La CAN: irrelevancia o renacimiento
La Comunidad Andina atraviesa por una crisis existencial que puede ser el preludio de su irrelevancia o el embrión de su renacimiento. Dos largas décadas de prácticas proteccionistas precedieron a la Cumbre de Barahona en 1991, cuando finalmente se enseriaron y se dedicaron a formar un área de libre comercio y establecer un arancel externo común, ninguno de los cuales ha sido perfeccionado después de cerca de cuatro décadas de existencia. Muy lejos están de constituir un mercado común, un mercado único o una unión económica y monetaria como la Unión Europea. Allí está su debilidad estructural.
La globalización, la formación de mega-bloques comerciales, las trabas de acceso a mercado de las naciones industrializadas (pese a las preferencias arancelarias de Estados Unidos y Europa), el débil desempeño de sus exportaciones (salvo algunos casos aislados en los rubros como productos de la pesca, flores, espárragos, cueros y químicos) y el surgimiento de potencias económicas como China y la India, además de Corea del Sur, Singapur, Hong Kong, Taiwán o Chile, la han dejado como boxeador exhausto al conteo de nueve en el décimo asalto. Con una población de 120 millones de habitantes y un producto interno bruto de $275 millardos, la CAN es 40 veces menor a la Unión Europea y 4 veces menor a MERCOSUR.
Para colmo de males, la firma de los acuerdos de libre comercio entre Colombia y Perú y Estados Unidos le asestó un gancho a la izquierda que la devolvió a la lona. La reciente Cumbre de Quito le da un nuevo respiro, sobre todo porque Bolivia suscribió sin ambages la declaración presidencial, que repite sin embargo frases ya trilladas en otras cumbres y encuentros ministeriales.
Es cierto que es lo mejorcito que tenemos en materia de integración y que su cacareada institucionalidad es la más avanzada de órgano de integración alguno del mundo en desarrollo; pero amén de que sus resoluciones poco se cumplen, el crecimiento de la CAN tiene un techo muy bajo en el mundo globalizado del siglo XXI.
Ha habido esfuerzos loables para revitalizarla –gracias en buena medida a las iniciativas del fallecido y recordado secretario general Sebastián Alegrett y su sucesor Allan Wagner-, como la configuración de una agenda social, la aproximación a una iniciativa energética y los principios de una política exterior común; pero lo cierto es que en materia de avances en la integración y en la inversión y el comercio las cifras inter e intra-regionales dejan mucho que desear, a pesar de cierto dinamismo estos últimos dos años.
La CAN sin Venezuela lleva plomo en el ala; pero no es la primera vez que un país se retira. Chile lo hizo en los setenta y Perú temporalmente en los noventa. El retiro de Venezuela puede ser temporal o permanente. En cinco años correrá mucha agua sobre el río. Es posible que la audaz decisión de Venezuela busque a tres bandas forzar la integración de MERCOSUR y la CAN y propiciar un verdadero arranque de la Comunidad Suramericana de Naciones, que luce tan quedada en el aparato.
El papel del presidente Evo Morales será crucial. No descarta Bolivia un acuerdo comercial con Estados Unidos ni con la Unión Europea. Mantiene su condición de miembro asociado del MERCOSUR (que no está libre de pecado tampoco). Apuesta al renacimiento de la CAN. El diálogo y la voluntad política serán claves en los próximos años para alcanzar una real integración suramericana sin abandonar el regionalismo abierto, que no es incompatible con el papel de una CAN y de un MERCOSUR renacidas de sus escombros pero fusionándose más temprano que tarde.