunidades deprimidas. Un nuevo ciclo de inversiones es indispensable para recapitalizar Venezuela.