Economía

¿ Qué ocurre realmente con el precio del petróleo?

Un suceso muy sorprendente, insuficientemente analizado en nuestra opinión, está ocurriendo, desde hace dos meses, en materia de precios de los hidrocarburos. Nos referimos al hecho que los diferentes crudos marcadores vieron su precio desplomarse en casi un 25%, a partir de la primera quincena de agosto próximo pasado, al pasar de aproximadamente 78 a algo menos de 60 US$/bl. Cabe recordar que en plena estación veraniega, en el hemisferio norte, con creces el mayor consumidor mundial de petróleo, el consumo y, por ende su precio, tienden a aumentar por dos motivos ampliamente conocidos y recurrentes, a saber:

a) Durante el período vacacional, el transporte terrestre, utilizador de casi 2/3 partes del petróleo producido e importado por los países desarrollados y emergentes, alcanza niveles muy altos de consumo.

b) Las empresas petroleras que operan en los mercados internacionales, así como algunos gobiernos importadores de petróleo, comienzan a aumentar sus reservas, en enormes “patios” de tanques de almacenamiento, para poder hacerle frente a la considerable demanda de “heating oil”, necesario para satisfacer las necesidades de calefacción durante el invierno nórdico.

No obstante, este año sucedió curiosamente lo contrario y, por si ese fenómeno, completamente anticíclico, no fuese suficientemente llamativo, los precios se derrumbaron progresivamente, a partir de la segunda semana de agosto y tal como se señaló anteriormente, a unos niveles exageradamente pronunciados. Lo ocurrido resulta tanto más llamativo cuanto que apreciamos que hasta pocos días antes de que eso ocurriese, casi la totalidad de los expertos internacionales en la materia, aseveraban que, en el mejor de los casos, de producirse un enfriamiento pronunciado de la economía de los EE.UU. antes de fin de año, los precios del WTI y del Brent hubieran podido bajar, temporalmente, a niveles de 65 a 70 US$/bl pero no antes de diciembre próximo.

Adicionalmente, esos mismos expertos sostenían que, de persistir el citado enfriamiento económico, no sería descabellado presumir una reducción adicional y progresiva de los precios, hasta estabilizarse, por algunos meses, en alrededor de 50 US$/bl. Algunas de las afirmaciones formuladas y publicadas en ese sentido, a mediados de agosto pasado en la prensa nacional e internacional, son atribuibles a Luis Giusti, ex-presidente de PDVSA, Tim Evans, analista de futuros del Citigroup, Mark Vonderheide, director de transacciones de crudo del Deutsche Bank, Ben Deli de Sanford C. & Bernstein, Philip Verleger del PK Verleger LLC y, por último, Larry Goldstein, presidente de Petroleum Industry Research Foundation.

Al considerar todos los elementos y opiniones antes citados, no podemos dejar de tratar de identificar algunas de las posibles causas, deliberadamente mantenidas en secreto por ahora, que puedan haber contribuido al inesperado, al menos por su extemporaneidad, desplome drástico de los precios de los hidrocarburos en el mercado internacional. Desplome éste que, curiosamente, se mantiene pese a la intención declarada por algunos países de la OPEP, en el sentido de recortar su producción, con miras a contrarrestar el súbito exceso actual de oferta de crudo en los mercados internacionales.

Cómo seguramente recordará el lector interesado, durante el primer semestre del año, en la prensa especializada, se enfatizaba repetidamente y con gran preocupación, la existencia de un margen de escasamente 1 millón de barriles diarios entre oferta y demanda de crudo, sobre un total de alrededor de 86 millones de barriles/día que representa el consumo mundial actualmente. Por otra parte, al abordar el tema de refinación, se reconocía la ausencia absoluta de excedentes, lo cual representaba una preocupación aún mayor, así como una crisis mundial inminente de grandes proporciones, al admitir que la instalación de una nueva unidad refinadora requiere entre dos y cuatro años, dependiendo de su diseño y capacidad.

¿Entonces, qué pudo haber causado esa baja de precio del todo inesperada? Para tratar de dar respuesta a esa interrogante, decidimos buscarla, eventualmente, en el ámbito político y geo-político. A ese punto, identificamos tres acontecimientos importantes los cuales, con toda seguridad, deben representar motivo de renovada preocupación para el gobierno republicano actual de Washington. Ellos son:

a) El proceso electoral de noviembre próximo, para la renovación de la tercera parte de los representantes de su Congreso Nacional.

b) El ultimátum dado al gobierno iraní para la suspensión de su programa de enriquecimiento de uranio.

c) Las elecciones presidenciales en Venezuela.

Al analizar someramente cada uno de ellos, nos encontramos con el hecho que encuestas recientes, en el país del Norte, tienden a poner en duda la continuidad del dominio futuro del Congreso por parte de los Republicanos. Indudablemente, una reducción importante del precio del galón de combustible en las estaciones del mismo, diseminadas por todo el territorio de los EE.UU., podría ayudar a contrarrestar parcialmente la mala imagen que tiene su Presidente actual, ayudando así la causa Republicana.

Si analizamos el problema iraní antes mencionado, el cual se encuentra actualmente enfrentado al Consejo de Seguridad de la ONU y expuesto a la aplicación de sanciones económicas graves, la disminución aguda del precio de su principal renglón de exportación – 2.7 millones de bl/día de crudo – afecta y debilita, en su peor momento, la estrategia de Mahmud Ahmedinejad en el campo político internacional. No sorprende, por lo tanto, el hecho que, desde hace unas semanas para acá, no se le haya oído amenazar nuevamente con suspender las exportaciones de petróleo de su país.

Al abordar nuestra situación venezolana, también nos encontramos a escasos dos meses de nuestras propias elecciones presidenciales, no siendo un secreto para nadie que nuestro actual mandatario no es santo de la devoción del actual gobierno de Washington. Es indudable que una fuerte reducción de nuestros ingresos, sobre todo en las actuales circunstancias, es motivo de la mayor preocupación de nuestros gobernantes y le causa daños probablemente irreparables al “proceso”. En efecto, una reducción de tal magnitud en los ingresos de PDVSA, de algunos otros organismos públicos y del fisco nacional, le restan mucha capacidad de maniobra, en el momento más inoportuno, al Candidato oficial.

Todo eso, sin contar con la necesidad de minimizar el daño causado por la reducción de los ingresos de la nación en divisas –dólares -, al tratar de compensar dicha disminución a través de un aumento forzado de la tasa de cambio en el mercado “libre”. Con ello se perseguiría claramente la obtención de una mayor cantidad de bolívares. No obstante, esa estrategia hace que el agente económico, de acuerdo a la conocida teoría de anticipaciones racionales, comience a aumentar, sin demora, todos los precios de venta de sus productos, tanto importados como nacionales. De ese modo, ese agente económico se adelanta a una segura e importante devaluación post-electoral de nuestra moneda, la cual podría situarse entre un 30 y 40%. Los productos de primera necesidad, especialmente los alimentos cuyo precio no se encuentra controlado, son los primeros en sufrir aumentos considerables. En cambio, los renglones controlados, por su parte, tenderán a desaparecer de los anaqueles de los auto-mercados, produciéndose una escasez aguda de los mismos. Lo anterior está comenzando, desde hace varios días, a ser notorio en todo el país, tal como todos nosotros, especialmente la clase de menores recursos, ha comenzado a constatar con gran preocupación.

Es indudable que lo antes señalado propende a reducir las posibilidades del candidato oficial de lograr su reelección a la Presidencia de la República el próximo 3 de diciembre.

Analicemos ahora de qué manera la Casa Blanca pudo haber logrado revertir la situación imperante, en materia de suministro y precios del petróleo, hasta julio del presente año. Nosotros creemos que las alternativas que ameritan ser seriamente consideradas se reducen a dos solamente, a saber:

a) Un acuerdo secreto entre los principales exponentes de la Casa Blanca, encabezados por el propio Presidente, con el máximo exponente de la casa Saud, con miras a aumentar las exportaciones del crudo saudita, al mercado norteamericano, en aproximadamente 1 millón de barriles diarios, al menos por un período de 3 meses contados a partir de15 de agosto pasado. A este punto, conviene recordar que Arabia Saudita ha insistido, recientemente y en forma reiterada, sobre su capacidad de incrementar, en forma inmediata de ser requerido, su producción y exportación de crudo en esas mismas proporciones. Por otra parte, los gobernantes de ese país islámico sunita, son muy conscientes del peligro que encierra para ellos, la eventual posesión futura de armas atómicas, por un país shiita, fundamentalista, como Irán, tradicional enemigo de esa monarquía.

b) Un acuerdo, igualmente secreto, entre la Casa Blanca y los presidentes, de tendencia Republicana, de una o dos de las mayores empresas petroleras norte-americanas, a fin de entregarles una cantidad diaria importante de petróleo, a partir de las reservas estratégicas que mantiene el gobierno federal. A tal efecto, ese crudo que fluiría por oleoducto durante unos tres meses, de las cuevas donde se encuentran guardadas esas reservas, hasta los tanques de almacenamiento de las empresas seleccionadas, sería suficiente para crear, temporalmente, una sobreoferta del producto a nivel mundial. Ello, además, crearía una espiral de pánico en el mercado especulativo de “futuros”, contribuyendo a la caída de precios en cascada. Cabe recordar que dichas reservas estratégicas equivalen aproximadamente a 75 días de importaciones de crudo, calculados a base de 11 millones de Bl/día, es decir, para un total de unos 800 millones de barriles. En consecuencia, no es aventurado concluir que la extracción de un millón de bl/día de dichas reservas, durante sólo tres meses, totalizando así 90 millones de barriles, no representaría sino el 11,25% de las mismas. Esa medida no constituiría ningún riesgo para los EE.UU. Por el contrario, en los actuales momentos, las ventajas que de la adopción de dicha alternativa obtendría ese país, así como su partido Republicano, podría tener un valor incalculable a corto y mediano plazo.

*Ing. Químico – University of Oklahoma (1958)
PhD. en Ciencias Económicas – Université Paris IX-Dauphine (2000)
Investigador Asociado a la Escuela Doctoral – Université Paris IX-Dauphine

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