Venezuela e Indonesia: Catástrofes naturales, petróleo y pobreza
Visité Indonesia hace unos años y estuve en los sitios que fueron devastados por el tsunami que acabó en gran medida con el sureste asiático. Aquellas playas constituían un verdadero paraíso. La inversión turística de concesionarios internacionales desarrolló parte de la infraestructura necesaria para hacer sentir al visitante en un lugar de ensueño que invitaba a regresar. Sin embargo, más allá de los linderos de estos condominios, las áreas que rodean estas zonas nos llevan a hacer una reflexión profunda sobre la realidad de pobreza que viven los habitantes de ese país. Un país petrolero que pertenece a aquellos que el escritor marxista Frantz Fanon calificó como del Tercer Mundo, término que implicaba connotaciones negativas no siempre aceptadas por los países involucrados y que hizo cambiar la calificación por la de Países en Vías de Desarrollo.
Durante nuestra estadía observamos inevitablemente dos características similares que tenemos en Venezuela: Petróleo y pobreza. Una población distribuida de forma desequilibrada, alto nivel de natalidad sin control, falta de educación especialmente en los estratos más bajos, deserción escolar, desnutrición, ausencia de infraestructura necesaria para cubrir las necesidades primarias, abandono del campo y un sin fin de cosas más. En definitiva, subdesarrollo.
La realidad en ambos casos nos muestra un escenario donde no parece que el recurso petrolero sea motor de desarrollo sino que, por el contrario, es más bien un taladro que inmoviliza la capacidad productiva en otras áreas y aleja a la población de la evolución y el avance que los nuevos tiempos requieren. Esta incongruencia se evidencia en países que, como éstos, producen millones de barriles de petróleo al año y cuyos recursos serían suficientes para la inversión en renglones que pasada una veintena de años habrían convertido estos lugares en sitios privilegiados del planeta. Pero la realidad es otra. Podría concluirse que, si bien el mineral ha evitado el hundimiento hacia fosas más profundas en estas sociedades, el beneficio no ha sido distribuido con la planificación necesaria, o los correspondientes gobiernos de estos estados dueños de las empresas petroleras, han administrado irresponsablemente esos ingresos.
Los llamados países en vías de desarrollo, en el ámbito económico, son vistos como fuente de materias primas necesarias para las sociedades más avanzadas, pero las mismas economías desarrolladas han demostrado la eficacia de la inversión privada que ha ayudado en algunos casos a elevar el nivel de vida de estas naciones. Sería importante entonces que se dieran las condiciones necesarias para el beneficio mutuo, entre los desarrollados y los más necesitados, a fin de abrir un abanico de posibilidades para el futuro de esos pueblos.
Venezuela, igual que Indonesia, ha sido víctima de catástrofes naturales inevitables, pero a la vez, ha tenido y tiene enormes recursos procedentes del mercado petrolero que la colocan en una posición favorable dentro de los países que se encuentran en vías de desarrollo. No obstante, esta etapa se extiende hacia un período interminable ubicándonos muy por debajo de otros que, aunque no poseen el mayor recurso energético del mundo, son países desarrollados con un nivel de vida elevado y una economía de punta, a pesar de las malas jugadas de la naturaleza.
Quizá no es posible evitar los caprichos naturales, pero sí lo es acabar con la pobreza haciendo uso de lo que la misma madre tierra nos otorga. Solo basta la voluntad de quienes tiene la responsabilidad de orientar esos pueblos hacia el bienestar y el desarrollo.