Ardides del aprendizaje
Más allá del mágico barrunto que, “salga pez o salga rana”, la fe planta indefectiblemente en algunos, era difícil augurar, razón mediante, lo que hoy ocurre en Venezuela. Nada hacía vislumbrar la vertiginosa recomposición de las fuerzas que adversan al gobierno de Maduro; de hecho, remontar la desconfianza respecto a los propios bríos, la aprensión, el estelero emocional que dejó la acumulación de errores recientes, lucía impro
El susto no cesa, claro. La tenaza de los extremos, el habitual incordio de los apresurados sigue meciéndose como un avispero. Esas ingratas, a veces atrabiliarias presiones que recaen sobre el candidato a redentor, por cierto, nos re
Pero hoy, y hay que decirlo con prudencial ent
Entonces, ¿qué sugiere esa revigorización del liderazgo? ¿Qué tan intempestiva o azarosa ha sido, realmente? ¿Estamos acaso ante un milagroso Ardid de la razón, esa mano misteriosa empujando a la historia que, según Hegel, se sirve de la pasión y los intereses humanos para poner orden en el caos aparente, para dar cabida a una “racionalidad superior”? ¿O hablamos de una bien amarrada estrategia por parte de un equipo de hombres y mujeres que, tras la recurrente pifia, decidió hacer una pausa, mirar objetivamente el
Asidos al pesimismo de la inteligencia, al optimismo de la voluntad, desde la modesta visión del espectador podemos hilar algunas tesis. Si bien presumimos que la fortuna (“juez de la mitad de nuestras acciones”, como anuncia Maquiavelo) aliñó los caminos del refrescante surgimiento de Juan Guaidó, no es menos cierto que su aparición es fruto de un continuum, un sumario de aciertos y errores que ahora propone eludir los codazos del determinismo. “Cuando los hombres no se adueñan de la historia, esta se gira contra ellos como un chacal”, dice Bernard-Henri Lévy. La autonomía, esa consciencia de la capacidad para incidir en el destino, en fin, debería estar llevando a la oposición -que cuenta con el arma de un liderazgo creíble, a diferencia del chavismo- a optar por el paso-a-paso, a construir diques y puentes, a trabajar como un bloque que dé soporte a una real alternativa de poder.
De momento, aliviará sospechar que tanto el fatalismo como los apuros de los guerreristas de distinto pelaje son atajados. Hay auspiciosas señas en el estilo llano, el discurso integrador y sin respingos homéricos del presidente de la Asamblea Nacional (no un redentor, sino un hombre correcto en el momento y lugar correctos), el “nosotros” contrastando con el hipertrofiado “Yo” de los autócratas, el llamado a entender que este es proceso que debe librarse de arbitrarios deadlines. Asumiendo que allí se resume el vivo concurso de una saga de eventos y sus actores, de un aprendizaje precedido por los nubarrones del atropellado cálculo o el unilateral voluntarismo, quizás podríamos contar con que las próximas decisiones sigan pasando por el más juicioso de los cedazos políticos. Ojalá. Pues si bien los avances frente al opresor son promisorios, las expectativas y amenazas crecen con el tiempo. Y el tiempo, ya sabemos, sigue siendo variable feroz, una hojilla que mal calibrada siempre atenta contra las mejores intenciones.
@Mibelis