Sepa porqué la “economía” marxista no sirve
La “economía” inventada por el intolerante pensador alemán Karl Marx; es fácil de entender usando un simple ejemplo: Un campesino—o terrateniente—merideño, siembra una micro-parcela; o una gran extensión de tierra, de papas.
Pero primero; por supuesto, tiene que comprar la semilla, para lo cual necesita un préstamo del banco, que le permita no sólo adquirir las semillas que necesita, sino también los fertilizantes, herbicidas, insecticidas, fungicidas, y otros pesticidas para combatir—por ejemplo—a ratas, topos, y otras alimañas que ponen en peligro su futura cosecha—y además—otro préstamo bancario que le permita—mientras pasan los meses hasta que llega el momento de vender su cosecha—cubrir sus necesidades familiares (alimentación, vestuario, alquiler, medicinas, matrícula y útiles escolares, transporte—y si tiene carro propio, necesita para gasolina, aceite, liga de frenos, cauchos, etc.—agua potable, electricidad, gas doméstico, teléfono, internet, etc.).
Supongamos que con todos esos gastos en los cuales debe incurrir el agricultor—debido a su altísima y eficientísima productividad—logra producir en su tierra cada kilo de papas, a un costo de 100 bolívares—al cual le suma 25 bolívares como un razonable margen de ganancia—por lo que el camionero que llega hasta su tierra, compra cada kilo de papas a Bs. 125 el kilo.
Ese camionero tiene las mismas necesidades que el agricultor cubre con los préstamos bancarios, además de tener que pagar costosas pólizas de seguros de vida (para que su familia no quede desamparada, en caso de que un pirata de carreteras o un accidente le haga perder su vida), y otras pólizas de seguro para proteger su camión y su cargamento de papas contra catástrofes naturales; atracos—y otros riesgos—por lo que, cuando el camionero le vende al comerciante mayorista la cosecha de papas que le compró al agricultor—incluyendo su razonable ganancia de 25 por ciento—el precio del kilo de papas ya llega a 250 bolívares el kilo.
El comerciante mayorista que tiene que cubrir las mismas necesidades personales que el agricultor y el camionero cubren con los préstamos bancarios, tiene además que mantener almacenes, nóminas de empleados, y gastar dinero adicional para cumplir con la catajarra de leyes, reglamentos y otras normas, que regulan los aspectos sanitarios del comercio de las papas, y las condiciones se salubridad y seguridad de sus instalaciones y trabajadores; por lo que, cuando este comerciante mayorista, le vende las papas a los hipermercados, supermercados, abastos, bodegas, tarantines y buhoneros, se las vende a 550 bolívares el kilo.
Finalmente, esos hipermercados, supermercados, abastos, bodegas, tarantines y buhoneros—por las mismas razones arriba citadas—le venden al consumidor final—el ama de casa—un kilo de papas, a Bs. 1000.
Es decir, que el precio de la papa aumentó en 700 por ciento (de 125 a 1000 Bs/kg) en su trayecto del agricultor al ama de casa.
Ante esto Karl Marx grita: ¡¡Qué horror !! ¡¡Cuánta especulación mercantilista !! ¡¡Cuántos parásitos capitalistas se enriquecen sin hacer nada, mientras sólo uno trabaja: el agricultor!!
Y por eso—confisca todo—los bancos, las tierras, las fábricas de fertilizantes, los camiones, los almacenes, etc., y se adueña de todo (de todo lo que él llama “medios de producción”) convirtiendo a todas las personas relacionadas con las papas, en empleados “del Estado”, eliminando los altos intereses bancarios, todas las ganancias—desde la ganancia del agricultor hasta la del buhonero—y fija el precio de la papa—y el salario de todos sus ahora empleados—por decreto—para que el ama de casa, sólo pague, 200 bolívares por cada kilo del tubérculo.
Luce maravilloso ¿Verdad?. Porque; además, Karl Marx, hace lo mismo—con todos y cada uno de los millones de otros productos que pueden comprarse y venderse en una sociedad, y crea un flamante “Ministerio de Planificación”, que se encarga de planificar todo—desde lo que se va a sembrar y a manufacturar; dónde y cuáles cantidades se van a sembrar o manufacturar; y fija por decreto todos los precios.
Así que—piensa Karl Marx—el costo de la vida de todos los habitantes del país, será “mínimo” y a nadie le faltará nada—«el pueblo será muy feliz viviendo en el Nirvana del Socialismo».
Si, pero sólo luce maravilloso, porque al bajarnos de la nube marxista y poner los pies en la tierra, vemos que lo que sucede en realidad es esto:
Primero, como “el hombre es malo, y la sociedad lo corrige” como descubrió hace siglos Jean Jacques Rousseau; y mucho antes que él, Diógenes—todos roban y atropellan al que tienen abajo—y ante la explosiva corrupción administrativa que genera su “economía”—Karl Marx se ve obligado a contratar a una gigantesca burocracia, para que hasta en el último rincón del país, existan, desde “defensores del consumidor” hasta policías, fiscales y jueces “anticorrupción”, sin olvidar la catajarra de fiscales, desde sanitarios y laborales, hasta del Seniat, que ante los inevitablemente bajos salarios que Karl Marx tuvo que fijar en sus decretos—porque al eliminar todos los márgenes de ganancias “capitalistas”—convirtió en pobre a su propio gobierno, todos esos funcionarios públicos terminan corrompiéndose y engañando a Karl Marx, con falsas estadísticas y muchas otras mentiras—y sin que nadie—ni siquiera los medios de comunicación social, puedan denunciar y mucho menos detener la corrupción—porque también todos los periodistas (no existen dueños de medios), son empleados “del Estado”–como es hoy en Cuba, por ejemplo.
Mientras la corrupción tiene loco a Karl Marx—lo que hace que se olvide totalmente de las necesidades de “su pueblo”—como es inevitable y natural… caen palos de agua, cauchos se espichan, la luz se va , una plaga agrícola aparece, un rayo incendia una sabana o un bosque—y por culpa de los “malditos capitalistas”, suben los precios de lo que Karl Marx importa del exterior y bajan los precios de lo que Karl Marx exporta hacia el exterior.
Para ese momento, ya—ni uno solo de los miles de planes económicos que redactaron los burócratas de Karl Marx—sirve para nada, porque ni siquiera pueden esos burócratas hallar lugar para almacenar—mucho menos para leer o escuchar y así saber lo que pasa—los miles de millones de telegramas, e-mails, llamadas telefónicas, faxes, gritos y alaridos, que les llegan desde todos los rincones del país, informándoles a los planificadores, que cambien las metas y los planes—de los millones de diferentes productos que ellos planifican—porque todos y cada uno de esos productos han sido afectados por los muy normales, naturales e inevitables imprevistos que nadie; y mucho menos un plan, puede detener o evitar—como el colapso de un viaducto; por ejemplo—o un incendio en una refinería, o un deslave en el estado Vargas.
Además—como todas las empresas son del Monarca Absoluto Karl Marx (perdón “del Estado”)—y no existen ricos (porque eso «es malo»), lo que provoca que un vicepresidente y un portero ganen lo mismo; al igual que un neurocirujano y un camillero, y un alfabetizador de barrio y un Ph.D. a cargo de las maestrías y doctorados en bioquímica… todo el mundo “se las echa al hombro”—no sólo dejan de hacer esfuerzos físicos más allá de lo estrictamente necesario, sino que hasta dejan de estudiar ¡Y hasta de leer o escribir !, porque un borracho analfabeta que no hace ningún esfuerzo para nada, gana el mismo salario que un físico nuclear… ¿Para qué carajo entonces debe uno devanarse los sesos estudiando física, si le van a pagar lo mismo que el que no sabe nada, por aquello de la “solidaridad social”?.
No hace falta llamarse Albert Einstein, para darse cuenta, de que por más “operativos” que haga Karl Marx, por más megamercales que ubique en cualquier parte; tarde o temprano, comenzarán a escasear—y hasta desaparecer completamente—desde las grapas para engrapadoras, hasta las bolsas para recabar donaciones de sangre… y no sólo el café, el azúcar y las sardinas, sino hasta tela en la cual estampar ocho estrellas o un caballo izquierdoso.
Ni siquiera, creando un escándalo diario—como por ejemplo, diciendo que en la próxima reunión de la OPEP, se acordará una reducción de la producción de petróleo—para que los “capitalistas” entren en pánico, y el precio del petróleo por barril se dispare hasta los 100 dólares o más llenando así las arcas «del Estado», se salvará a Karl Marx del colapso de su economía.
Por ejemplo, en 1986—sólo 5 años antes de su estrepitoso colapso final—la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas—y no la OPEP—era el mayor productor del mundo—de ambos—petróleo y gas natural, con 8 millones de barriles de petróleo diarios y 430 mil millones de metros cúbicos de gas.
Y en forma muy parecida a la más reciente conquista de Karl Marx (la economía venezolana), los sectores del petróleo y del gas soviéticos, proporcionaban casi 60 por ciento de los requerimientos totales de energía de esa potencia mundial, espacial, nuclear, militar y económica; producían más del 50 por ciento del valor total de sus exportaciones, y constituían el 75 por ciento de todas sus exportaciones que le permitían obtener monedas fuertes (dólares, yenes, marcos alemanes y suizos, libras esterlinas, etc.).
Y en forma claramenta opuesta a las mentiras de Karl Marx, su archienemigo—el “capitalista salvaje”, George W. Bush, le informó a los gringos–algo que todos ellos pueden verificar si es cierto o falso, revisando las estadísticas oficiales y privadas; en la noche del 31 de enero de 2006, que a pesar de los muy elevados precios del petróleo, del desastre que causó el huracán Katrina en New Orleans y Mississippi, y otros huracanes en Florida y otros estados; y sus guerras en Afghanistán e Irak, la economía de los Estados Unidos de América, sigue creciendo sin parar, y ha creado 4,7 millones de nuevos empleos, desde que Al Qaeda asesinó a más de 3000 personas inocentes, con sus ataques contra el Centro Mundial de Comercio en Nueva York, y el Pentágono en Washington.