Un gobierno para todos
Una de las exigencias más perentorias de la sociedad venezolana es conquistar un equipo que gobierne para todos los venezolanos, sin exclusión. Debe ponerse fin a la descalificación de más de la mitad de la población que considera, en un 86 por ciento, que el país va mal.
La camarilla militar-civil gobernante ha ubicado a Venezuela a la altura de los países más atrasados de África, como Burundi, y de América Latina, como Haití.
Quince años de fracasos brotan por doquier en una profunda crisis.
Voy a citar en extenso el libro de Juan Carlos Zapata, El Suicidio del Poder: «En 2012 la revolución bolivariana se despoja de los aliados democráticos, se entrega en brazos de los factores militares y militantes de la vieja izquierda, del fascismo militar, de castristas y pro castristas, dejando atrás el pluralismo, decantándose como un proyecto que luego, en 2004 aparece ya perfectamente delineado: es un proceso autoritario que copia elementos del modelo cubano y que se inspira en el fascismo, que se adereza con evocaciones del socialismo clásico y de la doctrina bolivariana y que se suscribe al estalinismo y el nazismo, rozando el militarismo tradicional, expresado en los Chávez» (p.135).
Son quince años de predominio militar-civil que han conducido a Venezuela a uno de sus peores periodos históricos, incluido el de los finales del siglo XIX cuando parecía que la República iba a sucumbir.
Tiene que haber en el chavismo gente que piense, y en las fuerzas armadas sectores institucionalistas capaces de comprender que el país no puede continuar en esta dirección.
Si esta apreciación es correcta, se puede establecer un diálogo con esos sectores conscientes del chavismo y de las fuerzas armadas y producir un cambio de lo militar-civil a lo civil-militar, reestablecer la República Civil, el respeto a la Constitución con un aparato productivo mixto, extranjero y nacional, y estatal, tal como lo estipula la Carta Magna.
Para ello es indispensable la más amplia unidad nacional, una especie de consenso que le dé paz, tranquilidad, normalidad, a la República Civil. Estos son objetivos alcanzables.
Existen las fuerzas sociales capaces de producir ese cambio de una manera pacífica, como sucedió cuando se unificaron los de raza blanca con los de raza negra en Sudáfrica bajo la inspiración de Mandela; las dos Alemanias; o cuando en los Estados Unidos terminó la discriminación racial, hasta el punto de que un afrodescendiente es presidente de la nación más poderosa del mundo.
Los venezolanos después de 8 años de dictadura de Cipriano Castro y 27 años de satrapía de Juan Vicente Gómez, pudimos convertir el año 1936 en una fiesta democrática. Y después de 10 años de dictadura pérezjiminista hacer una transición pacífica.
Así debe ser ahora. Venezuela tiene que ser un país civilizado, democrático, con instituciones que funcionen y que pueda entrar al siglo XXI, saliendo de esta barbarie en la cual se encuentra hoy.
Arropemos, todos, este movimiento en los primeros artículos de la Constitución que hablan de un Estado de Derecho Social, del pluralismo, de la alternabilidad en el poder, de la más amplia libertad de expresión, de que es y será para siempre democrática.
Hagamos un solo plan por la libertad, la democracia y la justicia social, para vivir bajo un gobierno que gobierne para todos los venezolanos sin excepción, respetuoso de las diversas opiniones, con el más absoluto respeto de las minorías.
¡Venezuela somos todos!