Calvani, petróleo y globalización
ESTADO DE DERECHO Y NACIONALISMO DEMOCRATICO
La creciente brecha entre el desarrollo y el subdesarrollo, la descolonización de África, Asia y el Caribe y la Guerra Fría originan, en la década de 1970, el establecimiento de políticas nacionalistas dirigidas a crear un nuevo orden económico mundial. La defensa del valor de las materias primas y los recursos naturales son vistos como axiomas para mejorar los términos de intercambio entre los países industrializados y en vías de desarrollo.
El pretexto de la Guerra Fría como único factor de interacción entre las naciones limita la priorización de los problemas del desarrollo en las relaciones internacionales. Es imperativo superar la confrontación Este – Oeste y situar las desigualdades socioeconómicas entre el Norte y el Sur en la agenda internacional, bajo los principios del Bien Común Universal y la Justicia Social Internacional.
En el pasado, la reivindicación del principio de soberanía nacional sobre los recursos naturales se dirimía por nacionalizaciones traumáticas, como en México en 1938 e Irán en 1951. A los sistemas de dependencia económica entre naciones desarrolladas y subdesarrolladas y a los procesos traumáticos de control soberano sobre los recursos naturales, el presidente Rafael Caldera y el canciller Arístides Calvani anteponen el concepto del nacionalismo democrático (1969-1974).
El nacionalismo democrático reivindica el derecho soberano de los países en desarrollo sobre sus industrias extractivas mediante el diálogo y la cooperación, no la confrontación. El nacionalismo democrático no es contra ningún país o empresa multinacional. Las relaciones económicas internacionales pueden desenvolverse respetando el ordenamiento jurídico nacional e internacional, sin infringir el Estado de Derecho y el principio de la legalidad. El nacionalismo democrático reconoce los derechos legítimos de los inversionistas y rechaza las estatizaciones arbitrarias sin indemnización. Calvani lo define:
“Ese nacionalismo es, además, democrático. No se trata, en efecto, de una «apoteosis del egoísmo nacional;» ni de crear un espíritu nacionalista que impele al exclusivismo nacional, aislando a los pueblos y oprimiéndolos. Ese fue el nacionalismo imperialista europeo, exclusivo y excluyente…Ese nacionalismo es «democrático» porque una sociedad debe corresponder al interés de las comunidades que la integran y concordar con el interés general de la región y del mundo; en otras palabras, de la humanidad…”
Las capacidades de generación de empleo y riqueza, transferencia de tecnología y de conocimientos, flujos de capital y circuitos de mercado pueden ser puestas a disposición de los países en vías de desarrollo por medio de relaciones armónicas y productivas con las naciones avanzadas y sus empresas transnacionales.
EL NUEVO ORDEN ECONOMICO INTERNACIONAL Y LA OPEP
Un cambio estructural tiene lugar en el mercado petrolero mundial a partir de 1970. El robusto crecimiento económico global de la postguerra alienta el consumo petrolero. Estados Unidos y Venezuela alcanzan su máximo de producción aquel año. La demanda crece más que la oferta y sólo la OPEP tiene capacidad para suplir la brecha. En Libia, Muammar Gadafi se enfrenta a la transnacional Occidental Petroleum. La producción se desploma. La compañía americana concede y Libia negocia precios de referencia mucho mejores mientras eleva sus tributos.
En diciembre de 1970, el Congreso de Venezuela faculta al Ejecutivo Nacional a fijar unilateralmente los valores de referencia o de exportación para efectos fiscales. Una Comisión Especial del Congreso, encabezada por el diputado Arturo Hernández Grisanti, aprueba una reforma de la Ley de Impuesto sobre la Renta. El Congreso eleva a 60% la tasa impositiva y Caldera firma su Ejecútese. En febrero de 1971, la OPEP suscribe una resolución de igual tenor.
Arabia Saudí, Argelia, Irán, Libia, Irak, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos y Venezuela nacionalizan sus industrias petroleras. Se detiene la larga depresión en los precios del petróleo, los cuales suben de $1,80/ en 1969, a $3,71/b en 1973 (cesta venezolana). En 1974, a raíz de la Guerra del Yom Kippur y del embargo petrolero árabe, los precios de la cesta venezolana se triplican y ascienden a $10,53/b.
El canciller Calvani no es ajeno a esta transformación geopolítica y sostiene en sus discursos ante la ONU, la necesidad de que países ricos y pobres negocien y acuerden un “nuevo orden internacional,” que comprenda un “nuevo orden económico internacional.” La experiencia de la OPEP inspira a los países pobres del mundo y se instaura en la ONU, en 1974, el Dialogo Norte Sur. El canciller Calvani expresa:
“(La) defensa de la soberanía sobre nuestros recursos naturales (es una) consecuencia lógica del nacionalismo democrático. Es un deseo vehementemente sentido en nuestra América Latina…Un país no puede ser soberano si sus recursos naturales están fuera de su dominio o control…Implica forzosamente, una nueva ordenación de la explotación de esos recursos naturales. Se halla íntimamente ligado al fenómeno conocido como el deterioro de los términos de intercambio, a las inversiones extranjeras y a la dependencia tecnológica.”
GLOBALIZACION Y REVOLUCION TECNOLOGIA: DE LA CONFRONTACION A LA COOPERACION
De cara al siglo XXI, el nuevo orden económico internacional y la nacionalización de industrias extractivas, entendidos como enfrentamientos entre los países del Norte y del Sur, pueden aparecer desfasados a tenor de la globalización, la Revolución Tecnológica y la industrialización de naciones que antes fueron exportadoras de materias primas. Venezuela hizo una nacionalización petrolera que fue ejemplo a nivel internacional, sin confrontación y ajustada a Derecho. PDVSA llegó a ser una de las empresas estatales mejor valoradas del mundo. La confrontación de aquellos años ha sido sustituida por la cooperación y la firme convicción de que la inversión extranjera directa siempre beneficia a los países emergentes.
Si bien es cierto que, desde entonces, la brecha entre el desarrollo y el subdesarrollo ha disminuido o desaparecido para no pocos países, particularmente en Asia, prevalecen desigualdades en la división internacional del trabajo que pueden ser superadas por medio de la cooperación internacional y la inversión extranjera directa. El nuevo orden económico internacional no se alcanza sólo con la reivindicación de los precios de las materias primas, sino mediante mayores fondos destinados a la cooperación al desarrollo en la búsqueda de una sociedad universal del conocimiento. La sociedad del conocimiento es el nuevo Bien Común Universal.
@lxgrisanti