De la nueva esclavitud
El libro comentado data (1932) del tiempo de la “Sociedad de Naciones” nacida al término de la Primera Guerra Mundial en 1919. La revolución soviética de 1917 había cambiado de jefe. Muerto Lenin le sucede Stalin pero todavía era solo Rusia no la URSS, pues data del año 1936 la constitución que estableció que “…la estructura social de la URSS está basada en un sistema socialista de economía y en la posesión y dominio de todos los instrumentos y medios de producción…”.
Siendo uno de los objetivos de la Sociedad de Naciones “abolir la guerra” como medio de solución de disputas entre los estados era obligada su desaparición al concluir la Segunda Guerra Mundial, lo que daría origen a la Organización de las Naciones Unidas entre cuyos objetivos o finalidades destaca “la abolición de la esclavitud”.
Ya en artículo anterior adelanté que ‘la esclavitud contemporánea del propio pueblo la fraguó Stalin’ y ‘la copió Mao’. Si mi afirmación es válida, si acaso fue acertada ¿cómo pudieron la URSS y la China no solo integrar la ONU, sino adquirir a perpetuidad un puesto permanente en el Consejo de Seguridad con derecho a veto?
Simplemente, porque para ese momento se pensaba que ese control no engendraba esclavitud, hasta había una visión romántica que sustentaba que esa posesión de los instrumentos y medios de producción garantizaba “que de cada quien se podía exigir según sus capacidades y que cada quien recibiría según sus necesidades”.
Más importante aún es que el enemigo vencido era Alemania, Hitler, el nazismo, mientras que las potencias que lo combatieron eran aliadas; y nadie se acordaba de los ukranianos, por más que fueran millones, que ni juntos superaban las necesidades de Stalin y se les podía de acuerdo con sus capacidades exigirles que murieran de hambre. Había que respetar la no “injerencia” en asuntos internos.
Ese concepto de no injerencia nacido y adecuado como muro de contención para lo que significó el imperialismo, es inadecuado e inaplicable para lo que es el totalitarismo, que implica la esclavitud de los pueblos donde se impone, como lo muestra patéticamente la situación del pueblo cubano que acaba de cumplir sesenta años de sometimiento el pasado 1° de enero; o que la presidencia de Rusia la ejerza con vocación de perpetuidad quien fuera el jefe de la siniestra KGB, Vladimir Putin. Es también la aspiración del usurpador, a 27 años del intento de golpe del teniente-coronel.