¡Que Viva el Populismo y el Rentismo!
Acumulados en la historia económica de Latinoamérica están los gobiernos de Perón, Vargas y Cárdenas en Argentina, Brasil y México. Desde las anécdotas hasta la elegante y técnica expresión de que el populismo es una política redistribucionista sin restricción presupuestaria, todo se encuentra registrado en volúmenes diversos y en el inconciente colectivo. Populismo no es, como piensan algunos líderes desorientados, construir carreteras o aceras. No. Estos serian elementos de una estricta política Keynesiana. Ojalá y en la economía venezolana actual se construyesen o mejorasen muchas carreteras, aceras u hospitales.
Populismo tampoco es sensibilidad social. Los regímenes democráticos venezolanos del 60 al 75 del siglo XX, desarrollaron políticas de mejoramiento y seguridad social que permitieron un real ascenso de los sectores menos favorecidos en la distribución del ingreso. Ojalá y en la Venezuela actual hubiese una activa y operativa política social. Después de cinco años y medio de administración “revolucionaria” ninguna estadística o evidencia permite afirmar que se hayan mejorado los hospitales, las escuelas, la seguridad, la limpieza o la expedición de documentos para la población en general y más allá de operativos de claro interés político en cuanto a mantener o a captar adeptos. No han sido políticas públicas las que se han implementado, sino políticas de corte netamente grupal. Sólo los venezolanos de a pie saben esto en vivencia directa.
Populismo si es el manejo grupal de los recursos con fines de mantener camarillas en el poder político. También, el obsequio de dádivas con fines relacionados. Populismo es lo que descubrió el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y ahora descubre la administración “revolucionaria”. Muchos sujetos económicos saben disfrutar del populismo: políticos, empresarios, intelectuales, miembros de organizaciones y partidos, oportunistas y conversos. Tras de el quedará una economía mal acostumbrada en el manejo de los recursos y maltrecha desde el punto vista de las instituciones. Tanto andar la “revolución” para haber terminado en el más craso populismo. Más aun, se trata de un populismo tecnocrático y alimentado grandemente por la comodidad de los recursos petroleros.
Décadas también se tienen acumuladas en Latinoamérica sobre la necesidad de diversificar el aparato productivo, que cambiase la dependencia o determinación de los productos primarios. En Venezuela, en particular, numerosos planes económicos plantearon persistentemente la necesidad de diversificar el aparato productivo y romper con la dependencia petrolera. Ni que decir de la expresión sembrar el petróleo.
Se sabe suficientemente, en ciertos ambientes, lo que es el rentismo petrolero, lo que es la enfermedad holandesa y la dinámica de los petroestados. Se trata de dinámicas que afectan la producción de transables, que influyen en las políticas públicas al tener comportamientos cíclicos o procíclicos –según sean los casos o perfiles estudiados-, que llevan a una economía a depender de un medio de producción no producido (A. Baptista), con influencias determinantes en el campo fiscal y cambiario: ¡y la “revolución” ha terminado apuntalando el rentismo, la dependencia petrolera y lo contrario a diversificar el aparato productivo! Lejos está Venezuela de desarrollos que se están teniendo en paises latinoamericanos o asiáticos como la experiencia de Taiwán (A. Amsden).
Los efectos del rentismo no los compensa pensar que los agentes económicos crean su propia racionalidad para convertirlo en algo aprovechable para ellos y el conjunto de la economía. Es conocido que distintos agentes económicos apuntalan y disfrutan el rentismo que, en el caso venezolano, pasa a ser el perverso aliado del populismo.
Muchos errores han cometido los gobiernos venezolanos. Pero, también, muchos han cometido sus empresarios y los formuladotes de políticas. La economía y la historia los espera.