Empresa y valor social
Una empresa es por encima de todo un organismo social, como lo son otras instituciones indispensables para el desenvolvimiento armónico y productivo de una sociedad humana. Los Poderes Públicos, los sindicatos, los partidos políticos, los institutos de educación y las organizaciones no gubernamentales son activos de toda sociedad plural. Cada institución cumple un fin prominentemente social. La empresa no puede estigmatizarse como un ente contrario al fin social de las instituciones.
La misión de una empresa pública o privada es producir bienes y servicios de alta calidad y a precios razonables para la sociedad. La empresa no vende sino crea valor social a través del trabajo mancomunado del empresario, el profesional y el obrero, quienes, junto con los factores de capital y tecnología, satisfacen necesidades humanas y fomentan el bienestar del individuo.
Existe la equivocada noción, inclusive en sociedades avanzadas, de que la empresa es sólo un ente que produce ganancias a sus accionistas o impuestos al fisco y se desconoce la contribución que destina a la sociedad en su conjunto. La empresa eficiente alcanza destrezas tecnológicas y gerenciales para producir un bien o servicio que el colectivo necesita para su bienestar material y espiritual. Hay empresarios que defraudan a sus clientes y proveedores tomando una porción exagerada de su valor social, o fiscos que imponen impuestos más allá de lo racional. Ambos pueden descapitalizar un ente productivo. Por eso un Estado responsable protege la constitución y función social de la empresa.
La creación de valor social, la generación de empleo, la formación de recursos humanos, las destrezas operativas, el entramado de productividad que se constituye a través de la relación de la empresa con clientes y proveedores, el desarrollo científico y tecnológico y la implantación de elevados estándares de higiene, seguridad y ambiente, son muchas veces pasados por alto por un empresario inescrupuloso o un fisco insaciable.
Una empresa petrolera internacional, por ejemplo, destina el 56% de su valor social al pago de insumos y proveedores, es decir, a crear valor en otros entes de la sociedad; en otras palabras, Bs. 56 de cada Bs.100 que genera pasa a formar el valor de otras compañías. El 6% se destina a nuevas inversiones, indispensables para mantener y expandir la capacidad de producción y proteger su capitalización; el 4% va a sus empleados por medio de sueldos y salarios; el 5% a un amplio número de accionistas a través de dividendos y pagos a acreedores financieros. El 29% restante es cancelado al Estado a través de impuestos y regalías. El Estado, a su vez, debe retribuir a la sociedad los impuestos y regalías desembolsados por la empresa.
En resumen, una empresa petrolera retribuye directamente a la sociedad el 71% del valor generado. Si el Estado es eficiente, ese 29% es bien invertido; pero si el Estado es ineficiente se puede desperdiciar y destruirse el valor que la empresa genera para la sociedad. Si además el empresario es corrupto, la sociedad pierde doblemente y el fin social de la institución empresarial se desmorona. Sólo con un empresario honesto y mediante una eficaz y productiva cooperación entre el Estado y la empresa se puede crear valor para la sociedad y evitar su descapitalización.