Globalización
Para algunos (incluyendo al gobierno) la globalización es un mecanismo de explotación del Sur (periferia) por el Norte (centro) industrializado. Existen muchos ejemplos de esta apreciación en la prensa, no sólo en América Latina (AL). Por ejemplo, las de Mazur, Chomsky, Swarchz, y Ramonet. La globalización tendría tres efectos negativos graves: Impediría el crecimiento y aumentaría la pobreza en la periferia, incrementaría la desigualdad de ingreso entre el Sur y el Norte, y profundizaría la desigualdad interna en los países.
Obviamente existen tesis diferentes, y como debería ser común en las controversias, no sólo es importante discutir los planteamientos, incluyendo la consistencia interna de los mismos, sino también la correspondencia (o falta de ella) con los hechos. El caso de los países petroleros como Venezuela es peculiar, ya que los ingresos externos que obtienen por la exportación petrolera -básicamente a los países del centro- tienen un carácter rentista especial, y resulta cuesta arriba mantener la tesis de la explotación.
Lo primero que es necesario dilucidar es cuales son los hechos básicos. Toda tesis, de una u otra manera, debe pasar por la prueba de una confrontación entre sus predicciones y el comportamiento de los “hechos”, lo cual requiere la existencia de una base empírica aceptable. No es inusual que anti-globalizadores, al hacer planteamientos o comentarios, no hagan referencia a bases empíricas confiables, sino a aspectos parciales. Afortunadamente, la calidad, amplitud y el consenso sobre la base empírica apropiada han mejorado. Hoy existen bases de datos de la gran mayoría de los países, y se recopilan en forma sistemática, con procedimientos consistentes desde hace bastante tiempo. Tienen problemas, pero con ellas se pueden identificar grandes tendencias, los famosos “hechos estilizados” de los economistas
¿Qué dice la evidencia empírica? Un estudio realizado por un reconocido investigador del Banco Mundial (Dollar, 2004), basado en la data de 100 países desde 1960 (Penn World Tables) llega a conclusiones muy diferentes a las del planteamiento anti-globalizador, confirmando análisis anteriores de Sala-i-Martin (2002).
A partir de la tercera ola de la globalización (los ochenta), los países sub-desarrollados han acelerado su crecimiento, y actualmente su tasa es mucho más alta que la de los países ricos. En los sesenta la tasa de crecimiento (tomando en cuenta la población) de los países ricos era el doble de la de los países sub-desarrollados, como se puede apreciar en el gráfico 1. Esta tasa disminuyó o retornó a su tendencia de largo plazo (1,7%) en los noventa, mientras que la de los sub-desarrollados pasó a ser más del doble de la tasa de los ricos. Es de hacer notar que la llamada tercera ola de globalización coincide con la incorporación de China al mercado mundial, y que su rápido crecimiento impacta al comportamiento global de los países sub-desarrollados. De hecho, en 1980 China era un país muy pobre, aunque con baja desigualdad. Sin embargo, el caso chino no es el único. Están otros países asiáticos pobres, como la India, Bangla Desh o Vietnam, y aún países africanos como Uganda.
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Un aspecto a destacar es que la estrategia de desarrollo de muchos países sub-desarrollados, que después de la Segunda Guerra había estado muy influida por las tesis de sustitución de importaciones y restricciones al comercio exterior, cambió hacia una orientación vertida hacia el exterior (típicamente asiática) e integradora. Una de las consecuencias ha sido el cambio en la calidad de la exportación, como se muestra en el gráfico 2. La parte fundamental de las exportaciones de los estos países ha pasado a ser los bienes manufacturados, ha diferencia de los sesenta, cuando predominaban los productos agrícolas y mineros.
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Al mismo tiempo, la pobreza ha disminuido en forma apreciable en los países sub-desarrollados. El concepto de pobreza utilizado en estos análisis se refiere a la población por debajo una “línea de pobreza” (o un nivel de ingreso) que funciona como elemento marcador, lo cual en algún modo es arbitrario y limitante. A pesar de sus insuficiencias y de las distintas maneras de medir el ingreso, se trata de un procedimiento expedito para evaluar el comportamiento de la pobreza. Según el análisis de Dollar, el número de pobres habría declinado en 375 millones de personas en el lapso del análisis. Es la primera vez que ocurre este tipo de cambio, impresionante tomando en cuenta que la población creció de 1,6 mil millones de personas. El comportamiento regional es diferenciado, muy malo en el África sub-sahariana y estancado en América Latina (AL), una región que tampoco ha mejorado en forma apreciable su crecimiento. Ello resalta el estrecho nexo que existe entre crecimiento y disminución de la pobreza.
Por otro lado, la desigualdad global entre los países ricos y pobres habría disminuido en forma modesta; y no existe una tendencia general al aumento de la desigualdad al interior de los países, aunque las diferencias salariales se han incrementado. Existen muchos indicadores de desigualdad, uno de los más conocidos es el coeficiente de Gini. Los análisis de Sala-i-Martin (2002) indican que tomando un conjunto muy amplio de indicadores de desigualdad, con todos, se obtienen resultados análogos: la desigualdad global ha disminuido en forma modesta a partir de los ochenta. Estos son los cinco puntos que destaca Dollar: Aceleración del crecimiento de los países sub-desarrollados, disminución de la pobreza, disminución de la desigualdad global en forma modesta (revirtiendo una tendencia de 200 años), incremento de las diferencias salariales al interior de los países, pero sin que ello implique una tendencia general al aumento interno de la desigualdad. Existen países donde ha aumentado la desigualdad, por ejemplo China y los EEUU, pero ello no constituye una tendencia general.
Quizá lo más relevante es el comportamiento diferenciado entre países que se han incorporado más rápidamente a la globalización y los que han permanecido rezagados. Los integrados en forma rápida han tenido en general un comportamiento superior: crecen más con un crecimiento salarial más elevado, como puede apreciarse en el gráfico 3.
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En síntesis, la evidencia no soporta la tesis anti-globalizadoras, al menos en la forma cruda y simplista con la cual a menudo se presentan. Ello no quiere decir que todo esta bien en la globalización y que los países pobres no sufran presiones discriminantes. Sí indica la importancia del acceso a los mercados mundiales. Además, que la forma de integración no es algo secundario, y los altos costos sociales que se pagan por mantenerse rezagado o de lado en el proceso mundial de globalización. Más allá de aspectos técnicos, aparentemente en AL está ganado audiencia el discurso anti-globalizador, básicamente por razones políticas. ¿No sería conveniente que nos viéramos en los espejos de Dollar y Sala-i-Martin?
Referencias
Dollar, D., (2004), Globalization, Poverty and Inequality since 1980. World Bank Policy Research, WP 3333, Junio 2004.
Sala-i-Martin, X., (2002), The Disturbing “Rise” of Global Income Inequality. NBER, WP Nº 8904, Abril 2002.
——————–. (2002), The World Distribution of Income (estimated from Individual Country Distributions). NBER, WP Nº 8933, Mayo 2002.