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La vía Guaidó (La transición en Venezuela)

Hemos señalado e insistido en que Venezuela se ha constituido como un laboratorio excesivamente rico en diversos fenómenos, un tubo de ensayo, un país plagado de inequidades y distorsiones,  una olla  donde convergen aberraciones, fallas, contradicciones y por sobre todo carencias de todo tipo. Las carencias y fallas imputadas a la llamada cuarta república donde se incubo la revolución, sus actores reprodujeron exponencialmente los males por los cuales fue electo Chávez en aquel diciembre de 1998.

Si Venezuela tuviese instituciones, procedimientos, Estado de derecho, y tejido institucional otro gallo cantaría. Con toda seguridad las carencias materiales que paradójicamente padecemos los venezolanos, fuesen menores o de menos intensidad y daño. Lo acontecido en estas dos décadas representa el deterioro generalizado del país, la destrucción patrimonial de los recursos, industrias, el menoscabo moral, ético y humano de los venezolanos hoy regados a lo ancho y largo del mundo huyendo del hambre, enfermedades y de la muerte que asecha por no contar con los alimentos y medicinas más elementales.

En un balance a vuela pluma cabe preguntarnos de que nos sirve tener la mayor reserva gasífera y petrolera del mundo sino los venezolanos vivimos una odisea para ubicar una acetaminofén, un rollo de  papel higiénico, un kilo de leche en polvo o un paquete de harina pan para hacer las arepas de nuestros hijos. La cruda realidad es un país y sociedad donde el régimen ha conculcado valores, derechos, tradiciones, costumbres y por sobre todo nos arrebataron la certeza de vivir bien y en paz, repito paradójicamente teniendo petróleo, gas y para usted de contar, de que nos ha servido tener tanto y carecer igual de todo, y encima tener un gobierno profundamente irresponsable que reproduce el conflicto en todas las escalas, y además, repite como loro que “tenemos patria” o que tenemos una “guerra económica” o incluso que Venezuela no padece una crisis humanitaria ni requiere por ende “ayuda humanitaria”.

En Venezuela lastimosamente el gobierno lejos de solventar los graves problemas – hoy no resueltos y agravados después de veinte años-  si es eficiente para sembrar y reproducir el conflicto, asumiendo al conflicto y la diatriba como una manera de identificación colectiva basada no en democracia, ciudadanía, y logros sino en una población que hasta hace poco estuvo carente de códigos y referentes sólidos que le permitieran diferenciar justamente la mentira y el desatino de la verdad y realidad. Lo registrado en Venezuela durante estas semanas y días del año 2019 no tiene precedente en términos de una sociedad y colectividad que despierta, reacciona y apuesta a un cambio, a una transición y a volver a ser dueña de su destino truncado por la revolución que pulverizó sueños, esperanzas y el presente de más de treinta millones de compatriotas.

Hasta los más furibundos oficialistas saben que el país marcha mal, no camina, no avanza, retrocedió a niveles pretéritos del siglo XVIII y XIX en buena parte de sus áreas y ámbitos, con un impacto directo en la población, en las finanzas del país y economía, en sus campos e industrias, en la salud y la educación, y una porción muy importante y representativa del país nacional le correspondió irse como una alternativa de preservar la salud y la vida, todo lo antes dicho supone asumir la necesidad de un cambio y por ende la construcción de una alternativa distinta y posterior a la transición política para el país que naufraga en el desdén, en la inercia e indolencia.

La transición política es inevitable e irreversible en la Venezuela contemporánea. La crisis actual es de la nación, ya no es un problema de ópticas, de matices, de un combate o lucha contra un modelo o persona en particular, sin desconocer que la debacle del país tiene responsables con nombres y apellidos, algunos fallecidos y otros vivitos, tampoco se trata de pretender eliminar las clásicas divisiones entre lo nuevo y lo viejo, izquierda y derecha, pasado y futuro, cuarta o quinta república, chavistas y opositores, la crisis actual va más allá y por ende debemos avanzar y comprender la realidad actual, asumir las cosas tal cual son, es decir, asumir el momento y la problemática actual que demanda una alternativa distinta para un país que no puede silenciar indiscutiblemente una voz de cambio, una posibilidad y una alternativa diferente para todos los venezolanos,  todos sin excepción seguimos padeciendo los engaños de una clase política que no estuvo a la altura de los desafíos y naufragó en una carrera indetenible  de búsqueda del poder y riquezas con la injerencia grotesca de países foráneos amparados en el silencio del estamento militar involucrado en cuento negocio pueda pensarse.

Ojalá la experiencia venezolana no pase en vano y los venezolanos y venezolanas, y los propios latinoamericanos aprendamos todos que los autoritarismos, las dictaduras, los populismos y los fanatismos no solucionan los problemas, todo lo contrario, Venezuela muestra problemas y padecimientos no resueltos y agravados, algunos encapsulados o silenciados pero que son granadas escondidas que nunca se sabe cuándo estallaran, la democracia está obligada a blindarse y la mejor manera de evitar personalismos, populismos, miserias y las propias granadas es con instituciones fuertes y cimentadas, con partidos, gestiones eficientes, con una clase política seria y proba y con logros reales.

Venezuela padece una triple paradoja. Venezuela el país latinoamericano mayor promotor de tratados de integración y lo han aislado; el país ejemplo de estabilidad democrática y la ha venido perdiendo y finalmente el país mayor promotor de tratados de derechos humanos y adolece de los mismos. El momento requiere ponderación, posturas intermedias nunca medias tintas de asumir una verdad de perogrullo como es que el Estado debe estar presente sin asfixiar la iniciativa privada, como igualmente el mercado no lo es todo pero sin desarrollo económico no se alcanza la justicia social. Que debemos proteger a nuestros agricultores, empresarios y producción nacional, valorar el peso de la educación y el rol de nuestras universidades, sin espantar la inversión y la sana competencia, que a su vez desalienta la cultura del trabajo y nos aísla del mundo desarrollado y globalizado aspectos que este gobierno no supo manejar y por ello el caos actual que tenemos.

Cuando se mira y relee la historia de nuestros países latinoamericanos sin caer en complejos de ningún tipo queda claro que buena parte de los mismos han pasado por dictaduras, por crisis económicas, levantamientos populares, golpes de Estado y otros. Pero no hay duda que en su inmensa mayoría esos países y sus ciudadanos han aprendido a vivir en democracias sino fundamentalmente a fortalecer las instituciones y ello implica un ejercicio, un compromiso, una actitud de lucha, crítica e institucionalidad, y lo traemos a colación para entender que merecemos un cambio y transformación. Somos el país de toda la región latinoamericana con peores indicadores, cifras y estadísticas. Sencillamente en una línea la revolución termino siendo un experimento muy costoso, un gran fraude con costos humanos, financieros, económicos, sociales y espirituales. Venezuela no puede seguir en este estado catatónico, de deterioro generalizado y de crisis humanitaria.

Aprendamos y ratifiquemos que el diálogo y el respeto por el otro es la única manera de unir a los venezolanos y de poder llevar adelante una vida normal, cívica y sin desconciertos, los venezolanos debemos hacer valer la diferencia, el pluralismo  y la diversidad y reconocer la existencia de conflictos, pero también la necesidad de administrarlos y resolverlos con el mayor equilibrio posible, sobre la base de reglas comunes y dentro de la ley. Y contar con un gobierno serio y responsable que merecemos y que debemos darnos por eso nos corresponde a todos construir una alternativa. Por cierto la Asamblea Nacional debería a través de sus partidos y facciones plantear un proyecto de eliminación de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) como ocurrió en Costa Rica hace años después de que el Congreso Nacional evaluara su papel muy opaco, nefasto y nocivo en términos institucionales para la democracia.

Venezuela sin dudas atraviesa una crisis de gran envergadura precisamente por el deterioro de la institucionalidad democrática además de los elementos intervinientes en la coyuntura actual que en su conjunto hacen de la transición venezolana un fenómeno complejo. La vía Guaidó a través de la transición política se convierte en el punto de encuentro de todos los sectores y fuerzas vivas del país en un único objetivo la unidad nacional y el rescate de la democracia frente al naufragio de la Revolución Bolivariana.

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Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]

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