Las razones en la economía para revocar un gobierno
Los “costos” y los “riesgos” de una revolución
Una revolución que destruye capital social. La historia política venezolana nos ha acostumbrados a muchas sorpresas, la mayoría de ellas con indudable signo de incertidumbre institucional; gobiernos van, gobiernos vienen, cada quien haciendo lo suyo, todo lo cual es posible porque las instituciones sobre las cuales descansa un forma de gobierno, digamos democracia, son inestables. Los gobiernos han pasado sin hacer la tarea básica, al mismo tiempo la mas fácil, la de establecer fuertes instituciones, ello ha sido muy difícil porque no es fácil bajo el signo del rentismo, en este caso el petrolero, un bien de propiedad estatal, generar reglas de juego creíbles y un marco jurídico fuerte y estable donde basar la actividad económica de la gente.
En este caso, el referéndum revocatorio, herencia de la revolución, el más notable ejemplo de instituciones cuyo impacto se expresa en stress e inestabilidad institucional. Sin embargo, más allá de ese hecho, también es cierto que en la historia reciente no ha habido un gobierno cuya voluntad y capacidad política de destrucción haya producido tantos efectos negativos, particularmente aquellos relacionados con el standard y calidad de vida de la gente, pobres o ricos; los indicadores económicos y sociales muestran crudamente este estado de resultados en el balance de ganancias –para unos en la nomenklatura- y pérdidas para la mayoría, de una gestión de gobierno por más de cinco años.
Es importante que se aprecie que ese proceso de destrucción es endógeno, intrínsico a toda “revolución”, y en el caso que nos ocupa, el venezolano, en estos cinco años se han sufrido hasta el extremo los estragos de una revolución política, cuyo sentido invasivo ha afectado no solo el ánimo de la economía, sino aún más grave, ha destrozado el debilitado capital social que en cierto modo permitía que hacer economía sin mayores riesgos políticos en Venezuela. Es importante acotar que anterior a la “revolución” los riesgos a tomar en la actividad económica de consumir e invertir no pasaban del riesgo natural del proceso económico, unido a algunas interferencias políticas, pero ciertamente en estado evolutivo, aunque el infortunio producido por una elite no ilustrada desde 1992, puso las manecillas del reloj en sentido contrario a la historia; la revolución política que nos gobierna en estos cinco anos son los polvos de aquellos lodos, la economía que muestra en cinco anos una reducción en el ingreso per cápita de mas del 23% cultiva los males por curar.
Autoritarismo económico: una economía sin reglas
Lo viejo por lo más viejo. La revolución política que encabeza el Presidente Chavez, a ser revocado el 15 de agosto, y que en cierto modo ha constituido el predicamento político consuetudinario del propio Presidente, constituiría un proceso político destinado a cambiar lo viejo, la corrupción, la partidocracia, y sobre todo la pobreza por una nueva sociedad sin ese lastre histórico. Sin embargo, cinco y tantos años de revolución, ha sido suficientes, como evidencia empírica, para demostrar que la vieja sociedad fue sustituida por una aún más vieja ,expresando intensamente los mismos resabios del pasado, de entornos de corrupción intensa, de malversación en los dineros provenientes de los impuestos y el petróleo de los venezolanos, de deseconomías y elevados costos de transacción para operatividad de la actividad económica y mas pobreza consecuentemente.
«Autarquismo» socialista-militar. Este mundo, situado en la autarquía por ideología e imaginería del régimen especialmente de sus lideres militares, semeja a una organización social y económica montada en un esquema de autoritarismo político e institucional donde el gobierno se ejerce sin contrapesos ni balances en otros poderes, el legislativo y el judicial; poderes estos últimos, que perdieron su fuerza de balance funcional secuestrados por el poder central, de donde conviene un liderazgo único sin contrapesos institucionales que en generación de una crisis política ya muy larga y costosa social y económicamente hablando, ha provocado el volcamiento en la calle de la sociedad civil como único mecanismo de contrapeso político y que ahora nos enrumba hacia la revocatoria del gobierno. Las instituciones para el funcionamiento de una economía –normal- de mercado han sido trastocadas y envilecidas, sustituidas por una especie de autoritarismo económico que debilita los derechos de propiedad y fortalece la intervención del Estado, el resultado en cinco años la acumulación de una salida de capitales superior a los 35 mil millones de dólares…
El “nuevo” orden económico y la necesaria revocatoria del régimen
Debilitamiento de los derechos de propiedad. En lo económico, como era de esperarse, lo supuestamente nuevo, resulto más viejo de lo que ingenuamente lo ha creído hasta el propio Presidente y algunos conspicuos lideres militares y otros viejos militantes comunistas y socialistas actores ideológicos del llamado “proceso revolucionario”, siendo el más protuberante la antihistoria económica escrita en virtud del sentido centralista de leyes, decretos y políticas públicas que en lo económico han reacondicionado los incentivos socialistas y/o estatistas en la economía, disminuyendo en consecuencia, después de todo es una balanza, la actividad privada moderna, por cierre de empresas y mudanza a otros países más estables y menos riesgosos, sustituida última por amplios frentes de economía informal tradicional y con escaso dinamismo de crecimiento económico y de acumulación de capital humano competitivo, y con impacto neto «pauperizante».
Centralismo estatista y autoritarismo. Estas nuevas instituciones, sentadas en un centralismo estatista característico de un autoritarismo económico, al mismo tiempo que regulan, restringen, constriñen los mercados por énfasis en la intervención, accionan un proceso de descapitalización por cierre y desaparición de empresas, por desacumulación, dado el comportamiento de desiversión en capital físico y humano, todo lo cual ha creado un millón de desempleados adicionales al stock de desempleados que alcanza a un 20% de la población en edad de trabajar, que se generaron posteriormente a la antihistoria cuyo evento político central lo constituyeron los golpes militares -de Estado- de 1992.
Acotamos que en esos instantes de la historia económica -1992- se truncó el único intento modernizador de la economía venezolana en los últimos cincuenta años; el desideratum de todo esto ha sido un consecuente expediente de empobrecimiento global, fenómeno hoy visible en los indicadores sociales y económicos.
Líneas gruesas del empobrecimiento: un Estado rico y su gente pobre
El gobierno rico y su gente pobre. En ese particular hay que acotar que ese empobrecimiento se muestra crudamente en los números que arroja la estructura del mercado laboral informal que hoy cuenta con dos millones de trabajadores adicionales en relación a los niveles de 1999, y que se resumen en la fuerte contracción de más del 20% del ingreso –nacional- per cápita del venezolano,
Esos indicadores chocan paradójicamente con el abundante ingreso fiscal petrolero y financiero, los cuales, entre otros, han servido para financiar la cuantiosa salida de capitales constituidos por ahorro de la gente y empresas que se han sido expulsados económicamente hacia mercados más estables y de menor riesgo político, tanto por deterioro del marco jurídico, debilitamiento de los derechos de propiedad, con lo cual se creó un entorno inédito de desconfianza en los mercados cuyo impacto tanto en el corto como en el largo plazo ha sido la contracción de la inversión y el gasto privado, por una revolución política que dislocó el capital social acumulado, inclusive mayor a pasadas versiones de estatismo e intervencionismo en la economía.
Deuda, inflación y devaluación de la moneda. El voluminoso crecimiento de la deuda pública en conjunto con la potencia inflacionaria de un discrecional financiamiento monetario del gasto –déficit fiscal- han generado un volumen de recursos fiscales, que como fondos desplazados de la gente y empresas hacia el gobierno –por endeudamiento público, impuestos e inflación por devaluación- para ser ineficientemente gastados por las deseconomías propias del gasto publico, marcan el subyacente del nivel de empobrecimiento acotado.
Esos indicadores de clara factura política dado el deterioro institucional mencionado, muestran el perverso desempeño en la economía de un gobierno cuyo horizonte político apostaba a la descapitalización de la gente, fenómeno este que agudiza la crisis política cuyo desenlace engloba el acto electoral del revocatorio presidencial.