Economía

¡Vivan las empresas sin utilidad!

La nueva moda de la revolución parece ser la Empresa de Producción Social (EPS). Si uno se mete en la página web de PDVSA encuentra más cosas sobre las EPS que sobre petróleo, lo que puede explicar por qué se les ha quemado dos veces en un mes la refinería de Cardón. La definición de EPS que se da en dicha página es un híbrido extraño que no se puede entender. Primero se dice que las EPS repartirán “parte de sus ganancias equitativamente entre sus miembros y otra parte se transfiere a planes y proyectos de desarrollo social de la comunidad”, pero luego dice que las EPS privilegiarán “valores de solidaridad, cooperación, complementariedad, reciprocidad y equidad antes que el valor de la rentabilidad o la ganancia”.

A mi no me queda claro el trato de la ganancia, porque si hay que repartirla entre los miembros y la comunidad, primero hay que producirla. Pero si hay que privilegiar ese montón de valores por encima de la ganancia, entonces nos dedicamos a los valores y no dejamos nada para repartir. Pero para hacer más confusa la definición, ésta sigue: “estas unidades productivas deben mantener el equilibrio económico que les permita seguir financiando sus operaciones y continuar invirtiendo en su entorno social y ambiental en forma sustentable y sostenible”.

De modo que no se les pide nada a las EPS, pensar en sus miembros, en las comunidades y en su entorno social y ambiental, manteniendo su equilibrio económico, pero sin privilegiar la rentabilidad y la ganancia, sino el conjunto de valores ya mencionado. ¡Tremenda tarea que tienen las EPS!

Para mí toda esta confusión con la ganancia parte de una desviación conceptual que la considera el producto de la explotación del hombre por el hombre. Esto lleva a una definición tan confusa que a la vez la pide y la niega. Yo les digo a los revolucionarios: ¡Déjense de pruritos que la ganancia es buena! Lo mismo en el baseball, o en un puesto de buhoneros, o en un taxi o en una EPS. La ganancia siempre es buena, mala es la pérdida.

Pero mucho más que buena, es necesaria. No sólo se requiere para que una empresa sobreviva, sino para gerenciarla día tras día. Un montón de decisiones están atadas al concepto de ganancia: ¿Cómo decidir si pagar una materia prima de contado a un mejor precio o pagarla un poco más cara pero a 30 ó 60 días? ¿Es mejor hacer pedidos semestrales manteniendo un capital en el almacén o pedidos mensuales o trimestrales? ¿Cómo determinar el nivel de producción óptimo? ¿Qué política de ventas se debe y se puede tener, vender de contado o a crédito? ¿Es conveniente ampliar la capacidad y cómo se financiará la expansión? ¿La empresa puede competir, o mejor dicho, para evitar palabras prohibidas, tiene costos suficientemente bajos para incursionar en mercados de exportación?

Son apenas unos ejemplos, pero se podrían mencionar cientos de decisiones que no se pueden tomar sin el concepto de ganancia. Hasta asegurar que no se puede manejar eficientemente una empresa sin ella.

Alguien me dirá que estoy pensando en transnacionales y no en las EPS, pero en un mundo globalizado, o mundializado, como prefiere nuestro líder, ese dilema es falso. Quién no piense en grande está condenado al fracaso. Pronto cualquier cliente nos dirá que prefiere comprar nuestro producto pero made in China, o quizás made in Brazil, ahora que estamos entrando en MERCOSUR. Y si las compras gubernamentales priorizan a las EPS cuando pueden comprar más barato y/o mejor a terceros, será un subsidio a las EPS y una mala decisión económica.

Tal vez estoy enfermo de capitalismo y no entiendo la economía del hombre nuevo, pero da tristeza ver como se repiten los errores que hundieron al socialismo del siglo XX y terminarán matando también al del XXI.

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