El exquisito proteccionismo del primer mundo
Tras 5 años de negociaciones y casi 15 desde la Ronda Uruguay, las naciones industrializadas mantienen nuevamente su juego de suma cero y no alcanzaron (o no quisieron alcanzar) un acuerdo multilateral para la liberalización del comercio mundial de mercancías y servicios. Reunidos en Ginebra entre el 29 de junio y el 3 de julio –el encuentro terminó antes de lo previsto-, 60 ministros de los 149 países miembros de la Organización Mundial de Comercio volvieron a posponer la Ronda Doha del Desarrollo porque Estados Unidos espera que la Unión Europea presente una oferta de reducción arancelaria mayor y la UE aspira a que EE.UU oferte una rebaja sustancial de sus subsidios agrícolas.
Unos y otros se rasgan las vestiduras con un discurso a favor del libre comercio y ninguno hace esfuerzos genuinos por permitir el acceso a mercado de los productos agrícolas e industriales de las naciones en desarrollo. Y luego se quejan de que proliferan los acuerdos de libre comercio bilaterales en detrimento del multilateralismo, cuando ellos mismos los suscriben. Se han firmado 348 acuerdos bilaterales desde la II Guerra Mundial, de los cuales 224 fueron firmados durante la última década (1995-2005). Algunos de ellos abarcan a vastas regiones, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Estados Unidos, Canadá y México) o el Mercado Común del Sur (MERCOSUR, formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, recientemente ampliado con la incorporación de Venezuela).
El Grupo de los Ocho países industrializados tienen el juego trancado, aunque Rusia ha invitado a una reunión en San Petersburgo a mediados de julio para desbloquear las negociaciones. El Grupo de los Veinte países en desarrollo, liderados por Brasil e India, no asiste. El Grupo de los Seis, conformado por las grandes potencias comerciales (EE.UU, la UE, Australia, Brasil, India y Japón) no deja de halar la brasa para su sardina. Las naciones industrializadas se escudan diciendo que también las grandes potencias emergentes, como Brasil, China e India, no quieren reducir sus aranceles para proteger sus crecientemente poderosas industrias manufactureras.
El multilateralismo sigue en crisis y lo que más exaspera es que durante los últimos 15 años, y particularmente los últimos 5, las tensiones políticas, económicas y sociales del planeta se han agravado y no parece haber un liderazgo político sabio que se de cuenta de que por su propio interés conviene abrir los mercados y alentar decididamente las exportaciones de los países en vías de desarrollo. Se necesita un liderazgo como el del general de Guelle, quien siendo un conservador de formación castrense se dio cuenta como hombre de Estado que debía facilitar la independencia de Argelia, a contrapelo de la exquisita izquierda francesa.
La reticencia de los países industrializados a derribar barreras arancelarias y para-arancelarias estimula las salidas radicales y propicia una globalización salvaje y excluyente. El terrorismo, los nacionalismos infantiles y el populismo tienen su caldo de cultivo en el proteccionismo del Primer Mundo.