Economía

Petróleo: Daños estructurales

La industria petrolera venezolana ha sido agredida estructuralmente.

Durante los últimos años, a partir del paro nacional que aspiraba la salida razonablemente pacífica del gobierno, el pueblo venezolano y muy especialmente el de su capital, se encontró con un régimen que haciendo caso omiso a los deseos de una parte muy importante de la población, se aferró a sus posiciones hasta vencer la actitud de los ciudadanos que protestaban.

Se responsabilizó a los trabajadores petroleros de acciones que el gobierno clasificó de ilegales y como consecuencia se desmanteló el recurso humano que había costado tanto tiempo y trabajo formar.

En alguna oportunidad escuchamos que esas acciones fueron estimuladas desde el mismo régimen, con el fin de “depurar” a la empresa petrolera nacional de quienes fueran adversarios del proceso.

Las consecuencias han sido varias y sus alcances terribles para la nación.

Teníamos una empresa de calidad mundial, envidiada por toda la colectividad petrolera con independencia de sus orígenes. Hoy PDVSA ha desaparecido de las clasificaciones especializadas.

Exportábamos cantidades certificadas de productos crudos y terminados. Hoy día las informaciones sobre la producción nacional debemos “deducirlas” de las que suministra la OPEP, las de los países terceros y las inferidas por quienes conocen el tema a fondo.

Contábamos con una empresa especializada y confiable tanto en su producción como en sus sistemas administrativos. Hoy tenemos una empresa de la cual no se tiene información precisa ni oportuna.

Teníamos un conjunto de operaciones industriales que se enorgullecían de la seguridad y confiabilidad de sus procesos. Hoy los accidentes laborales y las interrupciones de los procesos son noticias diarias y por lo tanto, aparentemente, no merecen atención.

Venezuela contaba con una empresa productora de dinero que permitía invertir, primero, en su propio desarrollo e inmediatamente en el de toda la nación. Ahora contamos con una empresa a la cual se le han asignado responsabilidades sociales y a la que se le distraen los recursos.

La política fiscal del país se ha variado de tal forma que las empresas petroleras que venían colaborando en el desarrollo de la industria nacional, han cambiado de rumbo y son muy pocas las que se atreven a invertir en Venezuela pese a que es, teóricamente, el mejor negocio del mundo.

La semana pasada se consignaron las ofertas de empresas de calidad mundial para la explotación gasífera del proyecto Rafael Urdaneta en el Golfo de Venezuela y en las costas de Falcón.

Al llamado de las autoridades nacionales concurrieron, en primera instancia, veintinueve empresas que cancelaron un cuarto de millón de dólares americanos para obtener la información que les permitiría concursar en la ronda definitiva.

La semana pasada se recibieron los sobres de las empresas oferentes. Solamente cuatro empresas se atrevieron a presentar ofertas: Chevron, Repsol, Petrobrás y una empresa rusa fueron las únicas que entregaron ofertas.

No se necesita especial acuciosidad para entender las razones por las que veinticinco empresas decidieron perder doscientos cincuenta mil dólares cada una y orientar sus esfuerzos a otras regiones.

El daño que se le ha infringido al país es estructural. ¿Será que la Venezuela petrolera no es un riesgo interesante?

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