Europa debe rechazar el capitalismo de mercado de EUA
escribe William Pfaff en su artículo del sabado-domingo,
29-30 de abril, 2006, en el International Herald Tribune
Traducción libre por Juan Pablo Pèrez Castillo
Venezuela Analítica ha servido de plataforma a los fanáticos del mercado para exponer sus ideas y las de articulistas en revistas y periódicos que consideran al capitalismo de mercado de los EUA como modelo a seguir, lo mejor de lo mejor, tanto para nuestro país como para los demás países del continente americano.
En esta ocasión, para balancear dicha plataforma, presento las ideas expuestas por el conocido columnista William Pfaff, en su artículo de la edición sabado-domingo, 29-30 de abril, 2006, del periódico considerado como el mejor diario de lengua inglesa, el International Herald Tribune. Tituló su articulo “Por qué Europa debe rechazar el capitalismo de mercado de EUA”, el cual yo mejoraría añadiendole después de Europa “(como también América Latina y Asia)”…. (El original en inglés se encuentra en http://www.iht.com/pages/index.php)
Después de atribuirle el espectro del capitalismo de mercado anglo-americano a las recientes manifestaciones de estudiantes en Francia, a los resultados de la reciente elección en Italia, y a los conflictos recientes de la industria alemana—todos estos enfrentando el problema de cómo remodelar sus economías o, mejor dicho, de si es o no necesario remodelarlas, William Pfaff pasa a decirnos que los proponentes del nuevo modelo capitalista, con el proyecto de globalización que lo acompaña, lo presentan como una necesidad histórica con raíces en la economía clásica y leyes irrefutables, que lo convierten en el propio progreso de la humanidad. Según estos, quedarán rezagados y fuera del proceso histórico quienes no acaten las reglas del capitalismo de mercado moderno y no acepten los sacrificios humanos de empleos desaparecidos y niveles de vida disminuidos, exigidos por el mercado. Termina Pfaff diciendo que lo anterior es sencillamente incierto, aunque muchos de quienes lo dicen indudablemente lo creen.
Luego de un brevísimo repaso de la aplicación del modelo en EU y UK en los últimos 30 años, concluye que “la historia algún día podrá describir los sucesos de privatizaciones y desregulaciones como perversos y socialmente destructivos.”
A continuación, Pfaff pasa a describir las tres influencias más importantes sobre este capitalismo de mercado, dos de origen académico y la tercera una instancia de egoísmo romantizado.
La primera influencia provino de la teoría económica monetarista – excluir consideraciones sociales de las decisiones de política económica. La política económica del gobierno debería responder exclusivamente a un solo factor objetivamente determinable – la oferta de dinero. El efecto de esta nueva teoría fue “deshumanizar” la política económica que anteriormente estaba estrechamente relacionada con consideraciones políticas, como fue el caso de la tradición Keynesiana retada por el monetarismo.
La segunda influencia fue primordialmente política – la reacción contra el totalitarismo del siglo veinte. Friedrich von Hayek, el conocido teórico político y económico austríaco, comenzó en Londres, en los años 30, como crítico de Keynes para luego ampliar sus argumentos hasta llegar afirmar como principio, que la intervención del Estado en la sociedad, aún en los sistemas políticos democráticos, significaba un “Camino a la Servidumbre” (Road to Serfdom, el titulo de su libro publicado en 1944). Según este autor, la intervención del Estado en la economía y la sociedad amenazan la libertad y el mercado libre (sin custodia interventora estatal – añadido mío) produce eficiencia económica y libertad humana.
La tercera influencia fue económica, muy importante para los Estados Unidos – la creación de una novelista ruso-americano, Ayn Rand, de una filosofía de egoísmo heroico y la consecución del interés individual propio (en contra de las masas y los débiles) por personas “superiores”. Sus ideas reflejaban las aspiraciones y esperanzas de estudiantes universitarios crédulos (incluyendo Alan Greenspan) y sus opiniones llegaron a convertirse en un culto “americano”, si no una secta.
Son estas influencias las que transformaron la cultura empresarial “americana” y a la empresa “americana” de una institución con identidad nacional, restringida a reconciliar los intereses de sus dueños, empleados y la comunidad, a una corporación moderna global, efectivamente controlada por sus gerentes y consignada al objetivo único de producir “valor” para los accionistas, mientras remuneraba ampliamente a sus ejecutivos.
Este cambio transformó a la mano de obra en un “commodity” anónimo y puso a los empleados de cuello azul en competencia con los de cuello blanco, con una oferta de trabajo global ilimitada, resultando en la inseguridad del empleo, salarios bajos o estacionarios, beneficios y pensiones disminuidas o desaparecidas, y las presiones sociales destructivas de unos niveles de vida en picada.
En los EU, el nuevo modelo de la empresa corporativa ha evolucionado en una forma de “crony capitalism” (clientelista y compinche – añadido mío) en el cual los intereses privados y gubernamentales son corruptamente confundidos y entremezclados, y el sistema resiste reformas debido a la dependencia financiera de los dos partidos políticos principales al dinero contribuido (por los dueños y ejecutivos de empresas – añadido mio).
Frecuentemente descrito por sus partidarios como un paso “progresivo” hacia el desarrollo de una nueva economía internacional, el sistema político-económico que ha surgido en Estados Unidos ha mostrado ser regresivo en aspectos cruciales, como también ineficiente y abusivo del interés público (social – añadido mío).
Uno pensaría que Europa debería buscar la evolución social y económica en sus propios términos. Es perfectamente capaz de lograrlo, convirtiéndose en una sociedad industrial moderna que en términos globales es más grande y rica que los Estados Unidos, como también menos entrabada por una ideología obsolescente e intereses especiales arraigados.
A largo plazo, los europeos favorecerían el interés internacional y la Unión Europea si se embarcan en este proyecto, en vez de ajustarse a la actual sabiduría diseminada sobre la economía globalizada. Hasta podría ser útil a Estados Unidos, cuyo futuro esta en peligro debido al exceso y error económico, como también a sus inalcanzables ambiciones globales políticas y militares.