Leyendo sobre pobreza
Refiriéndose a la diferencia entre pobres y ricos dice Bernardo Kliksberg, asesor de la ONU, el BID y otros organismos internacionales, en Hacia una economía con rostro humano, pg.32, “El 20 % más rico es dueño del 86% del producto bruto mundial”.
Les parece extraña esta afirmación. Yo creo que la he leído más de cien veces y la he escuchado más de mil. Basta con repasar los discursos de cualquier cumbre como la reciente de la ONU para ver como se repiten, entre los presidentes del tercer mundo, sentencias parecidas. Sin embargo, por muy repetida que sea, me parece que la afirmación es falaz.
Hay que centrarse en las palabras “es dueño” porque creo que allí está la clave de la falacia. Siempre que se habla del tema aparecen las palabras “posee”, “recibe”, “obtiene”. Muy distinto sería escuchar la misma sentencia de esta forma “El 20% más rico produce el 86% del producto bruto mundial”. Así tendríamos una mejor comprensión de lo que realmente pasa. Porque desgraciadamente lo que ocurre en el planeta es que el 20% más rico produce más del 80% de toda la riqueza y, por supuesto, en su gran mayoría la consume.
Si lo vemos por países apreciamos que los EEUU, que representan el 5% de la población mundial, producen el 28% del PIB mundial y el 23% del PIB industrial, el cual consume internamente en su mayor parte, pero hay que destacar que, por más imperialistas que sean, no se lo roban a nadie, lo producen ellos.
Si concebimos la riqueza como capacidad de producción en vez de posesión el panorama se nos abre más claro y podemos entender algunas claves para superar la pobreza. Bill Gates no es rico por poseer una fortuna de $20.000 millones, es rico porque Microsoft produce todos los años utilidades de $4.000 millones. Si mañana perdiera su riqueza la volvería a acumular a la vuelta de unos pocos años. Y los empleados de Microsoft, a pesar de la explotación de su capacidad creadora, tienen ingresos y calidad de vida muy superiores a la media mundial. Nadie les regala nada, por el contrario, ellos sí son explotados y no los hambrientos del tercer mundo, pero aun así producen para vivir bien y generar utilidades para el explotador.
La visión distributiva contempla la riqueza como una torta que parece estar allí como por arte de magia, la idea implícita es que la producimos todos por igual, y lo que ocurre es que hay unos pocos, los ricos, que se cogen un pedazo más grande, mientras la gran mayoría, los pobres, no cogen casi nada ¿Han visto algo más injusto? Cuando lo que ocurre es que unos pocos tienen la capacidad de producir grandes tortas, la cuales por supuesto se comen, mientras las inmensas mayorías no tienen capacidad de producir ni siquiera una galletica.
Lo peor es que la visión distributiva genera resentimiento, el que a su vez alimenta las pasiones más negativas, ya que sólo produce más improductividad, condenando a los pueblos a la miseria.
Entender la riqueza como capacidad de producción nos proporciona otro enfoque para diseñar y abordar políticas contra la pobreza. Es la transformación de las capacidades productivas la que nos permitirá salir adelante. Esto requiere, como punto de partida, defender y apoyar toda idea innovadora y productora y entender que los que generan estas ideas normalmente se hacen ricos y se lo merecen. Una sociedad que quiera salir de la pobreza debería felicitarlos y celebrarlo con ellos. Para salir de la pobreza hay que empezar por admirar y desear la riqueza.